Cantada de tabla del director de cine Rubén Mendoza

Cantada de tabla del director de cine Rubén Mendoza

Mostró el regreso de aquello que se creía enterrado con la firma de la paz y a Duque le dijo que el cine debe existir aunque no sea negocio

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marzo 09, 2019
Cantada de tabla del director de cine Rubén Mendoza

Antes de leer su discurso inaugural que antecedió a su película Niña errante, el director Rubén Mendoza no dudó en decirle a Marta Lucía Ramírez que hubiera querido ver al presidente Iván Duque en su lugar y le recordó con mucha fuerza: el cine tiene que existir aunque no sea negocio.

Estas fueron sus duras palabras que levantaron los aplausos en la noche inaugural del Festival de Cine de Cartagena, a las que la vicepresidente y la ministra de Cultura Carmen Vásquez respondieron retirándose, una vez concluidas, del salón.

A la vicepresidenta, Marta Lucía Ramírez : “... pensé que venía el señor Duque, pero ya que está usted señora Ramírez, le pido que le diga que no siga el ejemplo de su jefe que se ufanaba de no ir a a cine...

Lo que yo quiero hablarle es con todo respeto. Gritar entre muchos a una persona es muy fácil. No soy quien para censurar pero preferiría que no se hiciera. Pero sí le quería decir señora Ramírez que no importa si el cine no es un negocio o una industria. El cine tiene que existir como una forma de expresión y de pensamiento de una sociedad. Como existen los parques naturales, como existe las agremiaciones, las fundaciones sociales. No importa que no sean negocio. Es mi pensamiento.

Yo escribí algo porque me va mejor así. Aquí estoy con gente que amo profundamente, dos años después de haber terminado el rodaje nos amamos más, y es muy difícil que cualquier cosa se atraviese sobre ese amor; pero ojalá que luego ustedes lo que sientan con la película, lo confirme y puedan hacer su propio criterio. La dictadura y la tiranía del pensamiento desde donde venga, por más progresista que se finja, no vale la pena...”
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Buenas noches Cartagena dentro y fuera de la maqueta, público del cine, gente de la comunidad cinematográfica, organizadores del Festival, animales del aire, del mar, de la tierra y del subsuelo, pájaros, lagartos, gente importante y políticos:

Un honor abrir este legendario Festival. Doy un saludo y agradecimiento especial a las dos pasadas directoras artísticas del mismo, Mónica Wagenberg, y Diana Bustamante, que lo llevaron a donde está. Saludo también a Felipe Aljure y el equipo inmenso que armó, y deseo lo mejor para esta versión y las que vengan, con él o después de él; el Festival por encima de quién esté al frente. Ojalá sea una gran edición después de tanto ruido y tanto peso.

Saludo con mucho amor a Tonina que hoy está de cumpleaños: siempre el cine me tiene lejos el 6 de marzo. Y aprovecho para saludar a su prima, Amalia, el amor de mi vida, encargada de suministrarme la luz para hacer esta película y el resto, y que me revuelca el corazón con solo pensarla durante sus cuatro años: nuestros corazones están conectados. Saludo a mis padres y especialmente a mi papá; hace dos años presentaba la última película de la que él pudo ver imágenes (cuando empecé a filmar en 2011, el mismo año en que él murió, el documental Señorita María, la falda de la montaña), y esta es de la última que tuvo noticia, pues alcancé a contarle la idea. Saludo a mi amigo y hermano y alcahueta y productor desde hace 16 años de mis trabajos Daniel García, saludo a mi equipo, o al equipo entero o al equipo del que soy parte, o al equipo del que soy, al equipo que somos. Saludo muy especialmente a Sofía Paz, Carolina, Camila y Lina, las hermanas medias en la película y ahora enteras afuera de la pantalla, que pusieron la cara, el cuerpo, el alma, el criterio, la voz, las gracias, el reclamo o el grito cuando lo consideraron pertinente: todo dio curso al proceso.

Cuando hicimos esta película parecía que venía otro país. Que ya podíamos concentrarnos en otras preguntas. Que la matazón como tal con la que habíamos vivido desde que no teníamos memoria, al menos esa forma de matarnos, estaba superada. Queríamos preguntarnos por ejemplo algunas de las implicaciones de atravesar un país de machos siendo mujeres, y, por acción u omisión, empezar a preguntarme de una manera más profunda y más formal, por el género supuestamente opuesto, en donde tanto me he movido desde niño. Y preguntar también por mi yo femenino, cultivado y vivo y vibrante felizmente en mí. Somos seres simplemente y la lotería del género determina tantas cosas de nuestra vida y nuestro destino. Así que como aprendiz, como siempre, durante 5 años estuve formulando preguntas: a familia, amigas, colaboradoras... un equipo en altísimo porcentaje femenino, delante y detrás de cámara, no como una especie de cuota de género sino porque para mis ojos y mi gusto, tantos de los mejores en un oficio son artistas mujeres y tuve el privilegio de que aceptaran acompañar Niña errante. Desde la directora de fotografía hasta las compositoras de la música pasando por la montajista y los consultores y consultoras batalladoras feministas en varias estancias de la película y en varios países. Punkys activistas que conocen la calle y sus laberintos, el corazón y sus misterios, los dolores y privilegios de su género. Así como a nivel espiritual y muy profundamente algunas heroínas, y mártires unas tantas, del arte, parte de la genética de esta película; entre muchas otras: Débora Arango, Sally Man, Margaret Artwood, Diane Airbus, Liliana Cavani, Margarite Yourcenar, Virginia Wolf, Doris Salcedo, Fanny Mendelssohn y muy especialmente Lucía Berlín, indispensablemente la poeta anarquista Judith Malina, y maravillosa, inmensa y brutalmente a la artista y fotógrafa suicida Francesca Woodman. Algunas calcadas en la película en cuadros, frases, sonidos.

