En pleno mundial de Francia, en Lyon, se encontraron en una calle Iván Mejía y Carlos Antonio Vélez, en esa época, 1998, los dardos que ambos se enviaban desde sus trincheras radiales eran escandalosos. Cuando ambos se vieron amagaron con llegar a los puños. Los gritos e insultos iban de lado y lado. Guillermo Díaz Salamanca, el creador de la Luciernaga y el Pulso del Fútbol, fue testigo privilegiado de la confrontación y ahí se le ocurrió la idea: ¿Por qué no juntar a los dos comentaristas más polémicos y escuchados del país?. La idea se la vendió a FOX y fue ampliamente vista por un país que nunca terminó por creerse que los dos enemigos encarnizados compartieran un set. Hoy en día, aunque no son amigos, se saludan con cordialidad y ya ninguno habla mal abiertamente del otro.
El Profe Vélez
Carlos Antonio Vélez está transmitiendo el mundial para RCN televisión, el canal en donde renunció a presentar los deportes en su noticiero en el 2013, una renuncia que casi no se la acepta Rodrigo Pardo, el director. Pero Vélez tenía otros objetivos, uno de ellos el de tener un espacio en WIN, el nuevo canal de la organización Ardila Lulle. En la Radio el profe -apodo que le puso María Isabel Rueda mientras compartía set en el noticiero QAP- sigue siendo la imagen oficial de Antena 2. Su posición radical contra José Pekerman desde el mismo momento en que estampó su firma para ser el seleccionador nacional, en febrero de 2012, le trajo enemigos entre la hinchada y la misma Federación. Muchos lo acusaron de defender a su amigo, Hernán Darío Gómez, quien fue despedido de la Selección Colombia después de golpear a una mujer en el centro de Bogotá. Le achacaban a Vélez tener privilegios con Gómez en chivas y en acceso al camerino, algo que nunca tendría con Pékerman, siempre alejado de las cámaras.
Pero hasta sus más fervientes enemigos reconocen que Vélez, abogado titulado, no para de leer libros sobre fútbol. Su disciplina es espartana, se levanta a las cuatro de la mañana a escribir, leer y preparar su programa. A sus 65 años Carlos Antonio Vélez ya ha visto 16 mundiales, la mitad de ellos de manera presencial. En este, el profe encabeza el equipo de lujo de RCN al lado del mítico comentarista argentino Fernando Niembro y Ricardo Luis. En el primer encuentro, en el que Rusia aplastó cinco a cero a Arabia Saudita, la respuesta de los televidentes no pudo haber sido peor. Muchos respondieron en twitter con trinos como este:
Además las burlas en redes sociales arreciaron y aconsejan, muchos de ellos, a bajarle el volumen para escuchar en Caracol Radio a su rival de siempre, Iván Mejía Álvarez.
El último mundial del más polémico de todos
Iván Mejía tiene dos nietas y vive en Cartagena, feliz, muy cerca a un campo de golf, su nueva pasión. A los 68 años cree que ya es justo disfrutar lo que ha ganado en casi medio siglo dedicado al periodismo. Cuando anunció su retiro los hinchas del Pulso del Fútbol gritaron que no lo iban a permitir, ahora parece que va en serio.
Iván Mejía quería ser futbolista pero su torpeza se lo impidió. Allí, en los campos de juego del colegio Jorge Robledo de Medellín, el mismo en donde estudió uno de los hombres a los que más disfruta darle palo, Álvaro Uribe, quien iba un año antes que él, entendió que no había sido hecho para jugar los partidos sino para estar en la tribuna disfrutándolos. Era un alumno aplicado y a la vez distraído. Tenía talento para escribir “Es lo que más me gusta hacer, más que la radio o la televisión y creo que lo hago bien. Lamentablemente el periodismo escrito está muy mal pago y quita mucho tiempo” y ahí en quinto de bachillerato, con apenas 17 años se ganó su primer sueldo como escritor de fútbol, este honor se lo debe al periódico La Patria que fue el primero en abrirle las puertas al joven que desde ya desplegaba su habitual tono punzante y polémico, el mismo que lo llevaría pocos meses después de esa primera columna y gracias a la visión de Javier Giraldo Neira a integrar la plantilla del Nuevo estadio, en ese entonces el mejor semanario deportivo de Colombia.
