¿Cuántos cierres ha tenido la vía al llano que comunica Bogotá con Villavicencio? Creo que el país ya perdió la cuenta.
Que cada cierre le genera al comercio, la industria, la salud, la calidad de vida de los llaneros y de muchos bogotanos un problema mayor, eso es un hecho irrefutable. Pero lo realmente catastrófico es que ese hecho se convierta en un círculo vicioso de ineficiencia, corrupción y gasto público por montón.
Como también lo es que el país no conozca aún los nombres (y muchos menos los castigos legales y públicos) de quienes generaron semejante caos y aberración administrativa, legal y financiera que es el proyecto en sí mismo, la forma en que fue articulada esa concesión vial, que según se dice dejó a cargo del propio Estado colombiano el mantenimiento, estabilización y obras que requieran la vía cada vez que se presenta una fuerte ola invernal.
Es una burla para todos que no se sepa quién carajos hizo ese contrato, cómo lo hizo, por qué lo hizo, por qué dejó por fuera la responsabilidad de la concesión, cómo no calculó la protección de ciertos kilómetros que desde siempre se han sabido tenían problemas geológicos y de todo tipo. Para colmo, no se estableció un plan de protección ambiental o especial para esas zonas montañosas aledañas a esa vía ni en los tramos de los problemas. Una especie de cosas a la “guachapanda” que jugaron con el interés del país.
El gran problema de que no sepamos con nombre y apellidos quiénes fueron los responsables —desde presidente, ministro de transporte, directores de institutos, ingenieros de obras, los responsables de armar ese proyecto en su área financiera, administrativos y de responsabilidades— nos demuestra un poco el desorden en que se administra en Colombia desde siempre.
Y el porqué pareciera de forma deliberada que los grandes medios de comunicación, pese a tantas y tantas horas de transmisiones en directo desde esa vía, ni siquiera se pregunten o mencionen quiénes fueron los que firmaron el contrato y la concesión inicial. ¿Se protege a algunos?, ¿cuál es la razón?
Pero, además, es muy mal precedente para tantas y tantas obras públicas de gran envergadura y las de pequeño calado, que todavía se encuentran inconclusas o sin cumplir con el propósito para el cual fueron hechas y que están extendidas a lo largo y ancho de nuestra nación.
Para que no vayamos tan lejos, los tolimenses qué podríamos pensar del famoso Túnel de la Línea que pasó de siglo a siglo sin avanzar o del pomposo Triángulo del Sur, que en cada campaña presidencial, regional o senatorial reaparece y cuyas obras siguen allá paradas esperando que, algo de lo que siempre se anuncia, por fin se cumpla.
Si nos diéramos a la tarea de buscar obras pequeñas, medianas y grandes que siguen botadas por ahí, más allá de los ya famosos y conocidos “elefantes blancos”, lo que encontraríamos serían manadas de “mamuts”.
Qué desafortunado ahora que tanto se habla de la importancia de conocer la verdad o en el posacuerdo, que no tengamos la verdad y ni siquiera la claridad (en nombres) de quiénes son los responsables de esos desastres que nos han costado a todos pérdidas de dinero, tiempo y oportunidades de progreso.