Capturado Porrón, el sicario que tenía asustado a Faustino Asprilla y a medio Tuluá

Capturado Porrón, el sicario que tenía asustado a Faustino Asprilla y a medio Tuluá

El bandido que espantó al exjugador de la Selección Colombia tiene 33 años, una docena de asesinatos en su haber, fue gatillero de Los Comba y ahora ‘vacuna’ hasta a los carniceros.

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diciembre 10, 2014
Capturado Porrón, el sicario que tenía asustado a Faustino Asprilla y a medio Tuluá

A la finca de Faustino Asprilla llegaron dos carros con cuatro hombres. Eran las dos de la tarde del pasado martes 9 de diciembre. Los extraños sujetos sin anunciarse comenzaron a golpear la portada para que alguien saliera al estrepitoso llamado. Así lo hizo el mayordomo, quien preguntó qué necesitaban.

De apariencia bastante joven, los sujetos con palabras soeces le dijeron que andaban buscando al Tino, quien por “ordenes mayores” debía pagar una vacuna. Ante la negativa de abrir la finca, los bandidos le tiraron al mayordomo un papel con un número telefónico y sentenciaron:

—Dígale al Tino que llame a ese número y hable con Porrón, el patrón. Y, dígale que si no paga le empezamos a matar a todo el mundo; empezando por vos y de ahí seguimos con el papá, los hermanos y todo el mundo hasta que pague.

Pasaron 20 minutos y la puerta de la casa de Faustino Asprilla en Tuluá comenzó a sonar como si la fueran a tumbar. El reconocido deportista pensaba que se trataba de un amigo que estaba molestando, de suerte que bajó al primer piso; sin camisa, en pantaloneta y en chancletas y abrió la puerta. Tamaño susto se llevaron los cobardes bandidos quienes nunca se imaginaron que el propio objetivo los atendería de primera mano. Se asustaron tanto que le tiraron otro papel con un número anotado y tartamudeando le dijeron que se comunicara con Porrón para que pagara por la seguridad de su vida y por la de sus familiares.

—No les voy a pagar un solo peso —respondió Faustino como en un instinto de no dejarse meter el gol más certero de su existir.

Estaba solo con su hermana en la casa de la que nunca se ha ido. Asprilla se vistió y se fue para la finca a ver si algo más le había pasado a su empleado. Durante ese tiempo habló con sus familiares y con sus dos amigos más cercanos, quería recibir consejos. Casi todos le dijeron lo mismo: “Tenés que irte de Tuluá con toda la familia”. Pero antes de ello Faustino tomó una decisión arriesgada. A las cuatro de la tarde, dos horas después de las amenazas, denunció ante las autoridades todo lo ocurrido. También, por sugerencia de uno de sus mejores amigos, desde sus cuentas de redes sociales le hizo saber al país lo que le acababa de pasar y con una sentimental carta se despidió de Tuluá. La comunicación causó efecto, tanto que el propio director de la policía, general Rodolfo Palomino, se comunicó con el tulueño y le ofreció seguridad del Gaula para él y para los suyos, al tiempo de iniciar una investigación exhaustiva con el fin de dar con el hombre que tiene atemorizado a Tuluá.

Aunque Faustino le había dado todos los detalles a la Policía, en su comunicado de prensa y en sus redes sociales no había dado el alias del bandido que lo estaba amedrentando. Sin embargo, a las seis de la tarde otro valiente tulueño en pleno prime time de la radio nacional, específicamente en el programa La Luciernaga de Caracol Radio, dio pistas claras del hombre que tiene con miedo a medio Tuluá. “En Tuluá y en el Norte del Valle todo el mundo sabe quién está detrás de estas extorsiones, vacunas, éxodos y hasta asesinatos. Tengo documentadas la huida el año pasado de 23 familias tulueñas que fueron extorsionadas y amenazadas por un delincuente al que llaman alias Porrón”, dijo el periodista y escritor quien también ha sido amenazado y ha sufrido atentados pero no ha dejado de vivir en Tuluá.

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Desde los 18 años Óscar Darío Restrepo Rosero, alias Porrón, ha pasado por cárceles. Desde 2001 posee órdenes de captura por homicidio, desaparición forzada, secuestro extorsivo y concierto para delinquir.

El nombre real de alias Porrón es Óscar Darío Restrepo Rosero. Su curriculum criminal es el espejo exacto de aquellos bandidos que no llegan a los 40 años de edad porque los matan o los desaparecen debido a sus brutales acciones delictivas. Porrón hoy se asoma por los 33 años, pero sus inicios en el mundo del hampa comenzaron cuando era menor de edad. Se hizo vilmente famoso por una operación que ninguna ‘oficina de cobro’ del Norte del Valle quería hacer: matar a Castillo, un exagente de Policía que fungía como el jefe de seguridad de un multimillonario narco de la zona.

Pero Porrón se atrevió. Ya contaba con un par de asesinatos en su haber y una entrada a la cárcel por lesiones personales a cuchillo limpio. Era un sicario joven y de poca monta que por 500 mil pesos prendía su moto, llegaba al objetivo y le descargaba su 38 Smith & Wesson; tan usada, que a veces se le encasquillaba. El día que hizo fama siguió a la camioneta blindada de Castillo. Cuando el auto paró en una estación de gasolina para tanquear, Porrón se acercó, se quitó el casco para que el jefe lo identificara. Castillo bajó los pocos centímetros que se dejan abrir los vidrios blindados con la excusa de hablar, entonces Porrón sacó el arma, la metió por aquel espacio y le descargó todas sus balas en el rostro. Tuluá tenía que saber quién hizo la vuelta para que lo respetaran y así lo gritó en varias fiestas el nuevo bandido de la región.

