Es importante reconocer los esfuerzos de los diferentes líderes mundiales para mitigar los efectos del calentamiento global. Sin embargo, es increíble que el único país que desacata las iniciativas de la humanidad es el liderado por el polémico señor Donald Trump, aclaro que el tema no es nuevo, es una posición ya reconocida en diferentes mesas de trabajo.
En Colombia tenemos el mismo problema. Creo que todos estamos de acuerdo en realizar actividades para proteger la humanidad de un cataclismo climático, pero después de todos los discursos, posterior al café de la tertulia, ya en el sofá de la casa, los ánimos se enfrían y todos nos olvidamos del problema tan serio que nos amenaza.
Es fácil ver alcaldías cortando árboles, ciudades enteras permitiendo construcciones a las orillas de las quebradas, a la ciudadanía usando plástico indiscriminadamente y planes de ordenamiento territorial manipulados por constructores. Muchos de ellos están construyendo en todos los puntos cardinales de los municipios, acabando las zonas rurales, destruyendo las fuentes hídricas... en fin, haciendo obras legales que tienen como resultado que las ciudades crezcan como una mancha de aceite, contrariando los principios de la movilidad sostenible, donde se requieren ciudades concentradas para evitar gastos en nuevas redes de alcantarillado, acueducto, en general de los servicios básicos. Por ejemplo un nuevo barrio en las afueras de un municipio implica mayor recorrido de los vehículos recolectores de basura, mayores costos para llevar la energía, el alumbrado público y el tema central, graves problemas de transporte.
De manera superficial hemos dado a conocer que todos queremos una ciudad limpia, con buenos servicios públicos básicos y con un transporte eficiente. Sin embargo, el crecimiento de las ciudades, el cual es indiscriminado y sin planeación en la mayoría de los municipios, pone en riesgo esa promesa de bienestar.
Estamos de acuerdo en que una cosa es lo que pensamos cuando nos muestran un oso polar agonizando en el polo norte, pero otra bien diferente es lo que hacemos en nuestra casa, en el trabajo. No analizamos la contaminación que generamos con nuestros medios de transporte, el uso indiscriminado de vehículos particulares, los procedimientos no certificados de las empresas, entre muchas variables que dejan en el mostrador la bipolaridad que sufrimos los colombianos, sobre todo con los temas de la movilidad sostenible.
En lo local, para transportarnos necesitamos caminar, usar la bicicleta o medios alternativos que no promuevan vehículos que usen combustibles derivados del petróleo, pero la industria automotriz es una de las que más crece en Colombia. Según estudios del BBVA Research, al 2018 Colombia contaba con más de 13 millones de vehículos. De esa cifra el número de motocicletas redondea los 8 millones de unidades.
Además, según los datos del Runt y el análisis de la organización Andemos (Asociación Colombiana de vehículos Automotores), en el año 2017 se vendieron 238.238 vehículos y en el año 2018 el resultado fue de 256.662 unidades, con un incremento del 7.7% . Si se sostiene esa tendencia aumentaremos en el 2019 por lo menos un 8% el número de ventas, lo que deja bien en claro que el vehículo impávido se sigue vendiendo, que las construcciones se siguen haciendo en diferentes sectores y no se sabe cuándo se tomarán medidas para evitar el impacto negativo para una ciudad que se ahoga en trancones, siniestros viales, andenes invadidos de carros estacionados, infracciones de tránsito, vías inseguras, escasas vías, exclusión de los peatones y ciclistas, los cuales curiosamente son los que tienen la prelación en cualquier sociedad responsable.
Todos nos quejamos de los trancones. Los conductores de vehículos particulares se autoproclaman víctimas de los problemas de movilidad, de la falta de planificación de las ciudades, sobre todo en las horas pico. Empiezan las redes sociales a recibir insultos de los conductores que estando sentados en sus vehículos, con aire acondicionado y escuchando alguna canción, pero exigen que puedan tener mayor velocidad para llegar a sus casas o a sus trabajos, un problema muy serio porque este dinosaurio en una cuadra normal llega a tener en el atasco no más de 40 vehículos, casi todos con el conductor, con pocas excepciones llevan un acompañante. Esto quiere decir que esa congestión de cuarenta vehículos por cuadra solo le soluciona el problema a cincuenta personas que van sentadas cómodamente chateando a sus grupos de Whatsapp y enviando mensajes de que se deben destituir los alcaldes y liquidar los organismos de tránsito, porque su ego no puede exceder los límites de velocidad en las horas pico.
Les tengo muy malas noticias para esta especie en vía de extinción, el pasado mes de junio las ventas de vehículos crecieron en un 6 % comparadas con el año 2018. Es decir, mientras que en junio del año anterior se vendieron 18.324 vehículos en las congestionadas ciudades colombianas, en el mismo mes del año que transcurre se han vendido 19.489 unidades, pero siguen las mismas vías en el 90% de las ciudades colombianas.
Debemos tomar medidas urgentes frente al crecimiento indiscriminado de vehículos particulares. También se deben tomar medidas con el alto número vehículos viejos, obsoletos y desvencijados que circulan por todas las vías nacionales, con revisión técnico mecánica vigente inclusive pero que son una contradicción a los principios de la seguridad vial activa y pasiva, y también entorpecen cualquier gestión de los planes estratégicos y el Plan Nacional de Seguridad VAial.
Señores candidatos, aquí les dejo la inquietud, sus equipos tienen la palabra.