Conocí a Carlos Alonso Lucio en París. Era la llegada de los amnistiados del M-19 en la época de Belisario Betancourt. Cientos de colombianos salieron de las cárceles para el aeropuerto el Dorado y de allí a los países que respaldaron al gobierno colombiano.
Incluso, aquellos que habíamos ido a estudiar nos enamoramos de la causa y trabajamos desde el Comité por Defensa de los Derechos Humanos en nuestro país. Fueron grandes épocas. Conocí hombres muy valiosos y para los que no militábamos en el M-19 ni en el ELN era muy motivador conocerlos.
Entre estos destacados personajes que nos enriquecían con su conocimiento y compromiso estaban Lucio y su hermano Ramiro. Nos rodeábamos con el padre jesuita, Mario Calderón, que llegó a Colombia al acabar sus estudios en sociología a dirigir el Cinep y que ya cumplió más de 20 años de asesinado. Estaba Eduardo Umaña Mendoza, abogado defensor de los presos políticos, también asesinado y amigo de esas larguísimas tertulias. En esas se aparecía también Eduardo Pizarro, quien desde las instituciones del gobierno le ha servido al país. Para mí, la más chiquita, la que no pertenecía a los grupos, me maravillaba escuchar los relatos de todos ellos. Ese era el ambiente de Carlos Lucio, que desde entonces ya era arrogante. Verlo hoy, luchando contra todo por lo que luchó en un momento, es motivo de desengaño.
Verlo ahora en la cruzada con el referendo es indignante. Pero, lo más indignante ahora es la posibilidad de votar contra la supuesta descomposición de la familia, liderada por la experta en Constitucional Vivian Morales. Qué preocupante cuando estos conocedores de la ley se convierten en líderes religiosos para alcanzar el poder.
Lo más difícil de quitar son las creencias y por ende son una poderosa herramienta. Qué peligro pensar en los líderes cristianos que se están convirtiendo en la mayor fuerza electoral del país. Los borregos discípulos de las iglesias harán lo que digan sus pastores. Esas almas que llegan ávidas de luz y de paz son el blanco perfecto de esas iglesias tan cuestionadas por sus orígenes y sus multimillonarios ingresos. ¿Cuál será el político capaz de hacer que las iglesias paguen impuestos? Como pinta el futuro, esa importante acción está cada vez más lejos.
Ese no es el Carlos Alonso que conocí en los 80. Es deprimente ver su transformación. Quien es investigado por ser asesor de paras, ahora es líder religioso. Es peor que los pasos que vemos en Uribe. Ambiciosos y sin pudor, acuden a lo que sea para empotrarse más y más.
Pero bueno, cada uno de nosotros puede hacer lo que le parezca. Entonces, ¿dónde estamos la mayoría de los colombianos?, ¿dónde están los católicos? No somos capaces de hacer resistencia a este pulpo que cada vez aumenta sus tentáculos. ¿No seremos capaces de sorprender al mundo como acaban de hacerlo los franceses?
Pero no es una cuestión solo de religión. También es culpa de los políticos que no son capaces de tomar las decisiones necesarias. Hoy que escuché que se va a votar en Bogotá si se permite o no las corridas de toros. Sentí mucha rabia. A pesar de los altísimos costos, los gobernantes que no tienen pantalones para asumir conductas, se las dan de abiertos y ponen a elegir. Parece que se va a empezar a utilizar la vía de los referendos para gobernar. ¿Cuántos son lo amantes de la feria de los toros en Bogotá? Se calculan 20 mil y en la plaza caben 15 mil.Qué abrupto, por supuesto que va a ganar el NO y Peñalosa se va a gastar ese tarrado de plata por la falta de pantalones.
Me da la misma rabia que sentí cuando Santos sometió los acuerdos de paz al referendo. Tanta grandeza de haber sacado adelante el proceso para entregárselo a Uribe y sus oscuras y asquientas estrategias a las que que se sumaron sus secuaces y aliados. Qué tal la determinación de Fernando Londoño y Ordóñez: van a volver trizas los acuerdos de paz.
¡Despertémonos, por Dios!
