Nos acostumbramos a Señal Colombia, nos enamoramos de su transmisión austera, apasionada, que recordaba inevitablemente a los heroicos esfuerzos de David Cañón, en la década de los ochenta, por narrarle al país las hazañas de Lucho, de Pacho, de Patro, del Gran Fabio Parra. Cuando nadie se preocupó por transmitir las vueltas menores como Cataluña, Burgos o la Ruta del Sol, Señal hizo presencia y llevó los triunfos de Nairo, Rigo y Sergio Luis. Pero ahora, en su arrogancia, en su afán de llenarlo todo, se ha metido Caracol, el canal de Refisal y del Cantante del Gol.
Hoy estaba en un lugar donde no había forma de entrar a ESPN. No había ni internet ni televisión por cable para ver la etapa que llevaría a los ciclistas hasta la localidad de Le Lioran, primera etapa decisiva del Tour. A las siete y treinta empecé de intenso a poner Caracol. Seguían en las noticias, me angustiaba solo pensar que ya, a esta hora, estarían Mario Sábato y Trapito Restrepo trayendo las incidencias de los primeros puertos de la jornada. Esperé, me fumé un cigarrillo, vi el Catatumbo en su máxima expresión y pensé, por un momento, en todos los muertos que alguna vez arrastró este río. Paseé por las calles de un pueblo devastado, cuyo tejido social y progreso fue usurpado para siempre por los grupos paramilitares. A las nueve volví a sentarme frente al televisor y, para mi sorpresa y mi rabia, en vez de los colores de las camisetas del Sky, de Movistar, de las montañas de Francia explotando en un verano furioso, me encontré con los tres bobos que presentan Dia a Día. La furia se me atragantaba entre las preguntas ¿Para eso compró los derechos Caracol, para pasarnos los últimos cinco kilómetros de cada etapa? ¿Hasta cuándo estos tipos van a seguir haciendo lo que se les da la gana? ¿Hasta cuándo soportaremos la dictadura infame de los canales privados?
En vez de los colores de las camisetas del Sky, de Movistar,
de las montañas de Francia explotando en un verano furioso,
me encontré con los tres bobos que presentan Día a Día
El equipo que armó Caracol para narrar el Tour es de ensueño: tienen un campeón mundial, Santiago Botero, la comentarista más respetada de Iberoamérica, Georgina Ruiz Sandoval y al mítico narrador Rubén Darío Arcila. El problema es que detrás no hay un nadie que los dirija, que los coordine. Están las infinitas pautas comerciales que interrumpen la transmisión cada dos minutos y que impiden que se coja ritmo y está, por supuesto, Ricardo Orrego, ahora disfrazado de reportero, llevando “las incidencias desde el lugar de los hechos” interrumpiendo, cada vez que puede, el sagrado descanso de campeón que necesita Quintana después de estar 200 kilómetros en una cicla lo que habría causado el disgusto del equipo y del propio ciclista.
Ellos creían que para transmitir ciclismo solo necesitaban el billete para pagarles a los mejores comentaristas y que el resto solo era gritar ¡Viva Colombia! y que los hinchas de ciclismo de este país iban a ser tan ignorantes como los de fútbol. Pero no es así y la muestra está en el inconformismo que galopa en redes sociales y que afirma, sin ninguna duda, que Caracol se le está tirando el Tour a los millones de colombianos que, por vivir en regiones tan apartadas como el Catatumbo, no tienen internet ni cable y antes gozaban con el ciclismo de Señal Colombia.
Ahora tienen que ver a los empalagosos que transmiten ese esperpento llamado Día a Día.