Después de la cuarentena generada por el covid-19, uno pensaría que dicha experiencia de distanciamiento nos haría extrañar el contacto humano y por ende seríamos mucho más empáticos y sensibles ante el dolor del otro. Craso error, pues al parecer, la cuarentena puso a flor de piel el malestar y las pulsiones más hostiles de la especie humana.
Ahora bien, desde la cuarentena hasta el presente año las cifras de mujeres acosadas, violentadas e incluso abusadas presenta un alarmante crecimiento.
El simple hecho de caminar por la ciudad, tomar un bus o un taxi, usar el transporte público de cada municipio o departamento; desde el sistema metro de Medellín hasta el TrasMilenio de Bogotá son espacios donde las mujeres no se sienten seguras, puesto que son víctimas de miradas lascivas hasta comentarios ultrajantes por parte de sujetos criados en un contexto machista y limitante.
Hagamos el ejercicio de pensar por unos minutos qué se sentiría no experimentar seguridad en la ruta diaria del trabajo a casa o del centro de estudio al hogar. ¿Qué sentirías si en todo momento tuvieses miradas sugestivas sobre tu cuerpo? ¿Qué sentirías si te lanzan un sinfín de comentarios lascivos y llenos de morbo? De seguro la sensación no sería nada agradable.
La caricatura exagera la realidad, aunque sin duda muchas mujeres desearían tener todo un "arsenal" para defenderse de personas que aún no dimensionan la importancia del respeto por la integridad del otro.
Seamos conscientes del daño que podemos hacer validando este tipo de conductas nocivas.
Vale la pena pensarlo.