Calma. Ha llegado el año más agresivo, electoralmente hablando, que muchos podrán recordar. Desde varios sectores políticos se ha dicho que hay que unirnos y luchar todos juntos para llegar a puerto, y a la vez se afilan las navajas para destazar sin compasión a todo aquel que no piense según qué corriente.
“Mamerto”, “paraco”, “enmermelado”, son algunos de los más recurrentes insultos que se oyen, y se leen, desde las esquinas de este atiborrado ring de boxeo, si se le puede llamar así a este torbellino de sectarismo, caudillismo, fanatismo y otros “ismos” que lo que logran es hacer hervir la ya desgastada sangre de este país. ¿Y qué nos queda hacer a los electores? Por lo menos una sola cosa puedo pedir desde este teclado: bajar la abstención aberrante que ha reinado en las contiendas electorales de Colombia.
El artículo 40 de nuestra constitución garantiza el derecho a participar en la conformación, ejercicio y control del poder político, pero no dice nada del deber que tenemos como electores de participar activamente con nuestro voto en la construcción del futuro del país.
Usted elige el candidato, o el voto en blanco, en la seguridad de su propia conciencia y lo traduce sobre un voto físico que debe ser contado. Esa es su voz, su visión de Colombia, su esperanza de cambio, o de continuismo, su oportunidad de premiar o castigar a quien esté o quiera estar en el “poder”, entre comillas, porque el poder es suyo.
Si gana la opción que usted escogió, felicidades, y a estar pendiente para la próxima elección a los logros o fallos de dicha opción. Y si, por el contrario, perdió, quédese con la satisfacción de haber hablado, en lugar de que otros hablen por usted.
Calma. No estamos en un país perfecto, claro, pero tampoco incendiado por todos los flancos como nos quieren hacer creer. Queda gente con ganas de cambio, con pensamiento propio y con ganas de hablar. Esté pendiente a los candidatos que más se ajusten a lo que usted quiere para el país y salga a votar.