Pocos saben que el edificio que está frente a la transitada estación de Transmilenio Ricaurte, justo al lado del Alkosto de la carrera 30 con calle 12 es una cárcel para niños delincuentes, que le pertenece al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar.
En la pared, encima de la puesta principal, que queda en la calle 12, tiene escrito un nombre que lleva incrustado allí por mucho años, donde se lee Centro de Protección Especial y justicia para el menor y la familia. Pero en una actualización de su nombre lo llamaron Centro especializado transitorio para menores, (Ceta).
Es un edifico de tres pisos, donde hay juzgados y jueces para adelantar las audiencias donde juzgan los menores de edad y donde los condenan. Algunos purgan su condena allí y otros son trasladados al Redentor, en la localidad de Ciudad Bolívar, en el sur de Bogotá, el otro centro de detención para menores en Bogotá.
El lugar es adentro es de un color gris triste y apagado. A un lado del callejón de la entrada están las celdas y al otro, hay oficinas administrativas. Es un lugar donde solo van jóvenes de 14 a 18 años. A unos y a otros los separan en celdas diferentes.
En el segundo piso están las salas de audiencia, que son pequeñas y claustrofóbicas y también están allí las oficinas de los jueces y sus secretarios. También en el lugar hay oficinas de la Fiscalía y del ICBF.
La zona donde están detenidos los menores delincuentes es olorosa a suciedad. Son celdas que aunque están reforzadas tanto por fuera como por dentro con rejas de acero, de allí se han escapado muchos adolescentes más de una vez, creando temor a los vecinos del lugar que han pedido mil y una vez que trasladen a otro lugar de Bogotá la cárcel de menores que pocos conocen.
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