El triunfo de Bolsonaro lo han convertido en otro argumento para denigrar de los pueblos.
Los progrefascistas del mundo, que hoy controlan los grandes medios y lo “políticamente correcto”, cada vez que pierden unas elecciones lo primero que hacen es señalar a los pueblos de brutos e ignorantes.
Así ocurrió con el pueblo británico cuando decidió retirarse de la Unión Europea en el referendo Brexit y con el pueblo norteamericano cuando eligió como presidente a Donald Trump.
Los juicios acusadores también han venido proliferando en Colombia tras la victoria del no en el plebiscito sobre los acuerdos Santos-Farc, y tras el triunfo de Iván Duque sobre Gustavo Petro en las elecciones presidenciales.
De hecho, Petro no se cansa de repetir, desde que fue derrotado, que por él votaron los “ciudadanos libres”, señalando, de paso, que quienes votaron por Duque son los brutos e ignorantes del paseo.
Ahora, con la elección de Bolsonaro, ninguno de los grandes medios progrefascistas del mundo se ha ahorrado el vaticinio lúgubre del desastre brasileño, ni el dedo acusador de que, otra vez, se trata de la torpeza de un pueblo ignorante, engañado y embrutecido.
Para los “políticamente correctos”, que hoy controlan la mediática occidental, nadie que no se les subordine y acoja sus obsesiones ideológicas puede ser, tan siquiera, tratado con respeto.
Sus vanidades seudointelectuales y sociales les impiden comprender, por ejemplo, que el pueblo británico se cansó de no ver reflejadas en sus vidas cotidianas, ni en el bienestar y la esperanza de sus familias, las “maravillas” estadísticas que durante años vienen embutiéndoles los banqueros, los políticos y los tecnócratas de la globalización. Y que una vez cansados de padecer las incoherencias que se viven entre los titulares manipulados de la prensa y la cruda realidad cotidiana del pueblo, los británicos tomaron la decisión contraria a la que habían establecido como “políticamente correcta”.
Sus vanidades seudointelectuales y sociales tampoco les han permitido comprender que el pueblo norteamericano no eligió a Trump en abstracto, como si se hubiera tratado de una escogencia académica entre las distintas opciones que ofrecen las ideas políticas. No pueden aceptar que al mismo tiempo que el pueblo elegía a Trump, con más empeño, derrotaba a los Clinton y a todo lo que ellos representan.
En sus mezquinas vanidades no quieren ver que los Clinton representan para el pueblo de EE.UU. algo parecido a lo que César Gaviria y Juan Manuel Santos, juntos, representan para los colombianos: una clase política corrupta, gente oficiosa de los intereses económicos más codiciosos, adornada por un maquillaje entre tecnocrático y farandulero con que los grandes medios, llenos de pauta publicitaria, les han ido ocultando el verdadero rostro neoliberal.
Trump es, sobre todo, el único camino que tuvo a su alcance el pueblo norteamericano para rechazar la hipocresía corrupta, neoliberal y farandulera de los progrefascistas gringos.
¿Qué no decir de Colombia?
Los progrefascistas criollos no han dejado de maltratar al pueblo porque los derrotó en el plebiscito, a todos juntos, pese a las toneladas de pauta, lobby, encuestas, gobierno, mamertería, farándula y chantaje que le metieron.
Aún hoy, dos años después del plebiscito, cuando los hechos demuestran las fallas gigantescas de concepción, corrupción e hipocresía que traían los acuerdos Santos-Farc, la vanidad de los “políticamente correctos” no deja de endilgarle al pueblo la culpa del descalabro de la supuesta paz, por cuenta, según ellos, de que es un pueblo ignorante y bruto que se dejó engañar. Ni siquiera viendo los hechos protuberantes de violencia, corrupción y mentiras, pueden reconocer que el pueblo tuvo la razón en ganar con el no y en derrotar al sí.
Ni qué decir, tampoco, con la victoria de Duque sobre Petro.
No le dieron a Duque ni un minuto de paz mientras iniciaba su gobierno. Se dedicaron, sin el más mínimo pudor y con la intención más dañina, a echarle encima todas las basuras que dejó regadas Santos en su camino.
No han parado de sindicar a Duque de ultra derechista peligroso y de señalar de brutos y estúpidos a los que votaron por él y contra Petro.
Y ahora, el caballito de batalla lo han enfilado contra Bolsonaro.
Del caso brasileño es posible observar tanto lo que dicen los medios como lo que claramente no dicen.
De Bolsonaro dicen que es ultraderechista, homófobo, militarista, antifeminista y que es fundamentalista religioso porque lo respaldan las iglesias cristianas. Para sustentarlo, han publicado insistentemente algunas frases y discusiones que ha tenido a lo largo de su vida política. Y es cierto que hay expresiones deslenguadas que son criticables.
Sin embargo, al igual que con el pueblo norteamericano, tampoco han querido decir que la elección del pueblo brasileño no se dio en abstracto, por allá desde el olimpo de las teorías políticas, sino en la realidad concreto de una crisis dolorosa.
El pueblo brasileño no solo decidió por Bolsonaro, también lo hizo contra Haddad y todo lo que él representaba en estas elecciones, incluidos Lula, Dilma y toda la ola progrefascista en que terminó convertido el proyecto de cambio que alguna vez representó legítimamente el Partido de los Trabajadores (PT).
Se les olvida que Lula está preso por corrupción, encabezando una larga fila de dirigentes del PT y de sus gobiernos, que el crimen ha invadido las ciudades, que atraviesan por una crisis de pobreza como consecuencia de políticas económicas erradas.
Con todo y esto, ¿pretendían los progrefascistas que los brasileños votaran por Haddad, pasando por encima de la justa fatiga frente a la clase política, o haciéndole caso, una vez más, a una prensa que los tiene fastidiados a punta de mentiras?
Por esta vía los progrefascistas van a llegar, más temprano que tarde, a proponer reformas políticas contra el voto universal y contra la soberanía popular, por cuenta de su marcada ideología antidemocrática.
Mientras tanto, a 24 horas de la elección de Bolsonaro, desde una auténtica mirada democrática, no podemos decir si el pueblo de Brasil acertó o no eligiéndolo, pero lo que sí podemos afirmar, sin ningún riesgo de error, es que no se equivocó derrotando a Haddad, con toda la farándula progrefascista que terminó representando.