Un “partido político” que se hace llamar “Cambio Radical” tiene que estar predestinado por lo menos a hacer honor a su nombre, es lo mínimo que se puede esperar. Radical viene de raíz, entonces uno espera que agencie y sea el portador y promotor de cambios significativos en lo más profundo de una sociedad inequitativa como la nuestra. El cambio debe ser un renacer que se da desde adentro, una génesis donde se cultive la semilla de la paz, la prosperidad y la cohabitación con el pensamiento diferente y la tolerancia; un cambio radical donde florezca una nueva sociedad. No creo que el coscorrón a un subalterno ayude mucho a lo anterior, tampoco la displicencia de su jefe, ni su mal genio.
El material del que debe estar hecho un político es la simpatía, la química con la gente, el buen genio. Además, ha de llamar a todo el mundo por su nombre, saludar amablemente de mano, sonreír aunque por dentro esté inundado de problemas. La petulancia, la arrogancia y la soberbia no están dentro de su presupuesto. Contrario a lo que se piensa, no son ríos de leche y miel el ejercicio de la política, ser político no es fácil y ser un buen político menos.
El político, independientemente que le quepa el país en la cabeza, tiene que ser un personaje popular, si es posible un buen bailarín, dispuesto a comer de todo, sin hacerle asco a nada. Un político malgeniado está condenado al fracaso. La displicencia y el orgullo lo mata, el elector sabe muy bien distinguir eso y lo cobra por ventanilla en las urnas. ¿Cumple Germán Vargas Lleras con estas determinantes tan esenciales? Lo dudo. En parte, esto explica su caída en las encuestas: no cae bien, causa rechazo y repulsa y ya es tarde para enmendar algo que está en el imaginario colectivo. Conocí un político – lo trate muchos años— que hacía gala de su mal genio, y tuvo un éxito relativo en política, llegó a ser senador de la república: Francisco “Pacho” Murgueitio, Hoy creo, si no me equivoco, es jefe del directorio Conservador del Valle del Cauca.
Volviendo al tema, si se hace un estudio etimológico de su nombre —Cambio Radical— de esto resultará que no cumple con ninguna de las palabras que lo componen. Por el contrario, es paradójico que un partido que se hace llamar así actúe de una manera totalmente contraria y diferente, peor aun si su jefe guarda un silencio calculado frente al mayor cambio histórico que se ha dado en el país, como son los acuerdos que nos conllevan a la paz estable y duradera.
Nos hemos acostumbrado a la demagogia y a no detenemos en el contenido, versus el accionar, el proceder o la consecuencia. Escuchamos el nombre – ¡¡Cambio Radical!!— pero no analizamos el significado, ni nos preguntamos si son consecuentes o no con ese nombre. Esa sonoridad la escuchamos y la escuchamos, pero no nos paramos a examinarla puntualmente. Hablar de un “Cambio Radical", el partido de Oneida Pinto, Kiko Gómez o el exgobernador de Cundinamarca Álvaro Cruz, es meterle los dedos a la boca al elector, es un despropósito gigantesco. Corrupción Radical parece ser el nombre más adecuado y preciso, más durante el momento histórico que enfrenta este movimiento político.
El componente de plutocracia que contiene esta candidatura no es fácil de superar, pasamos del nieto del tío abuelo Eduardo Santos presidente de 1938- 1942, Juan Manuel Santos, al nieto del expresidente Carlos Lleras Restrepo 1966-1970. “Los mismos con las mismas”, ¿ese es el cambio radical? ¿Debemos los colombianos elegir personas que llegan a la presidencia con odios personales y desde allí cobrar venganzas de las cuales salimos victimas todos? Ya tuvimos un presidente, que tuvo como hoja de ruta, la venganza de la muerte de su padre, en circunstancias poco claras.
El candidato Germán Vargas Lleras tuvo un atentado contra su integridad personal, cosa que lamentamos, esto en cierto modo le causó una discapacidad física y se percibe que el hecho naturalmente se transmite a sus posiciones frente a los supuestos autores del execrable atentado. No podemos elegir a alguien que desde la presidencia y con criterios personales de venganza vuelva a ejercer la presidencia de la república, donde debe primar el interés general sobre el particular. Me atrevo a decir que su ultraderechización y sus silencios estratégicos y sus posiciones duras frente a los acuerdos de paz en parte se deben a eso.