Eso de que uno termina convertido en lo que más detesta, se demuestra con la propuesta de emergencia de Enrique Peñalosa durante el cierre de campaña de la consulta interna. En Cali, Peñalosa prometió subsidios de $800.000 para los pobres.
Estas son el tipo de propuestas que, de haber sido esgrimidas por la izquierda, Peñalosa no hubiera dudado en catalogar como "populista” o “asistencialista”.
Ahora ante la propuesta rocambolesca de Gustavo Petro de hacer un tren elevado entre Barranquilla y Buenaventura, ha de esperarse que Enrique Peñalosa, como en una subasta de promesas, mejore la puja y ofrezca el mismo trayecto, ya no en tren, sino en transmilenios, alimentadores y los inofensivos buses del Sitp que atravesarán la selva a pura mecha.
Hay que reconocer de buena gana que, a diferencia de su contradictor, las promesas populistas de Enrique Peñalosa no se quedan en palabras: ahí tenemos los 100 kilómetros de malecón en el río Bogotá, y la gente pescando gupuchas en sus saludables aguas, y tenemos también, la sobrepoblación de venados en los cerros orientales que tantos accidentes han causado en la autopista.