Caquetá: entre la guerra, el olvido y las multinacionales

Caquetá: entre la guerra, el olvido y las multinacionales

Por: Paula Rodríguez
febrero 26, 2014
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Caquetá: entre la guerra, el olvido y las multinacionales
Imagen Nota Ciudadana

Entre junio y agosto la humedad de la cuenca amazónica arrecia en lluvias sobre el Departamento del Caquetá. Los vientos del sureste recorren sus más de 88.000 km² de riqueza en maderas, resinas, plantas medicinales y gomas; de suelos productores de amplia variedad de alimentos; de yacimientos de estaño y carbón; de paisajes poéticos y cerca de un millón y medio de cabezas de ganado.

Caquetá es una zona de “conflicto armado”. Así lo señalan políticos, medios de comunicación y los muchos planes y acciones de guerra que lo recorren. El estigma de la guerra permea las relaciones sociales de sus 16 departamentos y cerca de 500.000 habitantes.

Conflicto no resuelto

Las FARC-EP han mantenido presencia por casi 50 años en el Caquetá. El abandono y olvido estatal, una geografía selvática propicia para el refugio y un apoyo social considerable han sido las condiciones para la presencia insurgente. Sin embargo, y aunque la insurgencia tiene un papel indudable, ha sido la presencia paramilitar y la guerra sucia la que ha implantado la mayor violencia en el departamento.

Despojar, atemorizar, matar, robar e imponer un nuevo orden por el control del narcotráfico ha sido el resultado de por lo menos tres incursiones paramilitares desde la segunda mitad del siglo xx:

- La primera, a finales de los años 80, en los Llanos del Yarí a cargo de grupos financiados por el narcotraficante Gonzalo Rodríguez Gacha ‘El Mexicano’.

- La segunda, entre los años 1997 y 1998 cuando emisarios de Carlos Castaño llevaron hombres de las ACCU al sur del departamento, primero bajo el mando de Antonio Londoño Jaramillo alias ‘Rafa Putumayo’ y luego bajo el comando de alias ‘José María’ y ‘La Guagua’.

- La tercera, desde mayo de 2001, sin pausa hasta febrero de 2006 pero con acciones hasta estos días, con hombres del Bloque Central Bolívar (BCB) se explayaron por varios municipios del sur de Caquetá como Florencia, Morelia, Albania, Curillo, Valparaíso y Solita, con el objetivo primordial de controlar y expandir el negocio del narcotráfico.

Múltiples factores convergen en la región, pero sus habitantes coinciden en que el olvido estatal y el trinomio políticos, militares y paramilitares son los más graves problemas en la región.

Álvaro Uribe y guerra sucia

Entre 1998 y 2002 la esperanza de la paz se apoderó de los caqueteños con el inicio de los acuerdos de paz entre la guerrilla de las FARC y EL Gobierno colombiano encabezado por el Presidente Andrés Pastrana. Desafortunadamente la esperanza cedió al horror.

Entre el año 2002 a la fecha la guerra sucia ha sido el pan de cada día. “Mientras el ejército se ha dedicado a bombardear puentes, vías y edificaciones construidas durante el proceso de distención, los paramilitares se dedicaron a asesinar a cuanto líder y lidereza se encontraba en el departamento. A diario políticos de la región señalaban y estigmatizaban a los habitantes de ser auxiliadores o militantes de la insurgencia, a diario los paramilitares los asesinaban, a diario el ejercito los presentaba como guerrilleros dados de baja” Habitante de la región.

“Convertirse en espectadores de ríos de sangre, vivir buscando lugares para resguardarse de las balas, negarse a defender sus derechos mientras todo el país callaba, mientras los medios ocultaban la verdad de una masacre no nos silencio”

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Una petición con 200 años de historia

El Caquetá agrupa a indígenas, obreros del campo, colonos y campesinos en torno a la tierra, un proceso de más de 200 años que converge en una sola petición: “Reforma Social Agraria”. La tierra como eje central del conflicto no es un cuento de ahora, a finales del siglo XIX, la búsqueda de Caucho y Quina dio lugar al inicio de la colonización en Caquetá.

Para 1890 la compañía Arana y Vega Ltda había reclutado por la fuerza a 12 mil indígenas (el doble de lo que hoy es la nómina de Ecopetrol); un comienzo devastador para la región que dejó un saldo de 40 mil indígenas muertos, esto dio lugar en 1930 a un conflicto armado entre los indígenas Andoque y la compañía, tal vez el primero de la región y uno de los primeros procesos de paz fructíferos:

“decidieron que antes de firmar la paz, tenían que vomitar la rabia… Saben los Andoque que apaciguar la rabia es llegar a la paz.” Señala un parte del libro de Esther Sánchez “Resistencia y cultura, principios y procedimientos de los indígenas Andoque de Colombia para vivir y crecer después del horror de la muerte”.

Tiempo después, la colonización dirigida que comenzó en los 60´s y se postergó por varias décadas, junto al conflicto armado y el abandono sistemático del Estado; hizo que la ganadería de la región que ocupaba el primer renglón de la producción agropecuaria, desacelerara la producción ganadera y la estancó bajo los parámetros de en un modelo feudal, colonizador y poco competitivo.

A renglón seguido estaba el caucho, una de las importantes fuentes económicas de la región y que hoy a 45 años de bonanza, solo existen 8.000 mil hectáreas que deben su existencia y la permanencia en el territorio gracias al arraigo histórico de los cultivadores y algunas organizaciones sociales.

El campo, la paz y los campesinos

El año pasado la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos de Colombia – Regional Caquetá le envió una carta a las comisiones de paz en la Habana, donde señalan su condición de “conejos de laboratorio” en cuanto al campo se refieren, recuerdan experiencias como la Planta procesadora de aceite de palma africana en la Mono, Plantas procesadoras de harina de plátano y yuca en Curillo, Morelia, Doncello, Puerto Rico y San Vicente que poco y nada le dejaron al departamento.

A si mismo se preguntan “¿Sucederá lo mismo en Itarca con la planta procesadora de caucho?” Y responden “Siguen los cultivos de arroz, maíz y sorgo, sin presencia de las Instituciones, sin estímulos de los Alcaldes, del Gobierno Departamental, en San Vicente, Puerto Rico, Valparaíso y Curillo, con cerca de 1.000 hectáreas de arroz, y se lo están llevando muy barato para el Huila y Tolima, donde lo secan, lo trillan, lo procesan y nos lo traen bien caro. Qué ironía. ¿Esto contribuirá a la paz?”

La lucha continúa por la reivindicación de sus derechos

La situación agraria en Caquetá esta cobijada por el manto del extractivismo de las multinacionales, el abandono sistemático del estado, sumado a la militarización de la vida y los territorios, un contexto que solo responde a las lógicas de un modelo político y económico que prioriza la muerte y no la vida.

Ahora a más de dos meses de darse inicio al Paro Nacional Agrario y Popular, avanzan las mesas regionales y nacionales, siendo Caquetá la próxima sede de la mesa de interlocución y acuerdo entre el Gobierno y la MIA, el próximo jueves se darán cita bajo un clima de incertidumbre por la poca voluntad del Gobierno, de tomar decisiones claras y definitivas para solventar la crisis agraria del país, pero con un movimiento agrario que gira en torno a la unidad y está dispuesto a “tomar las calles para tomar la palabra”.

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