Sin duda, los días de la COP16 realizada con buen suceso en Santiago de Cali hacen soñar alternativas y procesos para rectificar las realidades socioambientales de este territorio; con un plan adecuado a los retos y circunstancias, podemos lanzarnos como el tejido biocultural más diverso de Colombia en proceso de reconstrucción. En el contexto de esa plausible proyección, es necesario hacer de esos optimismos dinámicas aterrizadas para que las expectativas no terminen siendo el prólogo de una trama con rostro nuevo que da continuidad a viejas frustraciones colectivas.
Comencemos por afirmar que cualquier vocación de Cali: “ciudad agroindustrial”, “capital de la alegría”, “centro de servicios”, “capital de la salsa”, “territorio multicultural”, “capital del Pacífico colombiano”, “complejo logístico”, “ciudad de turismo sostenible”, “capital deportiva”, “ciudad biodiversa”, “metrópoli del suroccidente”, pasa porque se den procesos en sus espacios rurales y urbanos que permitan experimentar una renovación de las fuerzas comunes para convivir en la diversidad y para superar fragmentaciones, exclusiones, desigualdades, gentrificaciones, vulneraciones, desplazamientos, riesgos ecosistémicos, precarizaciones laborales, violencias que están vivas en medio de la segmentación del territorio.
Entre el cúmulo de conflictos reportados en la geografía caleña es necesario reconocer que nada cambiará sustantivamente si las personas, vecindarios, comunidades e instituciones locales que habitan el espacio común no reconfiguran su relación con el territorio desde una perspectiva solidaria, de inclusión y manejo social alternativo de los conflictos. No se cambia una ciudad haciendo lo mismo de siempre, se le puede poner mucha fiesta y alegría, optimismo que dicen, pero el estrés territorial ni se toca si no hay un foco en cambiar las relaciones sociales cotidianas desde un sentido de reconciliación con la naturaleza, de participación democrática, con medidas para superar brechas entre minorías ostentosas y mayorías excluidas..
Afirmo en esa perspectiva que los procesos históricos de segregación y exclusión que han consolidado una división espacial basada en clasismos, racismos y ecocidios que segmentan la vida urbana y rural de Santiago de Cali, solo se transforman con robustos proyectos socioambientales integradores del territorio y de la población. Más que inversiones suntuosas que endeuden y encarezcan la vida en la ciudad, mientras se continúa con la lógica expansiva, de especulación financiera con los usos del suelo, de daño de los ecosistemas y fuentes de agua, se necesita más espacio público verde, movilidad alternativa, economía popular sostenible y robustecida, acciones de descarbonización y generación de transición energética tanto en el hábitat como en la producción.
Requerimos acciones que se inspiren en un sentido de rectificación del urbanismo y de justicia climática; esto traduciría en más bicicletas, más rutas para caminar, más huertas comunitarias y agricultura urbana, protección de las cuencas y recuperación de los ríos y humedales, mercados campesinos en asocio con la subregión, mitigación de riesgos en las riberas y en las laderas, apoyo en el mejoramiento de barrios, cualificación integral de la vivienda, la educación y la salud pública; solo si esos aspectos fundamentales están en una agenda pública, entonces algunas obras urbanísticas de la ciudad, diseñadas con las adecuadas previsiones para disminuir impactos, serían comprensibles y deseables.
En ese horizonte de continuar con la COP16 a la caleña, será trascendental que se evalúe muy bien la propuesta de nuevo empréstito presentada como proyecto de acuerdo por parte del gobierno local
En ese horizonte de continuar con la COP16 a la caleña, será trascendental que se evalúe muy bien la propuesta de nuevo empréstito presentada como proyecto de acuerdo por parte del gobierno local, necesitamos que las prioridades sean debidamente conversadas y examinadas en todos los estamentos a la luz de las necesidades socioambientales y que no termine siendo otra ocasión para seguir endeudando la ciudad sin rectificar los “modelos de desarrollo” que nos han generado precarización, segmentación territorial y daño ecológico. Es necesario afirmar categóricamente que no se avanza en transformaciones socioculturales, soportando el buen vivir de unos pocos suburbios y bahías globales, en el abandono urbanístico, social y económico de extensas barriadas empobrecidas. Toca estar atentos y atentas para proponer y movilizar rutas que de verdad se orienten a la protección y ampliación de lo biodiverso e intercultural en nuestros contextos urbano-rurales.