Al igual que en el resto del país, la situación de Cali y del Valle del Cauca es bastante compleja como consecuencia del contagio del coronavirus entre su población.
La ciudad y la región tienen el segundo registro de infectados a nivel nacional. Aunque el subregistro de la infección es alto, al momento hay casi 430 personas COVID19 en Cali y cerca de 600 a nivel departamental, con aproximadamente 20 fallecidos, incluyendo dos médicos muertos hace días por falta de procedimientos y dotaciones de bioseguridad adecuadas.
Con test y pruebas deficientes, con déficit en UCIs, con escasos respiradores, con dotaciones de bioseguridad anticuadas y un sistema de salud fragmentado, desfinanciado y privatizado, los riesgos de un colapso de hospitales y demás infraestructura sanitaria es inminente.
Lo mas grave está en las fallas del confinamiento que podría aplazar el colapso de hospitales. Difícil alcanzar un distanciamiento estricto, como el de Wuhan en China en los meses de enero-febrero-marzo de 2020, por los delicados problemas sociales de Cali, con alto desempleo, hambre, pobreza, miseria y presencia de victimas de la violencia que ascienden a casi 200 mil en Cali y 700 mil en el departamento.
En Cali hay mucha hambre, los mercados entregados por el alcalde Ospina no dieron un brinco y el desespero se riega como pólvora en Agua Blanca y por la Ladera, en los barrios populares donde sobreviven casi 300 mil hogares, en su gran mayoría de trabajadores informales, desplazados, victimas e indígenas en situación de vulnerabilidad.
Adicionalmente, hay un elemento perturbador en extremo. Me refiero a la situación del gobierno y de su infraestructura institucional plagada de clientelismo y burocracia. Se trata de un Estado paquidérmico con una burocracia indolente y arrogante frente a las comunidades.
Si bien Cali estrenó hace pocos meses una nueva administración en cabeza del señor Jorge Ivan Ospina, ciertamente con un importante respaldo electoral, pero también con una alta votación en blanco y una considerable abstención, su desempeño preliminar no es bastante plausible por la ausencia de acciones concretas en diversos asuntos prioritarios de la vida urbana: movilidad, recuperación del centro histórico, desempleo, transparencia, calidad de la educación, victimas, paz e inseguridad.
Con los desafíos sanitarios y sociales devenidos por el coronavirus, su desempeño no ha sido el mejor y la rabia de las comunidades está creciendo con el tendido de trapos rojos por miles de casas indicando que Cali tiene hambre.