Es cierto que algunos personajes de radio viven recitando como oración, que la política es dinámica y muy avanzada en cuestión de escándalos y movimientos, pero no se atreven a decir al aire que los que se jactan de manipular las formas de hacer política son las personas menos indicadas para generar reacciones morales, educativas, de respeto entre hermanos, de formación intelectual, de cultura, de convivencia, de solidaridad y de opinión, ni mucho menos de paz entre las comunidades, cuando a la luz pública y en redes sociales esgrimen barbaridades, rencores esquizofrénicos, acusaciones mal intencionadas que no tienen ningún fundamento ante los entes jurídicos, a la vez que representan inconsistencias al ojo de la rectitud y las buenas costumbres del pueblo colombiano, recayendo directamente en la fe pública de quien conduce bien o mal la nación.
Los colombianos estamos dados al maltrato psicológico, físico, moral y de asistencia que aguantamos reservándonos al margen lo que sucede entre quienes manejan o han manejado el destino pútrido del país, que, con el solo hecho de una invitación a plaza pública corremos como borregos a compartir palabras zalameras inyectadas con procesos ideológicos que apalancan oraciones que se inoculan en lo profundo de quienes están allí, llegando a creer que todo será posible en el futuro a tal punto que se apuesta por ello.
Pero qué realidad tan falsa y venenosa, que como pusilánimes llegamos a tal estado falto de criterio personal, sin un poquito de ésa astucia y análisis indígena, volviendo a caer en fracaso y con el mismo. Es una imagen que a diario se ve en nuestros pueblos, corregimientos y en las ciudades pero en el sector marginal. Son sitios específicos que representa un tesoro, una guaca una beta por la que los políticos se arriesgan, que no los dejen esbozar sus proyectos o les tilden de bárbaros –caso Lleras en Arauca, Paipa, Antioquia y otros- reafirmándolo no con máquinas costosas, sino con palabras aderezadas que hacen mella en la pobre y sensual mentalidad de nuestros residentes, acompañadas de tamal y cualquier fritanga, que después representará la más costosa represión en ingresos, expropiación del campo, desempleo, desplazamiento por cuenta de la minería, abusos a la libertad pública y de género, impuesta por quienes aplaudimos y sentimos creíbles según la exposición de motivos de cambio social y material, y de bienestar para las comunidades olvidadas del panorama geo existencial.
Es tan cobarde la forma de hacer política en nuestro querido y acogedor país, que los dirigentes o ex dirigentes asesorados por un grupo inescrupuloso disque de gurús de la mercadotecnia, llegan a contaminar y distorsionar aún más el pensamiento de la ingenuidad colombiana –ingenuidad propiciada por falta de educación- llenando las veinticuatro horas con tuis vergonzantes llenos de espuma y odio contra quien rige los destinos de la patria boba, sin llamarse a consideración que no es contra el mandatario actual sino contra la población colombiana. Porque a nivel nacional e internacional no tildan al representante de los colombianos como acopiador de dineros calientes o ser partidario de hackers, nazis o de chuzar entes de control, recibimos los oprobios los cuarenta y siete mil habitantes que residimos en el país del sagrado corazón. Lo sentimos cuando salimos de Colombia a Estados Unidos, España, Francia, Medio oriente etc. Nos revuelven hasta las vísceras.
En conclusión, nuestros mandatarios como Uribe, Santos, Pastrana y todos los que han secundado los gobiernos tienen la cuota de lo que está pasando dentro y fuera del territorio. Asesinatos a jefes políticos, el mal uso de la fuerza pública contra todo el que quiera hacer valer la constitución, atropellos de las policías aduaneras a donde se llegue, tergiversación de los canales de respuesta a los problemas de la sociedad, pérdida de respeto hacia las autoridades judiciales, de control y de presidente por la ciudadanía, conformación de grupos al margen de ley y terrorismo, violencia urbana, nuevos focos de guerrilla y paramilitarismo, así como de corrupción en los entes militares y altas cúspides nacionales.
Todo lo negativo que le sucede a nuestro territorio y a su pueblo tiene la firma de presidentes y expresidentes por el continuo y muy alocado modo de hacer política, tanto en los medios como redes sociales y entrevistas, al incurrir en difamación, abuso de poder, calumnias sin respaldo probatorio, donde un protagonista judicializa y la contra parte se defiende, donde un ente de control que debe dar continuidad a las buenas costumbres pelea con la contraparte, mientras que otros atizan faltando a la responsabilidad social y de criterio propio.
Esta es la clase de gobernantes que nos dan disque ejemplo moral y ético, y quienes tienen el descaro de presentarse como redentores. ¡Y el pueblo todavía no se sacude! Cuando ni ellos mismos definen sus propios contrasentidos.
-POLARIZAN LA VISIÓN DE LA POBLACIÓN A LA CUAL REPRESENTAN, pero quieren votos y más votos. No alcanzan a entender –por las ganas de pelea y odio- que entre más exista esta clase de improperios de parte de alguno de los líderes, las huestes declinan su intención de respaldo. ¡Será posible tanta ignominia!
Fotografía; Friki.net