Aunque Verónica Alcocer ya había llamado algunas veces al sacerdote José Gregorio Díaz, como feligrés y como amiga, esa era la primera llamada que ella le hacía después de que su esposo ganara la presidencia de la república. El padre José Gregorio no recuerda la fecha con exactitud, pero dice que aquel llamado ocurrió unas dos semanas antes de la posesión de Gustavo Petro como presidente y de su amiga como primera dama.
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En aquella llamada, que duró solo unos minutos, Verónica, autodeclarada súper creyente, al punto que estuvo a pocos pasos de convertirse en monja, invitó personalmente al sacerdote, también sincelejano, como ella, a la ceremonia en la plaza de Bolívar ese 7 de agosto.
La primera dama quería que su paisano, a quien conoció por intermedio de su familia en Sucre, hace al menos tres años, fuese quien les diera la bendición el día de la posesión presidencial. Y así fue. El 7 de agosto el padre José Gregorio, desde hace ocho años párroco de la iglesia Santa Rita en Manure, en La Guajira, fue quien bendijo la nueva familia presidencial, y pidió por el buen desempeño de Gustavo Petro como presidente y su esposa como compañera de batalla.
Ese mismo 7 de agosto tanto Gustavo Petro como Verónica Alcocer le lanzaron al padre una invitación que lo dejó frío. Le propusieron ser el capellán del palacio presidencial. El padre José Gregorio tendría que dejar su iglesia en Manaure para acomodarse en la fría capital y ser el representante de Dios en la casa de Nariño. Sería el guía y consejero espiritual y psicológico del presidente y sobre todo de su esposa, quien siempre va con la bendición por delante y con un escapulario que pocas veces se quita de encima.
Aunque nacieron en el mismo Sincelejo y por la misma época, -el padre José Gregorio él es de 1.975 y Verónica Alcocer del 76, de jóvenes nunca se cruzaron. José Gregorio sí sabía de la existencia de ella y de su familia porque los Alcocer en la región son muy nombrados. ¿Quién no conoce a los ricos del pueblo? Además, los Alcocer estaban enredados con la política. El abuelo de Verónica, Eustorgio Alcocer Navas, fue alcalde dos veces de Sincelejo, nombrado en la presidencia de Gustavo Rojas Pinilla.
La familia presidencial conoció al padre José Gregorio Díaz hace unos tres años por intermedio de Verónica. Fueron las populares misas de sanación y liberación que el sacerdote José Gregorio Díaz oficia con regularidad en César, Sucre y La Guajira, las que lo acercaron a los familiares de la primera dama, quien después de verlo en el púlpito, pidiendo por sus fieles con pasión se interesó por él.
Aunque su nombre y la invitación hecha como capellán de Palacio se filtró, y los medios lo montaron ya en el puesto, el sincelejano, amigo también del presidente Petro, a quien llama por su nombre de pila lo sigue pensando. Desde La Guajira, donde atendió esta entrevista, afirmó que más importante que estar atendiendo las necesidades espirituales de los Petro es estar al lado de su gente pobre, humilde y sencilla de Manaure, con quienes lleva cinco años acompañándolos. Consecuente con su credo sabe que el camino al cielo es más corto desde la golpeada Guajira que desde una almohada de plumas del Palacio presidencial. Pero la decisión no está tomada. Hay factores de peso que podrían llevarlo a hacer el trasteo a Bogotá
El sacerdote Diocesano, formado en el seminario de Valledupar, sabe que, desde la capital, al lado del presidente y su esposa algo podrá hacer por las comunidades necesitadas que bien conoce desde adentro. Sabe también que sería un gran nombramiento para su hoja de vida sacerdotal. Sabe también que Petro y su esposa confíen en él. Pero José Gregorio sabe también que su gente, con los que ha luchado codo a codo, a quienes ha visto pasar hambres, vivir sin agua y olvidados también lo necesitan.
Mientras la primera dama llega de su viaje por Europa, donde está representando a su esposo en el funeral de la Reina Isabel II, y los medios lo buscan para interrogarlo, el padre José Gregorio Díaz Zabaleta, de 47 años, permanece aún en su humilde iglesia de Manaure pidiéndole al mismo Dios que buscan los Petro-Alcocer con él en Palacio, que le ayude a tomar una decisión para su bien, el de sus fieles guajiros y el de un país que también necesita de un buen intermediario entre el cielo y la casa presidencial.