Ya, lo acepto, perdí. El cine que yo quiero ver ya no existe. Esa época gloriosa en donde las historias eran sobre hombres comunes y corrientes que se parecían a usted, a mí, obritas pequeñas en donde se desarrollaba la vida, eso ya está mandado a recoger. Al menos todavía nos quedan los Cine-Colombia de la calle 100 y la Avenida Chile en donde se pueden ver joyas como Taxi-Teheran que en 18 salas alcanzó a hacer la nada despreciable suma de 4 mil espectadores.
Después están las Mega Salas, las mismas que hace medio año se unieron para pasar una sola película: Star Wars, las que hace un mes exhibían orgullosas el bodrio de Batman vs Superman y las que ahora amontonan dinero por la nueva bobada de Marvel. 563 salas del país estrenaron al Capitán América y la fueron a ver 784 mil espectadores. Una locura.
Que una película de súper héroes tenga éxito en taquilla no me preocupa, que digan que es una obra maestra si provoca de verdad callar a estos incautos con un lanza-llamas. Para los neo-críticos, los que se alimentaron con los Power Rangers y se creen intelectuales porque acaban de leer a Carlos Castaneda sólo porque en algún youtuber les dijo que en ese autor se basó George Lucas para construir a Obi Wan Kenobi, Civil war viene siendo toda una reflexión sobre los daños colaterales que traen las intervenciones militares norteamericanas alrededor del mundo. En España leí a un alborozado geek, convertido por sustracción de materia en crítico, diciendo que había llorado ante el mensaje antibelicista que traía esta tercera parte de los Vengadores. Me pregunto, parafraseando a Vallejo, ¿En qué momento la muchacha del servicio se convirtió en la dueña de la casa? ¿De dónde salen estos insolentes atrevidos? ¿Cómo hacen para ver siempre la misma película, las mismas peleas, los mismos chistes, el mismo truco?
Técnicamente Civil war es de una complejidad enorme. Hace rato no se veían efectos de este nivel. El guion es superior al de Superman vs Batman pero eso no es ningún mérito, hasta los sketch cómicos de Risas y salsas los tenía. Uno hasta se ríe con uno de los múltiples chistes del siempre carismático Robert Downey Junior. La sorpresa se va disipando con el efecto de la cannabis: a la media hora estás pensando, si eres una persona inteligente y no malgastaste tu adolescencia leyendo las aventuras de El hombre araña, en que afuera está ocurriendo la vida y que ésta es muy cortica para estar viendo cine malo.
Y ahora me tengo que aguantar la andanada de millones de fans indignados porque, al no conocer nada del universo de Marvel, me atrevo a tocarles a sus ídolos. Las películas se justifican solas muchachos y no tengo porque mamarme 20 mil comics de La visión para entender porque se me parece al Doctor Manhattan. Yo no había leído la novela de Alan Moore cuando quedé alucinado con la versión cinematográfica de Watchmen y siempre detesté al paraco ese del Batman pero igual El caballero de la noche es una de las diez películas más importantes que ha dado Hollywood en este siglo.
Civil war evidencia que ya no hay historias para contar. Mientras DC comics enfrenta a Batman y Superman ahora acá se agarran en un aeropuerto los dos combos de Stan Lee. Todo el guion se construyó con base a eso, todo es una excusa para las pataditas, las explosiones y los chistes malos. Lo peor es que esto no va a parar. Siempre queda claro que vendrá una nueva secuela, precuela o spin off o como se llame. No es a Hollywood a la que se le acabó la imaginación sino a los espectadores que disfrutan viendo lo mismo. Esa alegría que produjo la primera película de Los vengadores, realizada en el ya lejano 2012, se disipa por la monotonía. ¿ De verdad están tan fritos los jóvenes que se aguantan tres películas de éstas por año? ¿De verdad Hollywood está tomada por los nerds estos tecnócratas de Sillicon Valley y nos imponen sus tonterías?
Parece que sí. Babilonia está perdida y lo único que quedan son los escombros que dejan las peleas entre Iron Man y el Capitán América.