En nuestro contexto y en general en el mundo, suceden un sin fin de situaciones y hechos que pueden ser abordados mediante una caricatura.
Por ello hoy dejando de lado la alza del dólar, los aciertos o desaciertos del actual gobierno y la cada vez más amenazante tensión bélica entre ciertas potencias mundiales. He decido darle luz a un fenómeno que hemos naturalizado a través de los años; nuestra vehemente violencia interna.
Cada vez es más común encontrar en diversos medios de comunicación la noticia de asesinatos, masacres, riñas por diversos motivos, violencia de género y un largo etcétera.
No obstante, ¿nos hemos preguntado si también hacemos parte de esa violencia mediante actos que son aparentemente triviales?
Situaciones como el maldecir a un conductor imprudente que se nos atraviesa en la vía, aborrecer a quien opine diferente o posea gustos ajenos a los míos u odiar a un otro por una querella del pasado, son actos que confirman el virus de la violencia dentro de nuestra vida cotidiana.
Es necesario recordar que rara vez el fuego apaga al fuego, o en otras palabras; la ley del talión rara vez repara, más bien hace más profunda las heridas.
Vale la pena pensarlo.