Me da mucha pena con el señor ministro de Transporte, pero, con todo respeto, creo que está cometiendo un gravísimo y muy dañino error con su política de transporte público de carga por carretera al meterse en esas negociaciones, a dar de todo y que solo conducen a lo que digo en el título de este escrito: a cambiar el funcionamiento de un sistema de mercado por un cartel oficializado. Lo que también ha sido dicho, con énfasis y perfectos argumentos, el pasado domingo 10 de julio por Armando Montenegro, lo mismo que hace unos cinco o siete años por Rudolf Hommes, y en 2004 en un artículo mío dirigido con nombre propio al ministro de entonces, el hoy difunto ingeniero Andrés Uriel Gallego.
Eso de controlar la oferta exigiendo la destrucción de un vehículo para dar permiso de funcionamiento a otro nuevo y tratando de imponer tarifas por la fuerza a un mercado que es ampliamente competido solo genera tremendas distorsione, encarece toda la producción y el comercio colombiano, tanto el nacional como el internacional y le resta más a su competitividad. Y peor aún, entrando a negociar precios de los combustibles y tarifas de peajes. ¡Qué horror! Y, perdón de nuevo, pero, ¡qué barbaridad! ¡No! Lo que hay que hacer es endurecer la mano, no negociar ni un solo peso, castigar con cancelación de licencias y abrir de un todo y por todo las importaciones de camiones.
Lo que hay que hacer es endurecer la mano,
no negociar ni un solo peso
Es que si algún sector de la economía colombiana tiene una estructura bien cercana a la competencia perfecta, es el del transporte de carga por carretera: miles de oferentes (transportadores) frente a miles de demandantes (generadores de carga). Por eso el mejor manejo es el de siempre: no meter la mano y dejar que lo regulen las leyes de oferta y demanda, que son bien difíciles de derogar. ¿O será eso lo que se pretende?
Lo que se está aceptando en la negociaciones con los ricos dueños de los camiones, es absolutamente igual a comprometerse el Gobierno a que si los precios de la papa bajan por exceso de oferta o la leche o la cebolla lo que le sucede a los pobres campesinos con mucha frecuencia, o los de las telas porque se trajeron muchos telares, hay que “chatarrizar, destruir los azadones y los tractores y los telares y forzar a los compradores, imponerles a la brava unos precios mínimos para cubrirle a los productores unos precios que les compensen los errores que cometieron —ellos y no el Gobierno ni el resto de la sociedad— al invertir en lo que no debía ser en ese momento. ¡No más daño, no más tontería, por favor!