Hace unos días, la Corte Suprema de Justicia confirmó una decisión que condenó a pena de prisión a un hombre que se trató de robar diez latas de atún en el Éxito.
En contraste, la Procuraduría General de la Nación archivó una investigación contra una exministra en cuya gestión se perdieron 70 mil millones que estaban destinados a proveer de internet a los niños. Las latas de atún finalmente aparecieron, pero el internet de los niños se embolató.
Es tal vez esa desfiguración del concepto de justicia material la que hace que muchos corruptos no vacilen en robarse los recursos de la salud, el agua potable y la plata de los niños.
La militancia ideológica es a veces la trinchera desde la que el ciudadano absuelve o condena según su conveniencia. El desaparecido periodista Orlando Beltrán -asesinado por un corrupto- decía que si hay algo a lo que el político ruin no puede escapar es al reato moral. En el fondo, debe saber más amargo el Wisky que se toman con el presupuesto de la salud.
No se puede hacer un diagnóstico alentador de la realidad nacional cuando defendemos a unos delincuentes sólo porque militan en nuestra orilla; es decir, en nuestro cerebro sesgado debe haber una sección llamada mis corruptos favoritos.
No se puede augurar mucho en un país donde un presidente le dice a un magistrado que “no comprende como un negro puede ser de derecha” según él, en los cromosomas debemos traer intrínseca una militancia. Finalmente, un colombiano hoy siente más miedo de robarse un atún en el Dólar City que de ser Ministro.