Caminas al barrio. Caminas al banco. Caminas al mercado. Caminas a visitar un amigo, a la universidad, al trabajo caminas. Así vayas en bicicleta, bus, moto, carro, metro siempre hay un instante en que dejas ese medio atrás y caminas. Pocos o muchos pasos caminas. Hace tiempo, mucho tiempo, dejaste los días de gatear atrás. Hoy te levantas cada día y luego caminas.
En este país muchos corren por su vida. No solo los desplazados después de un ataque de la guerrilla o los desplazados por el acoso paramilitar o los desplazados por la vacuna de la banda criminal. Aquí corre por su vida el vecino ante el atracador y la mujer cuando la asecha un violador. Y corre por su vida cualquiera que estando en casa es testigo o protagonista del instante en que estalla la pelea de pareja o de padres o de hijos o todas las peleas revueltas y deja por cosecha un hogar en llamas que convierte todo en cenizas.
Aprendimos a correr para salvar la vida.
Por eso viene bien, pienso, salir a caminar para defenderla.
La única violencia entre nosotros no es la de la guerra enquistada que nos tortura desde hace sesenta años. Esas cifras de espanto que describen las muertes violentas en Colombia señalan a las claras que no es la violencia política la principal causa de asesinato entre nosotros. Sobre ese motivo cotidiano que convirtió en paisaje la muerte por mano ajena es necesario hablar.
Por la vida del peatón en la vía. Por la vida de la mujer que decidió no ser madre. Por la vida del niño en el jardín. Por la vida del obrero en el andamio. Por la vida del empresario en la mesa de juntas. Por la vida del profesor ante el tablero. Por la vida de la estudiante en clase. Por la vida del locutor de la radio. Por la vida de todos los desempleados. Por la vida de todos los que defienden alguna causa. Por la vida de los que no les interesa ninguna causa. Por la vida del que escucha música. Por la vida de los sordos. Por la vida del que se despertó hoy con optimismo. Por la vida del que se acuesta triste al caer la noche.
Porque respirar es un derecho, no un privilegio.
Porque conviene entender que la vida es sagrada. No solo sangrada.
Porque mientras hay vida hay esperanza, como dijo Teócrito.
Cuando he hablado con Antanas Mockus me he encontrado con un hombre sincero. Mi acercamiento siempre ha sido desde el oficio de periodista y él, entre sus tantas ocupaciones, ha tenido la profesión de entrevistado y aunque eso sea para Antanas algo cotidiano y repetido sabe hacer de cada encuentro un instante genuino. Puedo decir que este señor no sabe mentir, habla con el corazón en los labios y sin pudor asoma una lágrima cuando le duele el dolor de los demás. Yo le creo al profesor Mockus cuando nos llama a caminar a favor de la defensa de la vida y no en contra de nadie, cuando propone que en este país podemos caber bajo el mismo cielo, sobre el mismo suelo y sueña un país en que cambien los titulares de la prensa de mañana. Lo suyo es sinceridad en cada átomo cuando dice “esta es una lucha por el derecho a morir de viejos”. Yo le creo a su invitación, esta vez soy un Sancho más de Don Quijote de las Marcha.
Mi ciudad es ejemplo de resistencia, de resiliencia. Aquí conocemos la mueca del horror y el espanto y también la sonrisa de la esperanza y la alegría. El frío de los peores días ha sido helado, así como el calor de los buenos tiempos ha sido cálido y reconfortante. En Medellín hemos visto la muerte a la cara, por eso mismo sabemos de la belleza del rostro de la vida.
Caminar con otro a tu lado es decirle te acompaño mientras ese otro con sus pasos te recuerda que no estás solo. En eso pienso cuando me dicen ¿por qué vas a una marcha? No voy solo por mí, voy por ti, por ellos, por aquellos y por los demás. Porque nosotros somos los otros de los otros al principio y al final.
Para construir un futuro que sea distinto a nuestro pasado es necesario aprender que ciertos verbos debemos conjugarlos en plural, que la vida de todos vale igual. Por eso este domingo salgo a caminar.
@lluevelove
Recorrido en Medellín
MARCHA POR LA VIDA
Punto de encuentro 10:30am en Teatro Pablo Tobón Uribe
Domingo 8 de marzo