Muchos personajes de las diversas áreas de la historia han marcado la vida de millones de anónimos que caminamos bajo esa divina sombra del ser desconocido por las ingentes masas tan necesitadas de líderes e ídolos que les represente en todas las áreas de la vida.
Los millones de anónimos que vaciamos la vida sin dejar huellas profundas hemos aceptado que muchos personajes sean nuestro alter ego. En mi caso Simón Bolívar, Francisco de Miranda, Mojandas Gandhi, Buda, Verne, Dumas, entre otros, han logrado ejercer una influencia total sobre mi vida. No sé quién sobre la del amable lector, pero es una realidad, nuestra grandeza oculta la dejamos en manos de aquellos que tienen los reflectores a su favor.
Camilo Sesto se suma a mis influencias anteriores, tal vez en mayor proporción ya que, en la época que vieron mis ojos la luz, el artista alcoyano iniciaba con fuerza arrolladora su carrera artística. Casi desde el vientre materno las notas de Algo de Mí, Esa Paloma o Roseta, animaban el preludio de mi nacimiento; hoy, que se nos ha ido tan magnífico y excéntrico y controversial personaje, es válido hacer un homenaje de despedida.
Burdo cuando se le compara con apelativos como el Michael Jackson latino o el Sinatra español, algo así como un segundón, parecido, pero proveniente del mundo latino, un tercer mundo, y es que a nadie se le atrevería comparar a un artista anglo con un Camilo o un Julio Iglesias, claro ejemplo del anglocentrismo que gobierna nuestras mentes, anglocentrismo que, de alguna manera, aceptamos como superior a lo nuestro-latino.
La voz de Camilo Sesto fue durante una década o más la más prestigiosa y aclamada del mundo de la industria musical. Era una máquina de hacer dinero, un rey Midas de la música, sus más de 180 millones de ventas lo dicen todo. ¿Pero que significó Camilo Sesto para las generaciones setenteras y ochenteras? Solo una persona nacida en esas épocas podría explicarlo, naturalmente.
Sus seguidores no veíamos a Camilo como un artista más. Había una relación muy cercana a pesar de no haber tratado de manera directa con el mítico artista. Dicha cercanía fue claramente producto del exitoso mercadeo que se hacía sobre su producción incesante de éxitos. No había día que no se revelara alguna noticia sobre él, y esa masa emocionada de escucharle y tararear sus canciones le lograba tener como una especie de deidad eutérpica, una víbora sagrada, una especie de personaje ubicuo intocable. El Jesucristo Superstar era la clara muestra de todos los adjetivos que lo enmarcaban como un grande del orbe. Fue él el dueño de dos décadas que poco a poco iban transformando la sociedad, ya cercana al ingreso en el siglo XXI, transformación que a él no le convino de ninguna manera, pues su metamorfosis lo alcanzó a desfigurar como intocado y nuevas generaciones llegaron, como era de esperarse, la llegada de nuevas caras, más jóvenes, más lanzadas, más frescas. Aun así, los seguidores fieles mantuvieron al artista vigente.
Como fenómeno de masas, el artista valenciano mantuvo una imagen y un mercadeo impecable, sus canciones se vendían tan rápido que, apenas una canción llegaba a los primeros índices de sintonía, una nueva se colgaba dentro de los hits más solicitados. Camilo renovó sonidos, elevó el género de la balada a su máxima expresión y sus letras directas y sencillas se convertían en las palabras que cualquier hombre o mujer hubiesen querido escribir para dedicar a su amor eros. El artista conocía muy bien la psique de sus seguidores y el matrimonio entre él y sus fans, era algo asegurado. Sin duda alguna, el seguidor de Camilo era muy diferente al de otro artista famoso del momento; el Benjamín de la canción española entraba pisando fuerte y casi cincuenta años después se puede asegurar que creó una línea de la balada que fue supremamente exitosa.
España no solo pierde a una figura de marca mayor, la América Latina, que le respetaba y quería más que la nación ibérica, pueblo de poca memoria con sus mejores hijos, siente con sincera tristeza y emoción el fallecimiento de este artista del tardofranquismo. En Colombia como en Argentina, en México como en Venezuela, en Perú como en Chile, en Panamá como en Guatemala, se le recordará como aquel que nos legó las mejores canciones: Algo de mí, Amor… amar, Fresa salvaje, Todo por nada, Quieres ser mi amante, Melina, Jamás, Piel de ángel, Getsemaní, Con el viento a tu favor, El amor de mi vida, Vivir así es morir de amor, Perdóname, Mientras me sigas necesitando, Amor de mujer y un larguísimo etcétera de clásicos de la balada, seguirán sonando para memoria suya y de sus seguidores, fieles con su gran carrera artística mantendrán su genio, vivo.
Su deceso generó cualquier cantidad de análisis sobre su vida oscura y enigmática. No importa, los seres humanos, todos, tenemos algo de eso, el artista no es la excepción. Hoy después de tres semanas de su viaje solo podemos decirle sus fans: “Lanza tu voz hacia un mundo mejor, cuéntale al sol tus ilusiones…”
Descansa en paz, maestro inmortal.