Hoy es un buen día para expresar que Cali debe superar el mito fundacional. Dar continuidad al relato de que fue a partir del año 1536, hace 488 años, cuando se inició su historia como territorio, sociedad y cultura, es perpetuar un relato obtuso.
Precisamente ese fue uno de los propósitos de los conquistadores, arrasar la historia, la cultura y la diversidad en los territorios donde perpetraron saqueos y despojos.
En fechas como hoy, debemos reivindicar la presencia de pueblos indígenas como los Lilís, Jamundís, Yanaconas, Quilichaos, Timbas, y a personajes importantes para nuestra historia, como los Caciques Jamundí y Petecuy. Precisamente fueron esas y otras poblaciones las que se enfrentaron con valentía y arrojó a la sangrienta colonización. De igual manera, no podemos dejar de mencionar a la población afrodescendiente, esclavizada durante la colonia, cuya papel en la historia de la ciudad es fundamental para entender nuestro presente como sociedad.
Esta diversidad fue fundamental para que fecundaran la inconformidad y los anhelos de libertad e independencia de la corona española y, luego, de la Gran Hacienda. Además, fue la base de la ciudad mestiza, diversa y multicultural que hoy tenemos.
Nos han pretendido hacer creer que Los Farallones, las cuencas hidrográficas y la biodiversidad del territorio asumieron valor con la colonización. Sin embargo, casi cinco siglos después, Cali debe superar esa mentalidad heredada de la colonia: la codicia por el oro, la explotación sin límite de los recursos naturales y la aniquilación de la diversidad cultural y social.
Hoy 25 de julio, hago un llamado a este Concejo de Cali para que ampliemos la mirada más allá del conquistador Sebastián de Belalcázar o del Alférez Real, para que asumamos nuestra independencia, vocación democrática y respeto por la diversidad cultural incluyendo todas las voces que han sido históricamente silenciadas; y se instale en este hemiciclo del Concejo de Cali, que es reivindicado como el “recinto de la democracia caleña”, obras artísticas y estéticas que den cuenta de esa otra Cali no representada por el mito fundacional.
Es una oportunidad para reivindicar y visibilizar las comunidades indígenas, afrodescendientes y mestizas, a los habitantes del Bayano, las lavanderas del río Cali, los trabajadores del Ferrocarril del Pacífico, los artesanos y jornaleros de las haciendas. Sin todos ellos Cali no sería lo que es hoy. Construir nuestro futuro en común también implica la resignificación de nuestro pasado.
