Quizás producto de la incensante violencia que nos ha acompañado a lo largo de nuestra historia como país, poco a poco la muerte se nos ha hecho paisaje.
Hemos llegado a normalizar tanto la muerte que la incluimos en nuestro discurso diario sin niquiera ser conscientes de ello.
¿Se nos volvió paisaje la muerte como mecanismo de defensa ante el constante dolor que vivimos como colombianos?
O quizás solo hicimos cotidiana una conducta que habla de nuestro más profundo instinto, la violencia.