En menos de cinco meses, el domingo 29 de mayo, Colombia estará votando por otro presidente; uno que ojalá desde el inicio tenga la claridad y la convicción de que su oportunidad tiene fecha de caducidad, que dura tan solo 4 años, poco tiempo al todo o nada, una ocasión ciertamente pasajera, la única de su vida, y la única en algunos casos para millones de vidas de otros.
Ese día lo más probable es que el debate se centre con serias posibilidades en Federico Gutiérrez, Gustavo Petro, otra vez, y Alejandro Gaviria o Sergio Fajardo. Los demás, entre una lista que cuesta mucho de los impuestos que servirían para mejores fines, concurrirán fundamentalmente para poner en sus hojas de vida que fueron candidatos o precandidatos, dejando ver que los políticos y empresarios con ganas de ser políticos crecen en la convicción de que cualquiera en el desbarajuste puede mandar, aunque carezca de la condición mental mínima requerida.
La campaña verdadera empieza ahora. Hasta el momento los candidatos con opción solo han regado pistas o silencios en el aire, cosas que incluso llevan a confusión sobre su estilo, conocimiento, o interés real ideológico. Si es prácticamente imposible hacer una buena película a partir de un mal guion, qué decir de lo que resulta en el gobierno de quien fue en su oportunidad un mal candidato, un candidato de lugares comunes o cartas tapadas.
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Siempre se dice que esta vez el país sí está cercano al más peligroso abismo, que se lo tragará la izquierda o la ultraderecha, y que para colmo el centro no sabe qué hacer o carece de fuerza
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Siempre se dice que esta vez el país sí está cercano al más peligroso abismo, que se lo tragará la izquierda o la ultraderecha, y que para colmo el centro no sabe qué hacer o carece de fuerza; el reloj del apocalipsis llegó al toque final y nunca antes en la historia política existió un momento de decisión más importante.
Aunque esto carezca de toda realidad y más bien resulte una usual estrategia de las campañas, lo que sí es innegable es que quien gane (si así puede decirse de quien reciba el mando de un país en tiempos tan complejos), tendrá que vérselas entre otros asuntos con más de cuarenta por ciento de la población en condición de pobreza; un país con aterradores registros de corrupción de la clase política, de ocupantes de cargos públicos, incluso en alianza letal con grandes empresas y grupos que concentran las mejores estadísticas de la economía; un país clavado en evidencias vergonzosas de impunidad, de descrédito y amiguismo en los organismos de control.
Un país, por otra parte, sometido a la concentración de poder real, intimidatorio y territorial de bandas criminales; un país que deforesta y contamina el ambiente como vicioso; un país cundido de trámites de aspecto colonial contra la ciudadanía (los más paquidérmicos, inusuales y exóticos de cualquier otro que esté en la OCDE); con distancias intolerables entre la calidad de la educación privada y pública; un país en el que es cotidiana e indiferente la muerte de activistas sociales y de campesinos, un país con deteriorado registro en su atención a los derechos humanos, un país, en fin, que no siendo el peor paria ni el mejor embajador figura en los registros del mundo como el más de tal y el menos de tal, casi siempre entre extremos que gobierno tras gobierno no reciben solución a fondo, un lugar que es el nuestro, que duele y emociona, en donde trabajamos y en el que la gran mayoría deberá permanecer porque no tiene tanto para irse si realmente el país se desbarrancara, ni tan poco como para dejar tirado.
Entre todo esto, algunas preguntas cabrían foro tras foro a los candidatos con opción:
¿Sabiendo de entrada que 4 años de gobierno son poco ante el panorama complejo, intentará usted quedarse más tiempo en el poder?
¿Permitirá que los políticos corruptos y los corruptos de alto vuelo sigan eligiéndose, contratando, gobernando en cuerpo ajeno, gozando de privilegios, de detenciones en sus casas o en guarniciones militares con comodidades?
¿Qué preservaría del actual gobierno? ¿Cree que el gobierno actual ha deteriorado las condiciones de la institucionalidad y la democracia; si es así que hará para dar vuelta a la situación?
¿Promoverá una asamblea constituyente?
¿Intentará diálogo con bandas criminales, disidencias y ELN; bajo qué condiciones? ¿Estaría dispuesto a darle al ELN lo mismo que las FARC, o más en la negociación?
¿Qué hará ante la situación profundamente precaria y desestabilizadora de cerca de 2 millones de inmigrantes venezolanos respecto de quienes por razones que parecen más políticas que humanitarias, se estableció una frontera de paso totalmente abierta pero casi ninguna medida efectiva de control, integración o sanción en casos necesarios?
¿Reconfigurará las relaciones con Venezuela; las cerrará del todo?
Aunque se sabe que contestará que no y luego hará lo contrario ¿Pondrá más y nuevos impuestos? ¿Cuántas reformas tributarias cree que requerirá su gobierno, y bajo qué denominaciones?