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Ovejas, insectos, peces y otros animales son noticia mundial por la extraña actitud de caminar, nadar o volar en círculos. La ciencia, la religión y diversas expresiones académicas han tratado de brindar una adecuada explicación al fenómeno. Cada una de ellas aborda, desde su óptica, las posibles razones que llevan a estas especies a actuar de esta forma tan inusual.
Un hecho similar ocurre desde hace décadas en Colombia. Nos movemos en círculos de diferente índole y condición, nos movemos al vaiven de esferas y burbujas económicas, políticas, educativas y sociales. Círculos que nos llevan siempre al lugar de partida en un extraño y raro espectáculo que ya no nos sorprende o indigna. Ni siquiera nos inquieta.
Nuestra historia es la expresión de manifestaciones que se repiten cíclicamente, enfrentamientos circulares que nos condenan a un estado de postración permanente y angustiante. Siempre en círculos de guerras, muerte y desenfreno. Hecho que se sustenta en una política electoral que gira continuamente en torno a figuras que caminan en círculos ideológicos sin doctrina alguna. Nuestra economía no cesa de dar giros en un lenguaje de circular inflación o dantesca crisis agrícola, agraria, productiva o empresarial.
Nuestra cultura, al igual que la educación, son un continuo girar en torno a un pasado muerto. Un cúmulo de ideas y pensamientos que no cesan de recorrer el mismo círculo, sin que a nadie importe o nos obligue a unos nuevos pasos en un intento desesperado de cerrar el círculo de siempre lo mismo.
¿Condenados a caminar y movernos en círculos? Todo indica que sí. Y el diagnóstico, en este caso, sí es claro: estado de permanente estupidez, que nos obliga a tomar decisiones circulares con idénticos resultados.Condenados al círculo perpetuo de nuestra falta de coraje y dignidad. ¡¡Somos seres circulares!!