Diego una vez, poco antes de arrancar el mundial de Italia 90, se le plantó a su técnico, Carlos Salvador Bilador, lo miró a los ojos y le dijo "Narigón, si el Cani no juega yo no voy en este mundial". Bilardo quería jugar ese mundial practicamente sin delanteros. Pero Claudio Paul Cannigia era de otro planeta. Si bien el brasilero Careca en el Napoli, Burruchaga y Valdano en la Selección, se entendieron a las mil maravillas con Diego, el rubio y ágil delantero fue el complemento perfecto para los pases del 10. Le marcaba las diagonales como ninguno. Esa compenetración quedó inmortalizada en este jugada con la que sorprendieron a Brasil en los octavos de final del mundial del 90, uno de las mejores jugadas de Maradona en todos los tiempos:
Cani era hermoso, rebelde, rockero. Aún hoy dice que sólo escucha a los Stones. Tenía una pinta extraña, rara, que acá en Colombia llamaba mucho la atención, sobre todo a las mujeres que suspiraban por él. En los noventa el machismo en el país era absoluto y las mujeres llamaban al fútbol "la novela de los hombres" era raro ver mujeres afiebradas por ese deporte. Sin embargo, por la belleza del Cani, muchas se volvieron fan de Argentina
El hijo del viento lo llamaban. Es que en su juventud batió records regionales en los 100 metros. Cani volaba literalmente. Fue un indisciplinado glorioso, ídolo del Rangers de Escocia, de Boca, de River, uno de los jugadores a los que mejor les sentó la camiseta de la Argentina. Jugadores con esa mística ya no existen en el fútbol mundial.
Cani vio por última vez a su amigo Diego a comienzos del 2020 en el camerino de Gimnasia y Esgrima de la Plata y así lo saludó: