Candidato Duque, "lo invito a que reconsidere su candidatura"

Candidato Duque, "lo invito a que reconsidere su candidatura"

"Aún puede hacerle frente a su patrón, aún puede voltearse a sus malhechores e imponer sus ideas"

Por: Carlos Felipe Suárez
abril 18, 2018
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Candidato Duque,
Foto: Twitter @IvanDuque

En días pasados han emergido de todos los rescoldos y bastiones políticos —por no mencionar las trincheras económicas y administrativas— cartas dirigidas a su persona, el actual candidato del Centro Democrático, o lo que es lo mismo, “el que dijo Uribe”. En vista de ello, es preciso aclarar que la intención de este texto no es medirse con las cartas de eminentes políticos, “verdaderos” egresados de Harvard, excompañeros de trabajo suyos, ni otros escritos provenientes de aquellos que más parecen ufanarse de cierta posición para “tener el derecho” de hablar, que dirigirse a su persona. Esta carta, por el contrario, obedece a un mero ejercicio de libre expresión ciudadana —con el riesgo de desagradar a algunos queridos amigos y familiares— al respecto de su accionar en su candidatura presidencial.

No obstante, podría empezar al decirle que si en algo se puede coincidir con la opinión de algunas de las cartas citadas es que usted goza de un aparente buen nombre como abogado, analista y economista en los trabajos que ha desempañado. Usted coincidió en el Banco Interamericano de Desarrollo con un par de familiares míos, muy queridos y admirados; dos personas ampliamente preparadas y que ostentan una calidad ética y profesional envidiable. De ellos hemos recibido, en el conjunto familiar, la mejor opinión sobre sumercé, pues su nombre solo ha sido empleado para exaltarlo como gran profesional, especialista y persona. Pero si lo que nos cuentan ellos es cierto, yo he llegado a dos sencillas conclusiones:

1. Usted ya no es el mismo que ellos conocieron —situación fácilmente imaginable después de haber pasado por aquella mazmorra de leguleyos que es el honorable Congreso de la República—.

2. Usted sabe fingir muy bien, ya sea para haber engañado durante años a sus excompañeros de trabajo o para estar engañándose a usted mismo en aras de sus aspiraciones políticas, o bien para engañar al patrón y su bancada.

A continuación me propongo explicarle este razonamiento de manera sucinta, pero no por ello sencilla.

En vista de recientes acontecimientos —famosos por demás— es apenas natural que pongamos en duda la supuesta calidad ética que tanto enarbolan su partido de turno y las personas que han trabajado con usted. En primer lugar, haciendo eco de un bochornoso adoctrinamiento uribista se ha dado el lujo de demostrarnos su fehaciente imparcialidad frente a temas que pudiesen —¡por fin!— llevar a la cárcel al expresidente Álvaro Uribe Vélez, en caso de que fuese encontrado culpable de la larguísima lista de delitos por los que se le investiga.

No se precisa hacer gala de profundos conocimientos penales para saber que, bajo un hipotético nombramiento como jefe de estado, su deber sería dar libre vía a los cientos de procesos judiciales en contra del jefe del Ubérrimo y su séquito de colaboradores (¿cómplices?), no entorpecerlos en virtud de lo que usted sienta o crea. En consonancia, su cobarde respuesta en la que afirma que “cree ciegamente en el doctor Uribe” solo ha contribuido a dibujarlo como una persona sin criterio, sin honor, sin ética ni estética, y sin la capacidad de desarrollar un gobierno lejos de la figura de un personaje tan altamente cuestionado. Lo más sensato pues, apelando al buen nombre que le ha acompañado, es que se deslinde de un círculo político tan vilipendiado y que, por primera vez en su corta carrera política colombiana, se cree una imagen propia, lejos del cálido y apestoso velo de su padrino.

Del mismo modo quisiera invitarlo a que se cuestione al respecto de las desafortunadas contradicciones que, de pronto y súbito, han aparecido estropeando su bamboleante caminar. ¿Considera usted que mejora su imagen al echar para atrás medidas progresistas, que lo hacían figurar como el único medianamente razonable y dispuesto a vivir en el siglo XXI de su bancada partidista? Retirar su proyecto sobre la dosis mínima, retractarse sobre su consentimiento frente al matrimonio igualitario, su incapacidad para defender su postura frente a los POT —donde sale bien enlodado su patrón y sus hijos—, reconsiderar su posición frente al fracking y la extracción desmesurada de hidrocarburos, son clamorosas razones para sustentar las conclusiones que arriba le mencioné: o ha cambiado para mal o está fingiendo en cualquier sentido.

