Al hablar de sátira política es fácil caer en agresiones discursivas e incluso gráficas, pues soy consciente de que para los simpatizantes del candidato presidencial Rodolfo Hernández, la presente caricatura puede parecer hostil e incluso insidiosa.
Sin embargo, el objetivo de una caricatura jamás pretende, según mi opinión, agradar con su metarrelato y con su estética gráfica a un público determinado; pues como su nombre lo indica la caricatura como recurso artístico y gráfico procura caricaturizar discursos, ideas e incluso arquetipos de personalidad.
En el caso del ingeniero Rodolfo Hernández se hace difícil caricaturizarlo, puesto que él mismo hace un trabajo formidable en cuanto a su publicidad y estrategia de marketing, apoyándose en que “Publicidad es publicidad, incluso cuando esta es mala” o lo importante es que hablen, quizás pensará el ingeniero Hernández.
Aun así, este peculiar personaje ha dejado entrever en varios de sus discursos una idea de país profundamente retrógrada, ha abordado temas de género con una superficialidad casi que ramplona, la cual ha vulnerado de sobremanera a todos aquellos colectivos que se han desarrollado por y para el respeto y la equidad de la mujer y de todos aquellos seres que por su condición o ideología de género no hacen parte de la heteronormatividad.
Del mismo modo, e incluso dentro de su vasto saber como empresario, ha dejado percibir una profunda mezquindad de espíritu, pues este sujeto dimensiona al mal llamado “pobre” como pilar indiscutible del capitalismo voraz contemporáneo. Para Hernández el pobre es pobre porque gasta todo lo que gana en servicios y objetos que poco o nada lo satisfacen.
Si bien esta idea dimensiona parte del problema del neoliberalismo y capitalismo actual deja en claro que para él ese porcentaje de personas en situación de pobreza solo son un “commercial target” (Objetivo comercial) más de un “pez gordo y viejo” que solo dimensiona la utilidad del otro en términos monetarios y cuantitativos.
Hay que pensar detenidamente si un candidato que no va a debates, cuando habla de sus propuestas parece un adolescente recitando un texto de memoria, un sujeto irascible, vulgar, hostil, obstinado, demagógico, populista, nepotista, misógino y xenófobo, tiene las facultades de administrar de forma pertinente una nación que ya esta fragmentada y al borde de la quiebra.
¿Será que este carismático octogenario tiene las facultades para ser digno representante de los colombianos en los retos que nos deparan como nación y sociedad a nivel global?
Vale la pena pensarlo.