La alcaldesa Claudia López heredó el problema pero aún no encuentra solución. Son diez las familias que quedan instaladas en el centro de Bogotá de las cientos que llegaron desplazadas por la violencia del Chocó en 2019 protestando en el Ministerio de vivienda, en ese entonces en cabeza de Germán Vargas Lleras en el primer gobierno de Santos, pidiendo vivienda. Desesperados y sin respuesta, un grupo decidió montar sus casas al frente de la que fuera la sede del Ministerio en la carrera 7 con calle 18. Y ahí están desde antes de la pandemia.
Yolanda Cuesta es chocoana. Es una de las tantas que salió corriendo de Bojayá luego de la masacre del año 2002 que cometieron las Farc. Rodó por varios lugares hasta que llegó a Bogotá. Después de intentar reacomodar su vida terminó sin trabajo, sin cómo pagar un arriendo y con tres hijos a cuestas que el Instituto de bienestar familiar le quitó, según dice ella, precisamente por no tener un hogar digno para ellos.
En 2019 Yolanda se encadenó a la puerta del Ministerio para pedirle una vivienda al gobierno, de esas que la vicepresidencia de aquel entonces con Germán Vargas a la cabeza estaba dando gratis. Yolanda no estaba sola. Cuenta que en ese momento había un número de unas 70 personas haciendo huelgas frente a la sede del Ministerio, oficinas que terminaron quitándolas de allí.
Yolanda se quedó frente a la sede junto con unas 30 personas. Armaron cambuches frente al ministerio hasta que los sacaron de aquel andén con policías del Esmad. Varios dieron por terminada su resistencia. Las 10 familias que siguen exigiendo al gobierno una casa para vivir se tomaron el andén que queda frente al ministerio y allí sin permiso de nadie montaron de nuevo sus cambuches.
Yolanda Cuesta ha ido más allá. Con bloques de ladrillo levantó una diminuta casa de unos ocho metros de largo. Es tan ancha como el andén se lo permitió. Aunque su casa no tiene agua, luz, ni mucho menos gas, dice que ese espacio es su hogar. Construyó hasta baño con sanitario y lavamanos y también hizo una pequeña cocina integral.
Entre los vecinos de Yolanda están Griselio Villanueva y Yeison Muñoz. Griselio llegó de Caquetá y Yeison desde el Chocó. Han intentado sacarlos de allí varias veces pero ninguno está dispuesto a dejar que le desbaraten su cambuche. Cierran con candados, cadenas y se van todas las mañanas a rebuscar la plata con la que comen y subsisten en esta ciudad.
Tanto Yolanda como los otros invasores sostienen que solo hay dos formas de salir de sus cambuches. La primera es que el gobierno les de una casa para vivir, tal vez no gratis, pero sí con facilidades de pago y subsidios que como pobres y víctimas de la guerra dicen merecer. Y la segunda la sentencian todos en voz alta: –si nos piensan desalojar a la fuerza nos tienen que matar a todos o al menos a más de uno–.