Cali, miles de relatos más allá de la violencia

Cali, miles de relatos más allá de la violencia

En medio del peligro por cuenta del ELN, disidencias y grupos crimínales, en la ciudad resaltan otras historias culturales y artísticas que no se deben olvidar

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enero 25, 2022
Cali, miles de relatos más allá de la violencia

Estamos hechos de historias, escribió alguna vez Eduardo Galeano. Una verdad tan sólida como un templo. Somos relatos, narrativas, somos la historia que construimos, las historias que nos contamos e incluso las historias que olvidamos. No hay otra forma de describirnos tan profunda y definitivamente que no sea nuestra historia, nuestros relatos.

Y eso sucede también con las ciudades, que son, ante todo y sobre todo, complejos y enrevesados y delirantes tejidos de historia.

En Cali, de un tiempo para acá nos hemos acostumbrado a contarnos el mismo relato: un gigante lugar común que solo habla de violencias y ciertas vergüenzas que son apenas un fragmento – quizá el más contingente – de lo que somos. Porque se debe ser demasiado miope o tonto o frívolo o, para hablar de Sartre, se debe actuar con una mala fe demasiado ulcerosa para negar la gran riqueza cultural y artística que ha desplegado Cali en los últimos años.

Quiero dar datos, esos que tanto gustan a los estadistas de las redes sociales: en 2021 Cali tuvo una de las Ferias Internacionales del Libro más relevantes del país, que presentó ventas por más de mil millones de pesos, que convocó a más de 200 mil caleños y que permitió que más de 30 mil libros nuevos llegaran a sus nuevas bibliotecas.

La única Feria que superó esas cifras fue la de Medellín que, por otro lado, tiene casi diez años más de historia.

El año pasado una escritora caleña, que se ha declarado admiradora de Andrés Caicedo y para quien Cali es el escenario esencial de su obra, fue la ganadora del Premio Alfaguara de Novela: Pilar Quintana. Y hay que decirlo, Quintana es apenas la punta del Iceberg de una serie de escritores jóvenes deslumbrantes que conforman una nueva escena literaria caleña alimentada por varias editoriales independientes que son su soporte.

Fui periodista en Cali durante casi 10 años y puedo decir que nunca antes hubo un movimiento literario en la ciudad tan fuerte como el que existe ahora, salvo que, como suele ocurrir en estos casos, los pocos medios de comunicación interesados en la cultura en Colombia solo se permiten los fogonazos de los grandes nombres de autores y editoriales que cabalgan el mundo comercial.

¿Quiénes son los nuevos escritores? Tómense un tiempo para leer una novela soberbia como ‘Los hombres sin manos’, de José Hoyos Bucheli; o un poemario brillante y devastador como ‘No habitar ya la tierra’ de Alejandra Lerma; o una colección de cuentos filosa y experimental como ‘Buziraco Fútbol Club’ de Jenny Valencia; o la espléndida serie de relatos de no-ficción alrededor de la vida de las mujeres transgénero en las calles de Cali escrita por Helen García, la primera mujer transgénero en publicar en Colombia…

Son solo algunos títulos que se me ocurren al azar. Pero si desean saber más, consulten editoriales independientes caleñas como Sic Semper, El Silencio, Expresión Viva u Oromo. Hay vida más allá de los best-sellers, pueden estar seguros. Cada una de esas librerías y la mayor parte de esos escritores jóvenes tuvieron espacio, gracias a la Red de Bibliotecas Públicas de Cali, en la Feria Internacional del Libro para presentar sus obras y demostraron que Cali no solo está produciendo un nuevo canon literario, sino que los caleños también están ávidos por conocer esas obras.

Ahora, si queremos hablar de teatro podemos comentar, por ejemplo, que en los últimos diez años la mayor parte de los ganadores del Premio Nacional de Dramaturgia son actores y escritores caleños, egresados de Univalle.

¿Nombres? Martha Isabel Márquez, Rodrigo Vélez, Genny Cuervo, María Alejandra Morales, Steven Buendía.
También podemos hablar de cine y citar a Jorge Navas, Angela Osorio, Santiago Lozano, Carlos Moreno, Diana Montenegro, Camila Rodríguez o Rubén Mendoza, que no es caleño, pero que se formó junto a Luis Ospina y ahora vive en esta ciudad… Y quizá también valga la pena decir que la rapera más reconocida de Colombia y tal vez de América Latina creció en las calles del oriente de Cali: se llama Marithea, y si esta es la primera vez que usted lee su nombre, vaya a youtube, tecléelo y disfrute.

Y podríamos continuar. Hablar de la explosión artística que significó la movilización social del 28 de abril – en donde se inscriben nombres como Johan Samboní, Gerson Vargas, Laura Campaz, quienes además ya vienen cimentando una reputación en el mundo nacional de las artes plásticas -, hablar de la gran visibilización nacional que están teniendo grandes procesos culturales como el Petronio Álvarez o el Festival Internacional de Poesía de Cali gracias a la Secretaría de Cultura, y la dinamización de los recursos públicos a través de los estímulos gracias también a la labor de esta secretaría.

Toda esa escena está aquí, en las calles de Cali, pulula en reuniones en cafetines en donde se presentan libros, en batallas de rap que conmueven los parques, en las paredes de la ciudad que nos siguen diciendo que el arte es subversión y protesta, en el Museo La Tertulia que cada día es un espacio más potente de empoderamiento social, en un Museo incrustado en las calles de Siloé que guarda la memoria de lo que somos…

Este año, además, la Red de Bibliotecas Públicas se prepara recibir la donación de los discos, la biblioteca personal, las cartas originales y la máquina de escribir en la cual Andrés Caicedo escribió la mayor parte de su obra, gracias a la generosidad de su hermana, Rosarito… Un tesoro que cierta biblioteca de Bogotá despreció, quizá por ese esnobismo rampante que hace creer a muchos en esa ciudad que más allá de su mundo cultural solo existen eriales.
Y también tendremos, gracias a la gestión de Leonardo Medina, el subsecretario de Patrimonio y Bibliotecas, un Festival de Cine y Literatura como parte de la celebración de los 45 años de Que viva la música, en el que esperamos contar con escritores como Juan Gabriel Vásquez y Santiago Gamboa, y cineastas como Sergio Cabrera.

Esas historias, estos relatos, son también lo que nos forma, los que constituyen eso que podríamos llamar el alma de esta ciudad, desesperada, sí, y quizá por eso tan artísticamente fértil. Que algunos pretendan contar solo los relatos de nuestros fracasos, no es más que mezquindad intelectual a la que la propia realidad condenará al olvido.

 

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