La vida en la ciudad no es vida para un hombre de campo
Stephen King
En Colombia el fenómeno del desplazamiento forzado ha sido sin dudas una tragedia para miles de familias que han tenido de dejar sus tierras, sus lugares de origen, sus rituales, sus riquezas para poder sobrevivir a diversas formas violentas que se viven en los territorios más apartados del país, estas familias después de abandonar sus tierras les espera el largo camino de la incertidumbre existencial en las grandes ciudades del país aguantando hambre, insultos muchas veces por ciudadanos indiferentes que no logran entender o no quieren analizar cuáles son los motivos que generaron esta tragedia.
Seguimos sin entender pues cómo el Gobierno nacional no ha tenido la suficiente voluntad política para afrontar con todos los dispositivos de apoyo institucional un fenómeno que crece cada día frente a sus narices, y que en la actualidad nos convierte en uno de los países en el mundo con la mayor cifra de desplazamiento interno.
Hoy según los datos aportados por los organismos humanitarios son unos 8’154.000 desplazados por el conflicto.
¿Con los días el problema para nuestros campesinos ha seguido creciendo, así lo sostiene el informe de la ONU para asuntos humanitarios, donde informan que más de 70.000 personas fueron desplazadas por factores violentos durante el año pasado, una cifra que aumento con respecto al año 2020, que esperamos?, que el fenómeno del desplazamiento siga creciendo debido a que no se ve ninguna solución.
La respuesta más eficaz para el gobierno es meterle tropas militares a sabiendas que eso no ha tenido mayor incidencia, lo que hace es que se incremente más la violencia en los territorios.
Frente a esta problemática los campesinos no están pidiendo limosnas a través de los famosos programas asistenciales de subsidios que ofrece el Estado, lo que tal vez se exige es que se implemente políticas publicas agrarias que proteja al campesinado en un desarrollo integral en el campo, con títulos de propiedad y que se logre tener el mismo nivel de competitividad en el comercio con los grandes y medianos importadores.
Es tan delicado el asunto que este fenómeno está repercutiendo en el desarrollo económico nacional, al desplazarse cientos de familias campesinas de sus territorios a las principales ciudades, queda un campo desolado momentáneamente, porque luego es apropiado por los grandes terratenientes para convertir esos mismos terrenos en grandes extensiones estériles e improductivos.
Tal vez el fenómeno del desplazamiento ha sido muy lucrativo para los terratenientes que hoy acumulan grandes extensiones de tierras, las cuales ayer fueron productivas, y hoy figuran como una representación del poder señorial en los territorios configuradas como tierras improductivas.
De esta manera Colombia se ha convertido en unos de los países con mayor desigualdad en la tenencia de la tierra, por ejemplo, las cifras que se presentan a través de la Oxfam indican que El 1 % de las fincas de mayor tamaño tienen en su poder el 81 % de la tierra colombiana.
El 19 % de tierra restante se reparte entre el 99% de las fincas y que el 42,7 % de los propietarios de los predios más grandes dicen no conocer el origen legal de sus terrenos, (se hacen los de la vista gorda) y finalmente el destino agrario se vio sometido al uso de la ganadería, de hecho, de los 43 millones de hectáreas con uso agropecuario, 34,4 están dedicadas a la ganadería y solo 8,6 a la agricultura.
Frente a esta situación de inequidad agraria se hace urgente que se actualice el catastro en Colombia para determinar con exactitud quienes son los dueños de la tierra en Colombia y de una vez definir el origen de su procedencia y al mismo tiempo determinar
Este método está cambiando desde hace décadas la verdadera función social de la tierra en Colombia y los mandatarios no les interesa debido a que existen interés dentro de los gobiernos para que esta problemática no se resuelva, digo esto debido a que existen muchas pruebas que vinculan a los mandatarios con los cuerpos paramilitares, por lo menos en estos últimos días la Jurisdicción Especial para la Paz escuchó en versión libre al exgobernador y exgerente del Fondo Ganadero de Córdoba, Benito Osario Villadiego, quien fuere condenado por sus nexos con estructuras paramilitares fungiendo como servidor público, en las pruebas que aportó demuestra cómo fueron expropiadas a punta de amenazas, asesinatos y desapariciones más de 4.000 hectáreas de tierra en los municipios de Turbo, Neccocli y San Pedro de Urabá, utilizando el Fondo Ganadero de Córdoba al lado de generales del ejército, como un dispositivo de despojo.
Qué barbaridad, lo que debería proteger al campesino se usó para desplazar y desposeerlo de sus riquezas.
La realizad que vive el campo es muy triste, por un lado, tenemos la violencia armada por diferentes actores y por el otro la violencia comercial, esta última viene de los famosos tratados de libre comercio (TLC) en donde se terminó de sepultar al campesinado imponiéndole una competencia desleal que sólo ha lucrado a los grandes importadores, tanto es así que hoy vemos que la mayoría de los productos agrícolas que eran cultivados en Colombia están siendo importados.
En un comienzo se nos fue el cultivo del trigo, la cebada, la soya, y lentamente hemos comenzado a importar el maíz, el arroz y la papa seguido a esto los productos lácteos y finalmente las verduras y frutas; frente a este panorama comercial se han incrementado los precios en la canasta familiar debido a que estamos importando lo que lagunas vez producían nuestros campesinos, y entonces se escucha a vox populi en las calles: TODO ESTÁ CARO.