Los miembros de la comunidad indígena Nasa asentada en la cima del barrio Alto Nápoles de Cali, que llegaron desplazados por la violencia desatada por el conflicto armado en el Cauca, enfrentan las dificultades del urbanismo.
Llegaron sin dinero y sin maletas, huyendo del que fue su territorio ancestral y pasó a convertirse en campo de batalla de las fuerzas armadas legales e ilegales. Balas iban y venían, algunos resultan heridos, otros infortunadamente muertos y unos más lograron escabullirse de la guerra, esa de la que tanto se habla pero que a la larga en la ciudad muchos desconocen
No es un secreto la innumerable cantidad de gente de distinta procedencia que llega a Cali en busca de oportunidades. Entre ellos, están miles de pobladores del Cauca, como los Nasas que hoy viven en Nápoles. Para llegar a ese asentamiento, ubicado en la comuna 18 de la capital vallecaucana, es necesario subir un sendero empinado de calles tapizadas en piedra y polvo. Al llegar al sector Las Palmas no hay acceso para carros, solo se puede continuar el camino en motocicleta o caminando por las trochas que conducen al espacio que la comunidad indígena Nasa ha convertido en su nuevo territorio.
La mayoría de las viviendas fueron construidas con bahareque y madera, los techos de zinc las cubren del sol y la lluvia, y desde el pico más alto de la loma se puede divisar casi toda la ciudad; sí, Cali también es loma.
“Todavía nos tratan como salvajes”, afirma Juan Carlos Ulcué, exgobernador del cabildo Nasa, refiriéndose a la fuerte discriminación a la que todavía son sometidos los indígenas en Cali, bien sea por sus atuendos típicos, su forma de hablar, su timidez frente a la ciudad, su lengua nativa, o por sus condiciones económicas.
Lo cierto es que para ellos, pasar de una vida en el campo, en medio de sus cultivos, sus animales, y la tranquilidad de la naturaleza -cuando no hay combates- a una ciudad con el estrés del ruido, con formas de transporte y comunicación distintas, donde tienen que rebuscar su sustento diario en oficios varios porque no tienen una formación académica, es un cambio fuerte; aun así, tal vez lo más duro no sea la adaptación al cambio, sino ser vistos con desmedro, sin conocer su historia como pueblo y etnia que ha luchado en el tiempo para mantener en pie su legado cultural.
Los indígenas Nasas se ocupan en empleos como la vigilancia, servicios domésticos y comercio. Los niños y jóvenes asisten a instituciones educativas en busca de tener un futuro mejor; la mayoría hablan nasaywe, su lengua nativa, costumbre que se ha ido debilitando con el cambio de contexto y como consecuencia del problema comunicativo con los estudiantes y docentes locales, que no conocen su idioma. A pesar de todo, sostienen sus prácticas culturales, rituales y manifestaciones artísticas que los identifican.
Se trata por tanto de una comunidad con la necesidad latente de reconocimiento y respeto por parte del resto de la sociedad caleña, que parece olvidar que parte de la riqueza de Colombia es su diversidad, su interculturalidad, y más aún, tratándose de personas que si bien invaden espacios, también se han visto enfrentados a sucesos espeluznantes que los obligan a elegir entre ponerle el pecho a las armas o salir de su tierra para sobrevivir en tan deplorable situación.