En la baraja de aspirantes presidenciales suenan perfiles de una generación de jóvenes políticos que han hecho escuela desde diferentes orillas. Se caracterizan porque han sido mandatarios regionales, unos cuentan con el respaldo de líderes nacionales y otros son la cara visible de cacicazgos locales; entre estos exalcaldes y exgobernadores, que serán protagonistas en las elecciones legislativas y presidenciales de 2022, se encuentran: Alex Char, Fico Gutiérrez, Carlos Amaya y Camilo Romero. Los cuatro vienen de ser dirigentes regionales; representan proyectos construidos desde diferentes perspectivas ideológicas e integran una generación de jóvenes políticos. Sin embargo, eso hay que matizarlo porque Char es la cara de un poderoso clan familiar cercano a Vargas Lleras y Fico es un discípulo aventajado de Uribe. Solo Amaya y Romero realmente representan sectores alternativos y se caracterizaron por imprimirle a su gestión en Boyacá y Nariño una agenda innovadora.
Por estos días, quienes más suenan son Fico y Romero. Ambos vienen de gobernar territorios muy diferentes; diseñar políticas de gobierno ajustadas a su agenda política y tal vez tienen en común que no dejaron un sucesor directo al concluir sus respectivos mandatos. Será lo único que tienen en común porque sus diferencias son notables. Al acercarse a su perfil discursivo, estudiar su visión de gobierno y las posibilidades que plantean para 2022, se torna evidente que sus diferencias son de forma y fondo. A continuación, presento las que considero más relevantes:
Fico se presenta como el alfil de la derecha y Romero busca una convergencia alternativa
Con la reciente entrevista que le concedió a RCN, que se caracterizó por su agresividad y evidente puesta en escena, quedó en evidencia que Fico busca ser el bendecido de tres sectores: la derecha conservadora, el uribismo y la extrema derecha. Con el movimiento de tirar a Fajardo a la izquierda también busca acercarse al “centro” y, en suma, replicar la dinámica electoral que le dio la victoria a Duque en segunda vuelta. A la vista, no se vislumbran mayores contrincantes desde ese sector; el uribismo pasa por su peor momento electoral y quien se presume será su candidato, Carlos Holmes Trujillo, tendrá que cargar con el lastre de un gobierno impopular y con sus propios errores, la aspiración de Martha Lucia Ramírez parece estar enlodada y la extrema derecha (que en 2018 le pusó 300 mil votos a Alejandro Ordoñez) se movilizaría con un candidato cercano al uribismo. Tal vez el único perfil regional que le podría rivalizar a Fico esos sectores sea Alex Char.
Por el contrario, Romero viene planteando una serie de consultas abiertas para elegir un candidato que representé los alternativos, es decir, sectores enmarcados en el centro, la izquierda y las nuevas ciudadanías. En la práctica, sería una consulta en dos momentos: en el primer momento se elegiría un candidato verde y en el segundo un candidato de todo el sector alternativo. En la consulta verde Romero le podría disputar el aval a Fajardo y Amaya; en la segunda, a Rodolfo Hernández y Petro. Ese sería un escenario ideal que crearía todos los consensos suficientes para que el candidato que salga de la consulta alternativa, que se efectuaría en las elecciones legislativas (replicando el efecto de la estratégica consulta de la derecha) llegue con suficiente solidez a la primera vuelta. Los retos de Romero en ese escenario hipotético serían: ganarle a Fajardo en la consulta verde (si decide participar) y lograr consenso al interior de su partido para medirse en una segunda donde compita con Hernández y Petro.
Discurso recalcitrante frente a un tono moderado
Federico se caracteriza por manejar un discurso agresivo, lleno de lugares comunes y selectivo. Para él la comunicación clara y directa es fundamental, así lo promovió en su paso por La Alpujarra donde utilizó todas las herramientas propagandísticas de la alcaldía en un grotesco y constante ejercicio de autopromoción. Inclusive, el primer (y único) retrovisor que Quintero le ha puesto fue sobre el gasto en pauta durante el primer semestre de 2019 (que ascendió a poco más de 12 mil millones). Con su puesta en escena en la entrevista de RCN dejó constancia de su nivel de agresividad discursiva, la animadversión que le genera a Petro y todo lo que huela a izquierda. Fico imita a Uribe y en menor medida a su mentora, la radical senadora Paola Holguín, encarnando un discurso que resalta por su agresividad. Dinámica que resulta efectiva en un escenario electoral de polarización (como el de 2018) y cuya atmósfera buscará replicar de cara al 2022.
Tras su reciente visita a Antioquia, se percibió que la estrategia de Romero no está encaminada solo a obtener un aval verde, su constante llamado a la movilización ciudadana se encuadra en su visión de alcanzar un proyecto que interprete un amplio sentir ciudadano. Desde el discurso no se encasilla en ningún sector y su leitmotiv es una convergencia entre los sectores alternativos que impida que el escenario de polarización electoral que imperó en el 2018 sea reeditado. Romero no es agresivo en su agenda discursiva, aunque sí hace un fuerte énfasis en la forma como fue perseguido por la Fiscalía de Néstor Humberto Martínez; en la cancelación de su visa por parte de los Estados Unidos y en lo que para él es la lógica de la muerte enquistada en el gobierno Duque. Es claro que es un opositor al uribismo, también cuestiona los incumplimientos de Santos y su llamado a los sectores alternativos solo es uno: generar un consenso que “reinicie” el país.
Visión de país
Este es tal vez uno de los puntos donde se acentúa la mayor diferencia entre los dos presidenciales. Aunque los dos han gobernado, entienden lo que implica armar equipos de gobierno y establecer relaciones con las corporaciones públicas (Concejo y Asamblea), su experiencia resulta distante al igual que la visión que construyeron sobre los cambios que necesita el país. Mientras que Fico sigue rezagado en la agenda del uribismo y la derecha; la experiencia de Romero en uno de los territorios más afectados por el conflicto, la presencia de múltiples actores armados, cultivos ilícitos y asesinato a líderes sociales, le ha dotado de una sensibilidad por la Colombia profunda que no tiene Fico.
Romero conecta sus aciertos y desaciertos en su paso por la Gobernación de Nariño con una agenda cercana a los sectores más urbanos, como: defensa del medioambiente, lucha contra la corrupción y gobierno abierto; sin obviar las grandes complejidades de la ruralidad afectada por la violencia y el abandono. Sin lugar a dudas su visión resulta más integral y conectada con las múltiples realidades del país.