«Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar».
Este es uno de los poemas más conocidos del poeta español Antonio Machado, el cual nos invita a una profunda meditación sobre la vida.
La vida para Machado, se asemeja a aquel tópico literario Homo Viator (hombre viajero) en donde el camino simboliza la vida que todo ser humano debe recorrer en función de las distintas perspectivas existenciales. Esas referencias de hombre viajero las encontramos en obras de Dante (el poeta peregrino) o Gulliver, en donde los personajes deben afrontar las dificultades que sortea el camino y seguir adelante.
En la Odisea de Homero, uno de los clásicos griegos más conocidos, encontramos las aventuras de Odiseo, también conocido como Ulises, quien después de terminar la Guerra de Troya, recorre un largo camino para llegar a Ítaca y reencontrase con su fiel esposa Penélope. En La Divina Comedia, emprendemos otro viaje junto a Dante, quien después de haberse perdido en una selva, inicia su recorrido por del Infierno, el Purgatorio y el Paraíso, guiado por el poeta romano Virgilio. Si observamos el viaje de autoconocimiento y autodisciplina de Don Quijote y Sancho Panza, encontramos una serie de aventuras y desventuras, luchas contra molinos de viento que significa pelear contra esos enemigos imaginarios y de esta forma seguir con su viaje.
Para logra avanzar, debemos, como seres humanos imperfectos, pulir y dar forma a nuestra propia escultura con el cincel de la sabiduría. Es decir, hacer un ejercicio permanente de artesanos que permita el cumplimiento de aquel fundamento de la Ética que dice: “El hombre es imperfecto, pero perfectible”. Al igual que el Aprendiz, aquel que lleva una delantera, es susceptible del efecto del caer y el acto perfectible del levantarse, por eso, la vida es un ejercicio del Arte, ocupa buena parte del trabajo diario, en el devaste de la Piedra Bruta en su interioridad.
Al emprender ese camino, cada uno de nuestros pasos debe ser guiado cual escuadra es un ángulo recto, que nos lleva a preguntarnos si estamos siguiendo un camino correcto o si habría que hacerlo de otra manera. La lectura que se realiza del viaje de nuestros héroes y protagonistas es la de un sujeto que recorre un camino de autoconocimiento con una meta señalada. En dicha meta, el protagonista encuentra la muerte o el conocimiento de sí mismo, por eso, debemos marcar límites, como los marca el compás. Como decían los griegos en el Oráculo de Delfos, lo más importante que debe hacer el hombre es «conocerse a sí mismo», lo cual significa entrar a esa cámara de la reflexión, en donde tendremos que afrontar esa cueva oscura de nuestros defectos para salir a la luz de un de un nuevo ser con un nuevo camino.
Viendo la vida metafóricamente, podríamos coincidir con Antonio Machado, la vida es un camino. A veces, son pausados pasos, en otros las pisadas son más azarosas y sin percatarnos terminamos en un maratón. Lo cierto es que, la vida no es un camino marcado, él toma forma con la afluencia de pasos. Nuestra vida es algo similar, a medida que avanzamos, vamos creando nuestro el propio camino.
El Camino es un concepto del gran viaje de toda la vida consumida, aquella que ha quedado atrás y esa que nos invita a vivir ahora, movida por la fuerza de un mañana que aguarda tras la luz de un nuevo día.
«Caminante, son tus huellas el camino y nada más», si hay una frase que sintetice el mensaje de Machado, es sin duda esta. La historia de nuestra vida no es otra cosa que las experiencias que vivimos y las obras que hemos dejado –que no son solo físicas-. Kant decía que lo que conocemos proviene de la sensibilidad que pasamos por el entendimiento para dar significado. Así, las cosas son objetos debido al sujeto, y la mente es tal debido a las cosas, nuestros pasos son el resultado del pensamiento, son el camino que hemos recorrido, plasmado en una historia personal, llena de aciertos, de errores, felicidad y tristeza.
Tal como lo describe aquel tópico literario de Vita Flumen (La vida como río) nuestra existencia tiene también un carácter fluyente, se equipará a un río que avanza sin detenerse, hasta fundirse en el mar, su muerte. Creo que eso pensaba Machado cuando escribe; «Al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar». Agua pasada no mueve molinos, nuestra vista atrás tiene el significado de un prólogo como decía Shakespeare, se divisa como el espíritu que nos aclara el presente y nos alerta del fantasma de los errores pasados.