¡Cantandooo, cantando, cantando versos bonitos!
Opinión

¡Cantandooo, cantando, cantando versos bonitos!

Por:
octubre 15, 2014
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Así cogieron a Emilio Tapia, uno de los más señalados estrategas del carrusel de la contratación en nuestra saqueada Bogotá, en la cárcel La Picota. Pero no cantó solo él; a ritmo de acordeón lo hicieron 32 personas más el Día de Las Mercedes, dicen las noticias.

Dejo muy claro que para nada busco defender a uno de los culpables de la catastrófica situación fiscal en la que quedó la capital colombiana por cuenta de todos los ladrones de cuello blanco que ya conocemos. Pero, con Emilio o sin Emilio, los presos de este país tienen derecho a algo de entretenimiento. Claro que todo el mundo quiere que estos tipos ni siquiera puedan reírse con un chiste, pero hay cosas más profundas para analizar sobre los mecanismos, políticas y normas que hoy soportan a nuestra enclenque justicia, y que sin duda llegan hasta el Inpec.

Les doy solo un ejemplo. Conozco una pareja que por esos infortunios de la vida resultó en la difícil situación de ir a la cárcel. Ella obtuvo primero que él la casa por cárcel, con su respectiva manilla electrónica. ¿Y cómo era la rutina? El día sábado, para la visita conyugal, ella debía llegar por sus propios medios al Buen Pastor, llámese taxi, bicicleta, bus… lo que fuera, a reportarse. Luego la llevaban a un calabozo, la reseñaban, la esposaban, la subían a la patrulla y la llevaban —en algunos casos con otras mujeres en las mismas condiciones— a la cárcel de señores. Cuando llegaba y cumplidos los protocolos de ingreso, según la clase y el genio que tuviera la guardia de turno, la hacía seguir a ver a su esposo y le decía: “Vaya hágale”… Ni respeto había. Tenía máximo 40 minutos e iniciaba el regreso a casa. Y ahí vuelve y juega. La esposaban, la subían a la patrulla y la dejaban en cualquier calle de la ciudad para que nuevamente cogiera taxi, bicicleta, bus… y regresara a su casa. Sí, así como lo leen. Si el asunto es que no representa peligro, ¿esposarla mientras está vigilada y soltarla cuando no, qué sentido tiene? ¿Gastar gasolina, horas extras a los guardias y al conductor para qué? Y hay mucho más por mirar. Ni hablar de las labores que se pueden y no se pueden hacer. Estudiar, enseñar o hacer manualidades son las opciones para disminuir la pena. Y si se está en prisión domiciliaria hay que vivir de algo. Entonces, necesita trabajar para vivir y estudiar; ¿cómo da clases si no puede salir? Y si viene el estudiante al domicilio, ¿quién va a querer que un preso le de clases a un miembro de la familia? Porque la condena es penal y social. ¿Vivir de manualidades como lo estipula la oficina de Fomento del Inpec, a punta de bordados, tejidos y pulseritas? Casi ni quienes se toman los andenes para vender accesorios. Es tan limitado y tan poco, que muchos siguen delinquiendo desde su domicilio. Mujeres presas por microtráfico, de las que están llenas las cárceles, reinciden y convierten sus casas en ollas, porque no hay más opciones para trabajar. Otra perla: en las oficinas de Jurídica y Domiciliaria de las cárceles el repicar de los teléfonos se vuelve música para los oídos de quienes las atienden, porque no contestan si no quieren. Tanta gente buscando registrar sus actividades para reducir la condena, queriendo hacer algo realmente útil en su dura permanencia en la cárcel y en su plan de resocialización, enfrentada a la ineptitud de quienes están al frente de esas oficinas que terminan siendo un obstáculo más para su dura experiencia.

Aquí tenemos que mirar con autocrítica a qué le vamos a poner cuidado los medios, las autoridades y los colombianos. Dicen quienes tienen o han tenido la dura experiencia de estar presos que “a uno lo encarcelan y le quitan el espíritu y hasta las alas interiores”. Cuentan ellos que hasta el canto de un pájaro es música para sus oídos. ¿Que los delincuentes tienen que pagar por sus fechorías? ¡Claro! Pero que como seres humanos tienen derecho a un breve esparcimiento, también. Para nadie es un secreto que la guardia del Inpec se mueve al ritmo del dinero, pero también es verdad que las cárceles están llenas de seres humanos que por alguna razón tienen la desventura de estar privados de la libertad, pero también derechos fundamentales, nos guste o no.

¡Feliz resto de semana!

 

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