Cambiar la Constitución es tarea de todos

Cambiar la Constitución es tarea de todos

Hay que pensar en grande. Abundan reproches y faltan propuestas concretas para evitar el desastre social, político y económico

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julio 24, 2024
Cambiar la Constitución es tarea de todos

Abundan reproches y faltan propuestas concretas para evitar desastre social, político y económico.

Los protagonistas en las dos orillas del río evidencian miopía. Es hora de ampliar la visión. Es tarea de todos volver pacífico y próspero un país violento, pobre y desigual, y hacerlo rápido.

El primer paso es reconocer la realidad. Para muchos personajes de la política criolla es difícil admitir que las cosas no han salido bien en el último medio siglo, desde que se terminó el período de poder compartido pactado entre liberales y conservadores para poner fin a la violencia desatada desde 1948 hasta 1957 entre los dos partidos con los que se identificaba casi toda la población en esa época.

Es necesario identificar causas. Dos evidentes son la castradora concentración del poder político y económico en Bogotá y la mirada estrecha de empresarios incapaces de conquistar mercados más allá de las fronteras.

Más allá, pesa mucho la falta de sentido crítico sobre las instituciones públicas, sobre todo desde 1991, cuando se improvisó la Constitución actual, acertada en propósito y pésima en diseño de procesos públicos.

El Estado no controla la periferia del país; esa situación desembocó en el florecimiento del narcotráfico.

Así las cosas, se requiere pensar en grande. No sirve enjuiciar responsables, pero sí llegar a acuerdos básicos sobre qué no es admisible: hacia adelante no se debe tolerar el delito, se debe procurar el uso eficiente de recursos escasos y se necesita organizar bien el país, mediante métodos rigurosos de diseño institucional, con espacio para la crítica y la innovación.

El problema no es solo decidir en abstracto la tarea del Estado: es preciso lograr que la economía crezca y, con ella, los recursos disponibles, y hacer que la plata rinda con una buena gestión. No caben la indecisión ni la carreta; no es a punta de retórica que se puede preservar el ambiente, sino con tareas concretas, la primera de las cuales es lograr para el país el nivel de ingreso adecuado para ejecutar tareas épicas en materia ambiental.

La gestión acertada exige revisar todo, porque lo que hay no sirve: deficiente legislador y partidos corroídos, justicia lenta e ineficaz, régimen presidencial que concentra autoridad y responsabilidad en exceso en una sola persona, demasiados ministerios y departamentos administrativos, departamentos que poco sirven porque son demasiados y sus capitales reciben sus ingresos en forma directa desde el gobierno central, ausencia de control interno. Todo conspira contra el logro del propósito.

De especial importancia es reglamentar en forma acertada la conducción y financiación de las campañas, para asegurar que no se limiten a ejercicios de marketing con frases pegajosas; debe haber sustancia en las propuestas. Si los líderes de todos los matices políticos no demuestran sentido crítico, será preciso relevarlos.

Se habla de defender la Constitución sin conocerla. Procede construir en forma ordenada una Carta que aborde en lenguaje sencillo lo pertinente, y sirva como guía de vida para todos los habitantes. Insistir en elogios inmerecidos al texto sacro prolongará la disfuncionalidad del Estado.

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