En esta película filmamos más de 18 ríos. Algo así como 12 quedaron en el montaje final. Árboles vigorosos y descomunales, la piel humana como territorio, los gestos, los poros, los pelos, las muecas. Queríamos celebrar, desde mi ingenuidad y hasta donde llegara, asistir a ese cambio de poderes, al inicio del pago de la deuda con los brazos femeninos. A volver a un orden de las cosas, al orden matriarcal. Mientras el hombre ha tenido en sus manos el mando del mundo timoneado por la fuerza bruta, ha llenado todo contexto de la vida con aplausos y nombres de hombres. Los museos, las guerras, los honores. Y está cambiando, pese al evidente freno y retroceso recientes.

Estos últimos meses hemos visto cómo penetra de nuevo la energía machuna en la vida de todo. Cuando nos ilusionábamos de los contextos científicamente comprobados como más limpios cuando son dirigidos por mujeres, los bajos índices de corrupción de las instituciones regidas por mujeres, la prácticamente nula tendencia hacia la violencia en contextos liderados por mujeres, vuelve toda la arbitrariedad del macho a moverse por Colombia. Cuando nos ilusionábamos con la palabra de mujer por que la palabra de hombre está desgastada, se nos promete en campaña que no se subirán los impuestos para conquistar un cargo y a los tres meses sin ninguna explicación esa palabra no importa y no solo nos cargan de impuestos sino se pone a liderar la reforma a un hombre que se ha burlado de toda Colombia apoyado en el agua sagrada. Si se delata un Fiscal que habla de una manera tan cachaca y cuidadosa en público, pero en las grabaciones secretas es una alcantarilla verbal y moral, apurado por arreglar a los totazos expedientes untaditos de cianuro de no se sabe qué mano, y no se le remueve o se presiona desde arriba para que se largue.

Si las víctimas históricas de este desastre piden que un nombre específico no se tenga en cuenta para manejar la Memoria del conflicto de este país, se le nombra pasándoles de nuevo por encima, sin explicación, sin peros, revictimizándolos, burlándolos. Si se vuelve a ignorar como en las épocas de Armero y la represa El Sirpe, la peste verdadera que es Hidroituango y la gente que tiene en vilo, y a la que han matado, y la que está sentenciada de muerte por la naturaleza y la verdad oficial: las de los fumigados con SMAD. Gracias a Hidroituango y a otras circunstancias de abuso, muchos de esos ríos que filmamos, solo a dos años de haber terminado de rodar, ya son sus cadáveres, incluido el Cauca que sale de reojo en Niña errante.

Se vuelve a considerar que armar al hermano, armar al vecino es sinónimo de seguridad, de poder convivir, sin medir que vuelve a ser oficial la presión dentro de los hogares (para muchas mujeres, niños, miembros de familia la mezcla hombre y arma es letal, cuando no hombre borracho y arma), que vuelve cualquiera a poder poner la vida de otro en juego, por animadversión, por sospecha, por capricho. Vuelven las balas a penetrar de nuevo a esa hembra herida que es Colombia, extenuada de ser violada históricamente por machos insensibles.
Se ve caer un líder como caen las moscas, y así pasamos. Muchos más líderes sociales muertos en Colombia que los que han sumado todas las revueltas en la reciente crisis de Venezuela. Y acá empeñados en “ayudar” antes al pueblo venezolano antes que cumplir con la obligación del Estado con nuestros niños vecinos hambrientos de La Guajira, antes que cuidar a nuestros líderes, antes que sanar a nuestras mujeres: finalmente todos tenemos un solo chance en esta vida, y el derecho de vivirla tan bien como podamos. Hombres viejos que de centro poco y de democráticos menos, reabren el debate del aborto, sin mujeres, el bizantino debate de la dosis mínima, la posibilidad de volver a legalizar la caza deportiva (si es que eso existe)... por solo nombrar algunas pestes. Un retroceso de 100 años.

Por lo tanto no sé que tan bien las preguntas que estaban planteadas en esta película puedan ser vigentes hoy. Una sola atraviesa todo el proceso y todo el resultado: Amor. Amor al plantearla, al desarrollarla, al escribirla, al consultarla, al buscarla, al rodarla, al motnarla, al terminarla.
Ríos de amor que aún hoy duran. Que dan para salvarnos de las aguas podridas del odio y de otras fuerzas.

Yo no me bajo del sueño, sin embargo y al cine vinimos a soñar así sea con nuestras pesadillas.

Muchas gracias por venir hoy. 

Ojalá les hable al oído con amor esta película.

Rubén Mendoza.

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