Si lo que sucede aquí es, como se ha especulado por ahí, que está ganándose la confianza del patrón y “sus buenos muchachos” para después empezar a actuar por su propia cuenta y adelantar los proyectos que ahora desestimó, recuerde que esa práctica también puede acarrearle severos dolores de cabeza y recriminatorias comparaciones con Judas, y Santos por supuesto. Le ruego que lo reconsidere, pues hacer enojar al jefe —y deidad— de su partido puede acarrear muy peligrosas consecuencias. Las “casualidades” que favorecen a Uribe son muchas y muy variadas.

Haciendo un llamado a su formación académica, aquella en la que se esmeró más de 5 días hábiles, le propongo que recuerde que un abogado con “estudios mayores de filosofía y humanidades” —de la Universidad Sergio Arboleda— debería estar al tanto de que una campaña presidencial no se construye con mentiras, como el “castrochavismo”, ni con sofismas tales como “producir conservando y conservar produciendo”, un mote cansino, soso e inverosímil que además no ha logrado explicar ni sustentar jamás.

Suponiendo que tanto usted como yo compartimos algún tipo de formación académica en filosofía y ciencias sociales —según dice su hoja vida—, le invito a que se cuestione sobre si la crítica del juicio, de la razón práctica o la razón pura, le permitirían a un “profesional intachable” y un “modelo de conducta”, fincar su candidatura presidencial en el seno de un partido político cuyos exintegrantes están ya presos o estableciendo una tradición de evasión de la justicia, por inapelable impunidad de su jefe, o buscando injustificables asilos políticos en países ajenos. Valiéndome de los ingenuos principios rousseaunianos que rigen mi pensamiento social, le ratificaré que no dudo que usted pueda aportar al país, que prefiero pensar que es un profesional que, en defensa de la meritocracia y no de sus muy favorables conexiones políticas, familiares y fraternales, se ha esforzado como la gran mayoría de individuos de este país por ir alcanzado metas, y que en definitiva es, lo que mi abuelita llamaría, “un buen tipo” que aún está a tiempo de enmendar su participación en la historia de nuestro país.

Por las razones que aquí se han descrito, y por sentido común, me uno al llamado de otros conciudadanos y le ruego que reconsidere su candidatura presidencial. No apelaré a los discursos sosos e injustos de aquellos que lo condenan por no tener experiencia, pues como joven también sufrí los embates de la paradoja laboral que fundamentaba su elección en la experticia, razón por la que me decanté por la academia.

En fin, para mí no es tan importante que haya o no gobernado antes, yo creería en un joven cuyas propuestas ayudaran a alivianar la pesada carga de improductivas tradiciones gubernamentales de este país que, gracias a esa caterva de retrógrados dirigentes, va rumbo a ocupar los primeros márgenes de desigualdad social en este ya desigual planeta. No, no lo juzgaré ni por su edad ni por no tener una tradición de mandatario, lo juzgo porque su campaña usa todas las artimañas deleznables del pasado y se finca en una supuesta visión progresista que pretende regir este país bajo preceptos anteriores a la ilustración.

Yo lo invito a que reconsidere su candidatura porque aún puede hacerle frente a su patrón, aún puede voltearse a sus malhechores e imponer sus ideas, porque no creo que su anhelo sea pasar a la historia como el presidente más joven del país, el cual subió al poder a ser reprendido públicamente por un envejecido expresidente y su cohorte alcahueta. Como entiendo que tiene toda la maquinaria a su favor y una amplia posibilidad de ser el próximo presidente de este terruño le ruego que le de la vuelta a la situación y se haga cargo de su propias decisiones o se retire de la contienda.

Asumo que si este texto llega a sus manos y se toma el tiempo de leerlo, aunque sea un poco, le removerá la conciencia; a menos claro que como el exministro de Relaciones Exteriores, Guillermo Fernández de Soto, me espete en la cara que “no hay que confundir la moral con la política”.

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