Si algo caracteriza esta campaña presidencial es que aun los candidatos con capacidades para ejercer la presidencia del país tienen el gran problema de estar muy mal acompañados. Es difícil entender esta falta de olfato político o de conexión con sectores importantes de la sociedad colombiana, que les ha impedido a todos ellos ver los costos innecesarios que han asumido al tener el respaldo de personajes que crean desconfianza. El caso más dramático es el de Humberto de la Calle. Sin duda el mejor candidato, por su experiencia en el Estado, por su trayectoria, por sus logros, por su vida misma, pero ha cometido el tremendo error de ser el candidato de César Gaviria, sin duda el expresidente que pasará a la historia como el sepulturero del Partido Liberal.
Le sigue Marta Lucía Ramírez. Cómo se le pudo ocurrir revivir al expresidente Pastrana, a quien una gran parte del país rechaza por sus ejecutorias como el fracaso del Caguán y por sus innumerables salidas en falso. Pero también cae en este grupo Iván Duque, un hombre capaz, sin duda, pero que lo han precipitado en lo que puede ser una carrera política muy exitosa; sin embargo, se ve absolutamente dominado por el expresidente Uribe, quien genera también rechazo en por lo menos la mitad del país.
Germán Vargas es caso aparte porque sus acompañantes son nada menos que los símbolos de la corrupción política representada en muchos de los políticos que promueven y apoyan su llegada a la presidencia del país. Una manera de sintetizar su proyecto político es definirlo como la consolidación de lo peor que tiene la política colombiana, la cual es necesaria erradicar. Para muchos colombianos, lo acompaña esa forma de entender la política que le ha hecho tanto daño a Colombia.
Germán Vargas es caso aparte
porque sus acompañantes son nada menos
que los símbolos de la corrupción política
El señor Ordóñez es la representación de la vuelta a un pasado que nadie sensato quiere vivir en el siglo XXI: la intolerancia, la religión mal entendida, la misoginia en su peor expresión, el odio hacia todo lo que se aparta de sus absurdas convicciones. Esto que lo acompaña lo hace un candidato no deseable para un país que quiere cambiar. Es el pasado negativo, donde la religión católica ejercía su poder para incentivar la violencia política, lo que acompaña a Ordóñez.
De Fajardo es difícil hablar porque él no está ni con Uribe ni contra Uribe, él está solamente con él y en ese proceso está simplemente acompañado por el Partido Verde a través de Claudia López y por el Polo gracias a Robledo.
Para no seguir en la lista, es obvio el pesimismo y peor aún, la desconfianza con que muchos miran esta campaña presidencial. No es que no tengamos buenos candidatos, sino que sus errores al buscar el apoyo de personajes cuestionados o de sectores cuyos comportamientos no son los deseables, han dado señales muy negativas que les quitan votos. O les faltó carácter para afrontar solos esta difícil contienda, o están desconectados de lo que piensa la sociedad colombiana. No se sabe, realmente, que es peor cuando se trata de elegir a quien manejaría este país en uno de los momentos críticos de su historia moderna.
Si es debilidad lo que los llevó a buscar semejantes apoyos, es necesario que sepan que esto es lo último que debería mostrar alguien que quiera manejar el período crítico que se avecina en el país. Y si es falta de conexión con realidades nacionales, esta es una pésima señal para alguien al frente de una sociedad tan dividida como la colombiana.
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