A pesar de vivir en el extranjero, llevo varias semanas siguiendo la evolución de las candidaturas a la alcaldía de Cartagena. Varios me preguntan por qué te das mala vida si tú no vives allá. La respuesta es y será la misma: hay gente talentosa en Cartagena que merece una oportunidad de tener una mejor suerte, sobre todo las nuevas generaciones de profesionales, cuyo único sueño es, infortunadamente, irse de la ciudad, ya que no encajan en ese micro mundo feudal lleno de anarquía, corrupción y mediocridad.
Mientras tanto, el periodismo local, el cuarto poder, el encargado de balancear la ecuación, mira desentendido las alianzas de las casas políticas cartageneras vinculadas a la corrupción y al paramilitarismo.
William García Tirado, Yolanda Wong, Vicentico Blel, Hernando Padaui, William Montes, líderes barriales mercenarios y mucho, pero mucho lagarto, están aceitando la maquinaria ante los ojos de una ciudadanía impávida e imberbe que solo le interesa lo banal como si estuvieran en un concurso del chico o la chica simpatía: la tarima, la camiseta y la gorra gratis, el cantante de champeta, los refrigerios, la fría (cerveza), el sancocho y la promesa de la OPS. El populacho está metido en la olla de presión, ablandándose. Los politiqueros corruptos saben que una ciudadanía y un periodismo complaciente que no increpa son presa fácil; lo disfrutan como el tiburón blanco juega con su presa por un rato antes de devorársela. La escena está rodando, solo falta el toque religioso: Jhony Copete (el pastor estrafalario que, en 2017, llegó a su congregación montando un caballo de 100 millones de pesos) entra en escena y bendice a Vicentico Blel y a William García, mientras los dos cierran los ojos como buenos creyentes. ¡Que carajos!, todo vale por lo visto. Desde tiempos inmemorables la iglesia cristiana y los políticos se han usado mutuamente. A los cristianos (todo el que cree en Cristo) acérrimos les sugiero que lean Hechos 8:18, de ahí se deriva la palabra Simonía: compra y venta de favores de la iglesia.
En la ciudad muy pocos están interesados en los planes de gobierno. Nadie increpa, ni saben que existen, lo cual no sorprende dado el pobre desempeño en educación que tiene la ciudad y que se corrobora con (a) un porcentaje de abstinencia en las pasadas elecciones del 77.4% y (b) el 70% de los que votaron pertenecen a los sectores menos favorecidos. Con excepción de los programas de los candidatos Sergio Londoño Zurek y Jaime Hernández Amín, ninguno tiene un plan de gobierno estructurado, con diagnóstico de cómo está la ciudad actualmente en cifras, cómo se financiarán los proyectos y la visión de ciudad que tienen. Al oír a los periodistas de programas radiales, o ver en las noticias que cuelgan en las redes, uno se pregunta: ¿Cuántos de los periodistas cartageneros y miembros de la academia local (especialmente, de los programas de economía, administración, política y ciencias sociales, entre otras) se han puesto en la tarea de leer, analizar y dar un concepto de cada uno de los planes de gobierno de los candidatos? ¿Será que alguien quiere hacer un debate entre los candidatos (no tienen que ser todos a la vez)? ¿Será que los periodistas pueden hacer las preguntas incómodas que permitan que los ciudadanos sepan quién es quién, basados en propuestas concretas con cifras y no en populismo?