En 1969 ingresa a estudiar Derecho a la universidad de Antioquia. Dos años antes ya se había ido de su casa por las continuas peleas con Don Óscar, su padre, a quien le heredó el genio volado que lo caracteriza. Era una época en donde ser estudiante de universidad pública era sinónimo de comunista y marihuanero. Iván era las dos cosas a la vez. Allí, en los brazos de la dama de los cabellos ardientes, Mejía Álvarez iba convirtiéndose no en un alumno destacado, sino en una joven promesa del periodismo colombiano que en sus ratos libres se entretenía husmeando, entre el humo espeso de la Bareta, el libro rojo de Mao y con las mechas largas y un sicodélico atuendo, viajó a Ancón a ser testigo del Woodstock criollo.
Sus acertados escritos hicieron que sobre su inmensa figura posara sus ojos el gran Ubeimar Muñóz Ceballos, quien ese mismo año lo llama para que trabaje con él en Radio Visión. Con 19 años el niño que había visto alborozado una década atrás a la Saeta Rubia, cumplía su sueño de ganarse la vida viendo partidos de fútbol.
Estuvo en Barcelona en 1972. Fue bohemio en los últimos estertores del franquismo. En el Nou Camp, para ver a Cruyff, Sotil y Neeskens, la orquesta blaugrana que dirigía Rinus Michels.
Regresa al país en 1975, desempleado pero con la experiencia europea galopando en su alma. Nunca le tuvo miedo al trabajo y es por eso que acepta cualquier oferta que le sale, desde peleas de Boxeo hasta Vueltas a Colombia. En 1977 transmite su última carrera y se promete que nunca más hará algo que no disfrute. Consecuente con su hedonismo Iván Mejía empieza, antes de cumplir 30 años, a ser todo un referente del ambiente futbolero nacional.
A Iván Mejía Álvarez nunca le ha dado miedo decir lo que piensa al aire, sobre todo si se ha pasado en la dosis de whisky con la que a veces acompaña sus transmisiones. Desde problemas con Edgar Perea, pasando por Carlos Antonio Vélez o los dardos que inmisericorde le tira a “esos jovencitos que pasaron de poner discos a comentar partidos”, hasta la pelea con Hugo Gallego después de la derrota de Colombia contra Venezuela en su debut en la Copa América, Iván, definitivamente, no tiene boca sino una cerbatana.
Su mal genio es solo un mito. Para Fedepola, el grupo de amigos con los que se reúne tres veces por semana para jugar golf, el Iván Mejía de la radio es sólo un personaje, alguien que no existe en la vida real. Él es la alegría de la fiesta, el más mamador de gallo, el dicharachero. Le gusta la salsa, algunos boleros y por supuesto Jennifer López. Pero en medio de todo es un esposo abnegado que en su casa apenas levanta la voz. Así muchas señoras lo acusen de ser un viejo verde, Iván ya lleva cerca de cuarenta años de matrimonio con María Isabel Casas. “Antes era complicado porque era muy loco y bebedor, ahora los años me han cambiado, estoy más juicioso y me cuido más”, cuenta.
En su juventud llegó a fumarse dos paquetes de cigarrillos al día pero dejó el vicio a comienzos de los ochenta. Su pasión por la comida si le duró mucho más. En el 2006 cuando pesaba 125 kilos su médico de cabecera le advirtió que si seguía con ese desenfreno podía sufrir un infarto en cualquier momento. Es por eso que decide someterse a un bypass y hoy, así todos todavía le digan gordo, pesa sólo 95 kilos.
En este mundial empezó pegando primero. No necesita transmitir en televisión para ser el más escuchado y citado de los comentaristas. Caracol va a ser hasta lo imposible para retenerlo un par de mundiales más.