A mediados de octubre del 2007
encontraron el cuerpo del estudiante
Luis A. Pérez Mercado fusilado.
Estaba vestido con ropas militares.
Ese mismo día por la mañana en la
clase de literatura había escuchado
al profesor Heredia hablar sobre la muerte
de un poeta que decía era muy bueno.
Cosa de otro tiempo en época de guerra.
El profesor Heredia les había contado la vida
de este hombre que escribía canciones de gitanos
y hablaba con el viento y con la Luna.
Escucharon de su boca la historia de su muerte.
Federico García Lorca, el poeta gitano
había muerto recitándole a la noche.
Fue un guardia con sombrero de tricornio
quien le quitó la vida, dijo Heredia con voz entre-cortada
Luis quedó sin habla imaginando lo que habría pensado.
Pero en Soacha no hay gitanos ni es España
ni tampoco, hay guerra ni hay tricornios.
Luis y sus amigos salieron del colegio meditando
en el camino no encontraron nardos por el suelo,
ni árboles de oliva, ni espigas amarillas, ni limones
que pintaran de color el agua de los ríos.
Algunas piedras se encontraron regadas en desorden,
pasaron caminando junto a un árbol de eucalipto florecido
de ahí doblaron por el atajo que los llevaría
a sus casas al terminar el día.
Dejémoslos que pasen les dijo Luis a sus amigos
cuando vio el pelotón de soldados al otro lado del camino
se miraron pensativos, curioso, asustados.
Aún era de día, muy temprano para ver la Luna.
El sol de venado hizo que los soldados
miembros de la Brigada Móvil 15 del Ejército
proyectaran sobre ellos sombras largas
a manera de guadañas.
Eran las seis y quince de la tarde cuando los mataron.
Qué iba a pensar Luis A. Pérez Mercado
que esa tarde yacería con los hermanos
Jaime de Jesús y José Antonio Agudelo
sin vida, con la mirada seca y la cara contra el suelo.
Habían sido ejecutados por la espalda y
luego los había vestidos de fatiga.
Luis se murió con el pesar de no
haber podido despedirse de la Luna.