Desconcertante ver a un hombre joven en la Jefatura del Estado tan amarrado y tan subordinado a la voluntad de otros. Y sobre todo tan dependiente de la mentira ajena y de las propias para poder sobreaguar en momentos de tantas dificultades para el país, para su jefe natural, para su partido y para él. Igual, es desconcertante que no sea capaz de controlar sus odios, o los ajenos cuando estos circundan su prestado solio.
Hay tantos ejemplos de lo que arriba manifiesto que no sabe uno por dónde comenzar. Pero ensayemos por lo menos con dos por hoy, porque sí habremos de seguir señalando todo lo indignante. No puede haber vuelta de hoja.
Caso Frank Pearl. Hombre probo, generoso, profesional destacado que además de haber sido ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible, prestó sus servicios a la paz de la nación; sus buenos oficios condujeron al acuerdo con las Farc-EP. Economista de la Universidad de los Andes con dos maestrías, una en administración de negocios en la Escuela de Negocios de la universidad de Western Ontario, Canadá; la segunda en administración pública en la Universidad de Harvard. Fue escogido por unanimidad por la junta directiva de Asocaña, gremio nacional de los azucareros, como su presidente, después de haber sido seleccionado por una prestigiosa empresa cazatalentos. Pues bien: el lunes 25 de mayo Asocaña informa al doctor Pearl que ha sido nombrado; la noticia se difunde por los medios. El viernes 29 de ese mismo mes, es decir, en la misma semana de su selección, se comunica que ha sido revocada su designación. ¿La razón? Se sintetiza en una carta sin firmas dirigida a Mauricio Iragorri Rizo, presidente de la Junta de Asocaña, que en alguno de sus apartes dice a propósito del nombramiento de Pearl: “Se falta a la memoria incluso a la dignidad, cuando se entrega el control de nuestro gremio a una figura que representa el Santismo puro, a un acuerdo de paz imperfecto que en su contenido tiene una reforma agraria nefasta para nuestro Valle del Cauca y el país entero”. ¿Pero la verdadera razón detrás de esta pirueta inmunda? Sencillo: el odio. La pasión. El sectarismo ciego. Y sí que Duque tuvo que ver; acompañado e impulsado por compinches de aquellos de los que se rodean y dependen los medianos mandamases de turno. Y se conocen los nombres de los impulsores de la canallada porque es vox populi. O es que nos creen pendejos.
Coronavirus: ¡Ay de los informes y del show presidencial de la noche “Conéctate con Duque”! Es que el coronavirus da para todo. ¡Pero qué decepción! Cómo se abusa de la gente que acude a oír al Presidente por temor. Por susto. Y se termina disponiendo de ella a voluntad; a capricho. Porque el que tiene el sartén por el mango en momentos de peligro lo puede todo. Hasta yo estaba impresionado con ese nuevo galán del espectáculo hasta que leí la columna de la semana pasada de Héctor Riveros, exviceministro del Interior, constitucionalista, en la Silla Vacía. Dice Riveros refiriéndose a un programa reciente de esos que hace el Presidente:
…Iván Duque, no se supo si para justificar el aislamiento o para explicar por qué en la práctica levantó la cuarentena, mencionó una serie de datos que concluían que vamos bien en relación con la dinámica de la pandemia en Colombia.
Omitió dos importantes [datos]: estamos en plena fase de crecimiento del contagio y la transmisión del virus se aceleró en forma importante. (…). Siguiendo los lineamientos de los epidemiólogos, el Gobierno fijó nueve indicadores que son la base para las decisiones sobre la intensidad y la oportunidad de la cuarentena. El Presidente ayer mencionó varios y los comparó con países de América Latina y Europa. (…). Hasta ahí todo bien. Sin embargo, el Presidente no mencionó dos datos que resultan quizás más relevantes que los anteriores para saber cómo debemos movernos. Cuando el Presidente se refirió a los países europeos le faltó decir lo más importante: que en España, Francia, Italia y etc, en todos esos países el número de casos diarios hoy es sustancialmente menor que hace algunas semanas y que el número de casos activos disminuye todos los días porque el reporte de pacientes recuperados supera al de nuevos contagios. En Colombia, estamos en la etapa en la que es, exactamente, al contrario.
(…). La otra cifra [dato] que el gobierno no mencionó y que ahora no aparece en los informes oficiales, y se ha vuelto difícil de encontrarla, es una que los epidemiólogos siempre dijeron que era la más importante que es la tasa efectiva de contagio, una fórmula compleja para quienes no tenemos esa información, que determina a cuántas personas potencialmente puede contagiar una que es portadora del virus. Lo que habían dicho es que el objetivo es que ese indicador sea menor de uno y que arriba de 1.2 puede llevar al colapso del sistema de salud en cuestión de semanas.
Pues bien, el Ministerio de salud reveló hace un par de días en una entrevista radial que esa tasa estaba en Colombia el orden de 1.3 y que en ciudades como Cali y Barranquilla estaba en el 1.5. El dato no se lo dieron al Presidente, o no le pareció relevante, cuando, según dicen los epidemiólogos, es realmente el dato esencial.
Y concluye Riveros así: “(…). …no hay fórmula mágica, nadie sabe bien qué conviene, ni cuándo, pero a lo que sí tenemos derecho los ciudadanos es a que, semejante juego, sea al menos con las cartas destapadas” (el subrayado es mío).
Un poco larga la cita, pero no importa. Información exacta que indica que con los colombianos se está jugando. Pero no un juego de distracción y alegría sino de contenido perverso.
Lástima que el sistema presidencial vigente en Colombia permita la consagración al más alto nivel de una figura que se torna intocable. En un sistema parlamentario, por la manera como se ha dejado manosear el señor Duque por los intereses del odio, por un sector económico reducido, por haber empeñado la seguridad del Estado, por haber entregado a intereses foráneos el manejo de nuestras relaciones exteriores, por haber disfrazado las bases de la paz con la careta de lo inescrupuloso la farsa y la ignorancia, y particularmente, por ocultar la verdad y recurrir a cierta canalla para oficiar significativas funciones públicas, estaría ya besando el polvo.