Pareciera que tocar temas relacionados con el desprendimiento territorial y la separación de la Región Caribe del resto de Colombia, fuesen asuntos tabúes mal elaborados y que con el correr de los días, suenan desafinados y poco estrepitosos.
Simples razones.
A la dirigencia regional no le interesa el cuento. Ellos están cómodos con el servilismo útil que han perpetuado desde el siglo XIX, respecto al centro dominante.
Dos, no hay intereses globales (imperiales) que “azucen” las iniciativas caribes de separación del resto de “locombia” y de paso, le saquen provecho al deslinde. Remember I took Panamá.
Tres, menos encontraríamos en esta tierra de impuros, quiénes estarían dispuestos a catalizar iniciativas de separación y organizar “rancho aparte” de los intereses políticos y gremiales que están alineados en la primera razón expuesta aquí. Es decir, una parte de la sociedad regional dispuesta a llevar hasta las últimas, la gesta separatista y autónoma de una manera radical.
Ingenuas proposiciones.
De ese calibre resultarían los comentarios de una sociedad hipócrita y pacata.
Hipócritas porque en el fondo bailarían en un solo pie si se concreta la separación del Caribe, mientras le sonríen al país andino cuando aterrizan en Eldorado y están comiendo de la mano de ellos.
Pacatas porque no son capaces de soñar y hacer en grande lo que debimos conseguir desde los tiempos de Padilla, Bolívar, Nieto, Nuñez, entre otros…
¿Cómo se les ocurre de fragmentar a un territorio que ni siquiera alcanza el estado de una nación serena y suficiente?
Por las mismas razones. Porque no llegamos a consolidar un proyecto de nación serena y suficiente, es que decidimos el “rancho aparte” y buscar nuestra propia identidad malograda en medio de tanto patriotismo ciego y torpe.
Un país que niega al Caribe no tiene perdón del destino.
Fracasó el Sipur, el Corpes y por ese mismo camino van la RAP y la RET. Nos ilusionamos con el “Voto Caribe” … ¿qué más quimeras vendrán?
Sin vergüenza somos si insistimos en seguir siendo parte de una sociedad
que nos endilga el desprecio y la sorna
como abrazos envueltos en una miel amarga.
Sin vergüenza somos si insistimos en seguir siendo parte de una sociedad que nos endilga el desprecio y la sorna como abrazos envueltos en una miel amarga.
Vendrán los que envalentonados se darán la pela por defender la colombianidad espuria y mal oliente. Los que nos anunciarán la quiebra de un territorio sin sustento fiscal y productivo (frases vanas). Los que conciliarán los intereses nacionales con los mezquinos de una región (cuando los mezquinos han sido otros). Los que, en agradecimiento al centro avasallante, no renunciarán a su condición servil y acomodada.
Pero que va. Eso era previsible.
Ser Caribe Radical implica no confundirse con las intenciones semánticas de un partido político que no tiene nada de lo que dice su título prestado. Lo radical tiene que ver con lo extremo a lo que nos obligan para dejar de ser pendejos y pasar al lote de los avispados.
Ser Caribe Radical es un ejercicio de convicción, esperanza y defensa de la dignidad que jamás nos quitarán los andinos emperfumados; a pesar de tantas sirenas encantadoras que susurran maleficios a los marineros más osados que se atreven a regresar a las ideas iniciales de una autonomía e independencia sin otro nombre.
Coda: revisando el texto de Meisel Adolfo (2018). El liderazgo y el futuro del Caribe colombiano. Ediciones Uninorte. Colección Roble Amarillo. Tomo 14, encontramos que hay seis factores asociados con el escaso liderazgo político de la región. Resulta que esos mismos factores son los que en canonjía con el centro usurpador, se han consolidado como el modelo de liderazgo a conveniencia de todos los que viven del atraso regional. Nos quedó debiendo el doctor Meisel, más atrevimientos en su propuesta en camino a lo radical y menos lo conciliador que de nada ha servido a lo largo del tiempo.