Muchos se preguntaban cómo había hecho este jovencito de 1.70 de estatura; de piel verde por salir solo en las noches; de cara chupada por tanta coca y marihuana; y flaco como aquel demente del Travis en Taxi Driver, para convertirse en el gatillero de moda. Con aquella prueba de matar él solo y sin ayudas a Castillo, Porrón de inmediato entró a hacer parte de la banda criminal de los hermanos Calle Serna, mejor conocidos como Los Comba.

Este sicario a sueldo comenzó a ser parte del anillo de seguridad de uno de los hermanos Calle Serna. Siguió con la custodia de cargamentos de cocaína que sacaban Los Comba del Cañón de Las Garrapata y de los Llanos Orientales hacia puertos y navíos. De modo que aquel ‘lava perro’ -como le llaman a los mandos más bajos del mundo del narcotráfico- se fue enterando uno a uno de quiénes eran los grandes proveedores de sus jefes, de sus rutas dentro del país y de cómo se movía la droga en Colombia. Pero Porrón nunca pudo acercarse al nivel que lo hubiera podido encumbrar como un nuevo narco: saber quiénes eran los socios en México y Estados Unidos de sus jefes Los Comba.

En el año 2012 los hermanos Calle Serna deciden entregarse a la justicia norteamericana. Un centenar de sus gatilleros quedan a la suerte, es por ello que Porrón arma su propio combo con muchachos de los barrios humildes de Tuluá y echa mano de lo único que sabe hacer: intimidar con armas, extorsionar y matar. Iniciaron por la gente más desprotegida de la ciudad, los trabajadores de la plaza de mercado. A tomateros, paperos, cebolleros, carniceros y hasta la gente que vendía cilantro recibieron boletas de extorsión. Debían pagar vacunas para poder seguir trabajando de sol a sol. Mientras tanto en las discotecas de moda se veía a Porrón y sus bandidos dilapidar en whiskey y perico, lo trabajado por los demás.

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Hace un año el cantante Charrito Negro tuvo que abandonar Tuluá por extorsión. Hace un par de meses el universitario Cristián Olarte, hijo de un reconocido comerciante fue asesinado por no pagar vacuna.

Porrón se enloqueció con tanta plata fácil y sin delatores. Entonces se metió con la los empresarios tulueños. Desde el ferretero, el cañero, el dueño de droguerías, el empresario de transporte, los chanceros y hasta el dueño del depósito de abastos más viejo de la ciudad recibieron su boleta extorsiva con el número correspondiente obligándolos a entregar sumas de dinero considerables para mantener borrachos y contentos a Los Porroneros. Cuenta el periodista Gustavo Álvarez Gardeazábal en una de sus columnas de ADN, por ejemplo, que estos extorsionistas: “Mataron al hijo de don Víctor Olarte, el dueño de los supermercados El Campesino. Cuando estaba en pleno velorio le llegó el sufragio subiéndole la extorsión al doble de lo que le cobraban antes de matarle su hijo y no pagar”.

No contento, Porrón ha iniciado otra estrategia con la que hace gárgaras de su supuesto poder. Investigadores dan cuenta que ciertos agentes corruptos de la DEA y de la Policía se han acercado a este bandido para que les venda toda la información importante del bajo mundo del hampa a cambio de protección. Las fuentes afirman que Porrón ha entregado a alias Picante –su mayor enemigo-; incluso que entregó a alias Stevens –quien era su propio jefe-; también a alias Ballena –el hombre que mató a la viuda de Iván Urdinola-; a alias el Cabo Ávila –quien fuera asesinado-; a alias Chaguala –narco extraditado-; a alias Mascota; a alias El Indio; así mismo al Flaco y a otra docena de alias que han ido a parar a las cárceles colombianas y gringas.

Los pagos y prebendas, donde se ha llegado a decir que por entregar a un narco recibió una caleta de dólares, se le acabaron vertiginosamente en la guerra que liberó con su enemigo Picante. Una decena de muchachos murieron en el juego por obtener el poder en Tuluá. ‘La guerra de los mocha cabezas’ tituló un periódico regional cuando de un bando y de otro se empezaron a mandar las partes de los cuerpos de sus soldados, al muy brutal estilo mexicano.

Acabada la mina como delator, Porrón volvió a sus orígenes. Dos docenas de empresarios dejaron Tuluá por las amenazas de este gatillero. Uno de los más nombrados éxodos fue el del cantante de música popular Johan Gabriel González, el famoso Charrito Negro. Ahora se le suma el del estimado futbolista Faustino Asprilla, pero quien no se fue callado y ha sido el único hombre capaz de poner en evidencia a Porrón.

*Después de un mes de intensa búsqueda, este viernes 6 de febrero en el municipio de Jamundí, Valle del Cauca un grupo de la Sijin capturó a Porrón. El propio ministro de Defensa salió a dar el parte como una de las más grandes noticias para el país. Lo mismo ha hacho el director de la Policía, rodolfo Palomino, quien ha argumentado la importancia de la captura del hombre más buscado en el suroccidente de Colombia.

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