Conozco al maestro Rafael Campo Vives desde hace muchos años, y si no recuerdo mal fue en uno de sus conciertos realizados a mediados de los años 80, a su regreso de España donde realizó sus estudios de guitarra.
Por esos mismos años empecé a leer sus comentarios musicales publicados en El Heraldo de Barranquilla, donde también escribía su padre, el maestro Rafael Campo Miranda, sin duda uno de los compositores colombianos más importantes de nuestra música popular al lado nombres como los de Rafael Escalona, Jorge Villamil y José Barros.
Pero fue a finales de los años 90 cuando lo empecé a tratar a propósito de los conciertos que realizados en la Biblioteca Piloto del Caribe, aplicado a la interpretación de los grandes autores clásicos y contemporáneos de ese instrumento. Por esos años me dio a conocer un par de temas del repertorio de su padre que habían sido vertidos al lenguaje de la guitarra de concierto, como la idea germinal de un proyecto compositivo y arreglístico con el que quería rendir tributo a la música del Caribe colombiano poniéndola en términos de otro discurso musical.
Fue así que páginas como Pájaro amarillo, Entre palmeras, Nube viajera, entre otros, empezaron a migrar hacia las partituras de la guitarra de concierto con otro propósito. Y recuerdo que esa idea se cristalizó en un concierto suyo a comienzos de la década del 2000 también en el marco de los conciertos de la Biblioteca Piloto del Caribe.
El proyecto fue hallando su forma ideal en el transcurso de estos últimos tres lustros en los que Rafael Campo Vives ha estado mucho más entregado a la enseñanza de la guitarra que a los conciertos, pero hoy en día esa idea es una redonda realidad prensada en un CD que recoge siete temas de su padre, 2 de otros compositores del Caribe y 4 de su autoría, para entregarnos una interesante propuesta musical de las que no abundan en nuestro medio. Es un trabajo hecho de buen gusto, maestría interpretativa y la aventura sonora de poner nuestra música popular acudiendo a recursos y procedimientos propios del mundo de la guitarra de concierto, de sus tradiciones y corrientes compositivas e interpretativas, pero dejando intactas las referencias vernáculas de nuestra música en el lenguaje de una “guitarra vital, donde el brío, el temperamento y el colorido tímbrico son elementos determinantes”.
El disco abre así con La Fantasía Caribe No. 1, basada en el emblemático tema de La gota fría, de Emiliano Zuleta Baquero, en el que nuestro arreglista e intérprete sabe aprovechar los códigos propios de esta forma musical para regalarle a la pieza ese sentido “improvisatorio e imaginativo” que le permite el lucimiento de toda la gracia de su anécdota melódica que es la que le permite al oyente la reactualización de lo que ya tiene en su imaginario musical, entregado en una forma de expresión musicalmente más elaborada con gracia indudable y estilo. Espíritu y concepto musical que se aplica con sus formas distintivas a los diferentes temas incluidos en este trabajo musical.
A esa primera pieza le sigue, en su orden, una de las páginas con mayor encanto poético del maestro Campo Miranda. Se trata de lo que él llama un merengue-fandango titulado Pájaro amarillo, vertido a la Fantasía Caribe No. 3, en la que Campo Vives, luego de exponer los motivos temáticos originales entra a desarrollar “modulaciones a tonalidades mayores muy a pesar que la canción original está concebida en el modo menor”.
Otro de los temas de su padre es el titulado originalmente Playa, pero que en este trabajo se presenta como la Fantasía Caribe No. 3 sobre Playa, brisa y mar, arreglado con una “característica particular: la inclusión de una nota pedal que se realiza por lo general en el bajo ejecutándose de manera uniforme, persistente y sobre la cual se suceden varios temas con su desarrollo.”
Siguen en este repertorio temas como Entre palmeras, metido para siempre en el alma popular colombiana, que aquí sirve de tema al Divertimento Caribe. Un tema que se recuerda en famosas versiones orquestales internacionales, y en el que el arreglista, acude a las formas de la guitarra del siglo XVIII, con “armónicos, ligados, arpegios, escalas agudas y sobreagudas, rasgueos, recursos estos que sustentan una serie de modulaciones diatónicas y cromáticas enlazadas por cadencias y progresiones muy tonales y sugestivas”.
A estos temas les siguen Tristezas del alma, por excelencia el vals del Caribe colombiano, sencilla y limpiamente tratado y ejecutado; Las Cuatro Piezas para guitarra, de la autoría de Campo Vives, con la que nos sorprende con su talento compositivo y le pone un sello personal a este trabajo; el tema Nube Viajera, presentado aquí como un Fandango colombiano, y que su arreglista e intérprete explica “como una sola guitarra llena todo el cuerpo sonoro de la obra dando la sensación que de que se oyera una segunda guitarra acompañante. Pero no hay tal. Es tan solo una ilusión auditiva.” Y le sigue otro tema de su padre titulado Te busco en el tiempo, una danza que no tiene los reconocimientos de sus grandes éxitos pero que ratifica sus dones de gran compositor.
Y vuelve Campo Vives a ratificar lo que sus cuatro piezas anteriores apenas sugieren: su sensibilidad como compositor y su capacidad de destacado melodista con el conmovedor Vals Caribe de extraordinaria y delicada belleza; así como las piezas tituladas Acuarela y las Variaciones colombianas sobre un canto marino.
Y cierra el disco con dos temas de alguna forma antagónicos: el archiconocido porro Lamento Náufrago y la casi desconocida danza El secreto de tus ojos, para quedarnos realmente gratificados y sorprendidos con un trabajo de esta clase.