¿Cambiar el modelo económico? Empecemos por superar el extractivismo

¿Cambiar el modelo económico? Empecemos por superar el extractivismo

El debate sobre el modelo económico asusta en un país que suele vivir cómodo bajo el velo de la ignorancia y no quiere ver los cambios inevitables del mundo

Por: Cristian Dario Castillo Robayo
enero 20, 2022
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¿Cambiar el modelo económico? Empecemos por superar el extractivismo
Foto: Pixabay

El debate sobre el modelo económico es algo que asusta muchas veces en un país que suele vivir cómodo bajo el velo de la ignorancia – entendida como el sesgo que vive cada persona basada en sus propias y particulares circunstancias, algo que explica muy bien John Rawls – que los lleva a no querer ver los cambios inevitables del mundo y menos pretender hacer algo al respecto.

Este cambio de modelo no tiene que ver la desgastada disyuntiva entre comunismo y capitalismo (al menos lo que cada uno quiere entender de ello) sino a un modelo extractivista que no tiene mas espacio de crecimiento.

Cada vez son más notables los movimientos que desean proteger el medio ambiente, algo apenas lógico en una visión racional de la supervivencia de la especie, quienes pretenden cambiar la lógica del modelo económico basado en solo explotar recursos naturales finitos.

Esto es especialmente visible en nuestro continente, donde según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), del total de exportaciones de 2019 los productos primarios representaron un 77,9 % en Colombia, 88,6 % en Perú, 82,6 % en Argentina, 66,6 % en Brasil y 85,9 % en Chile, algo muy preocupante al ver el caso de Venezuela quien, por su dependencia casi total del Petróleo, termino de quebrar en la caída de los precios internacionales del crudo entre 2014 y 2015.

Las soluciones de diferentes actores se han basado en términos generales en generar servicios ambientales, procesos de conservación y aprovechamiento paisajístico, de reducción de costos con reciclaje entre muchos otros ejemplos, que denotan soluciones eficientes y equitativas.

Esto responde también a que actualmente, hay un problema de eficiencia en la economía extractivista por la vulnerabilidad macroeconómica.

Por ejemplo, en Colombia, los cambios internacionales de los precios del petróleo (como del café en el siglo pasado) genera desequilibrios presupuestales al aumentar el endeudamiento, además genera problemas en la inflación y por ende en los tipos de interés.

Algo que vivimos en el 2015 y 2016 y que estamos viviendo ahora con la devaluación tan alta del dólar y su efecto en la inflación que afecta notablemente la capacidad de consumo de los hogares y genera mucha incertidumbre en los agentes económicos.

Las soluciones están más cerca de lo pensado. Desde hace décadas se ha demostrado en modelos de crecimiento económico y otros sobre desarrollo, que la tecnología e innovación son un pilar sostenible a largo plazo.

Los países que se han industrializado y están realizando mejores cambios hacia la sostenibilidad, son aquellos con una ventaja en investigación y desarrollo muy amplio. Si los países de la región siguen dependiendo de la importación de tecnologías comprándolas con la exportación de recursos naturales, en algún punto no tendrán como pagar y habrá una crisis no solo de demanda sino de oferta agregada.

Esto no significa no usar los recursos naturales, sino hacerlo de manera inteligente. En Colombia, por ejemplo, se ha insistido hace años en la agricultura como sector vital de la sostenibilidad alimentaria y de crecimiento económico, pero nada se ha hecho al respecto, ni siquiera después del proceso de paz.

En este caso se han visto ejemplos de generación de cadenas de productos alimentarios y valor agregado en las exportaciones. Por lo que, implementar valor agregado es una de las claves de complejidad productiva y exportadora que se necesita y que se puede hacer si se deja de pensar que hacer la reforma agraria es algo ideológico.

Por otra parte, al desbalance en producción y exportaciones se unen las complejidades sociales que esto genera. Los principales problemas en este sentido son la pobreza y desigualdad. Según los datos de la misma CEPAL se ha avanzado en el tema, pero cada crisis se pierde años de trabajo en reducir pobreza y desigualdad.

Las desigualdades no solo de ingresos sino de accesos a las fuentes de desarrollo, como educación, salud, nutrición, vivienda entre otras. Lo anterior implica transformar las estructuras tributarias regresivas y la política social. Algo que se ha demostrado ampliamente que funciona como modelo sostenible.

La necesidad de reducir las desigualdades no solo es una cuestión de ética o de equidad, sino de la ya mencionada eficiencia, puesto que, cada que sale un hogar de la pobreza y se reduce la desigualdad de ingresos, se mejora y amplia los mercados internos.

Estas personas tendrían recursos para consumir mas de todos los bienes y servicios, los necesarios para sobrevivir, como comida y salud, y otros cada vez más indispensables como tecnologías (computadores, celulares, internet etc.) que pueden empezar a su vez a producir los países latinoamericanos para satisfacer esas demandas crecientes.

Esto los economistas lo conocen a la perfección con la propensión marginal a consumir, que muestra que las personas de bajos ingresos tienden a consumir el 100 % de su ingreso cuando este aumenta.

Con el tiempo el ingreso medio tiende a subir y también se dinamiza el ahorro que se transforma en inversión, por lo que disminuir la pobreza y desigualdad mejora toda la economía, cosa que no hace el aumento de las rentas de los mas ricos porque ellos no consumen más, y no van a dinamizar la economía con el aumento de sus rentas, no aumentan la inversión ni el empleo, solo aumentan su patrimonio.

Por tanto, cambiar el modelo y hacer una transición no solo es una meta romántica de un mundo mas respetuoso con la naturaleza (lo cual ya debería ser suficiente motivo) sino un tema de eliminar las brechas sociales y mejorar la eficiencia económica.

Una decisión inteligente –de manera colectiva– es no dejarse llevar por el miedo de perder ingresos volátiles por la extracción sino ver que en un par de años y en las próximas décadas el mundo tendrá una agenda sostenible fuerte y avanzará con tecnologías más amigables con el medio ambiente.

Si Colombia no ve más allá de ese velo de la ignorancia y si no deja de ser cortoplacista, estará como un agente seguidor del desarrollo externo y no de uno propio.

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