Seamos realistas respecto a la conferencia de diversidad biológica Cop16 y a su realización en Santiago de Cali. Ya sabemos por sentido común que en pocos meses no se resuelven grandes pasivos ambientales y huellas ecológicas que se han formado en siglos de maltrato territorial en el suroccidente colombiano, el Valle del Cauca y Cali. No se trata de que todo esté perfecto, de hecho los atributos biodiversos del territorio cuentan tanto como la necesidad de reconocer las crisis ambientales que deben resolverse global y localmente; sin embargo, sí se espera que mínimamente se logre la realización de esa agenda orbital y que su desarrollo, además de traer turistas y recursos a la comarca como tanto se ha anunciado, posibilite concertar respuestas de mediano y largo plazo para las dolencias ambientales en la ciudad región y el país, que impliquen renovadas sensibilidades y enfoques ecológicos practicables. Al respecto, a la fecha hay alertas sobre si somos capaces de abordar esos mínimos de realización.
Hagamos un poco de memoria: comenzando nuevos periodos de gobierno local y departamental, iniciando el años 2024, se definió que Colombia y Cali realizarían este evento que aborda las rectificaciones respecto a la pérdida de biodiversidad en el planeta; se hizo teniendo en cuenta los atributos ecorregionales y las apuestas del gobierno nacional sobre el suroccidente colombiano tan azotado por las violencias, los despojos y la pobreza. Las instancias oficiales han iniciado el proceso que en buena hora, según se ha anunciado, involucrará la participación colaborativa de todas las fuerzas vivas del país, incluidos gobiernos locales, departamentales, gremios, ONG, comunidades rurales, urbanas, indígenas y afrodescendientes, emprendimientos verdes y medios de comunicación entre muchos actores dispuestos a sacar adelante una tarea común.
Un business world de reactivación para agencias productivas y de servicios no debería ser el único enfoque a riesgo de situarnos en una lógica absolutamente instrumental y parroquial
Tres elementos preocupan de los preparativos: el exceso de enfoque turístico y de reactivación económica que reduce la COP16 a un doping empresarial local, a un business world de reactivación para múltiples agencias productivas y de servicios; sin duda, este es un componente clave para la comarca, pero no debería ser el único a riesgo de situarnos en una lógica absolutamente instrumental y parroquial; otro aspecto es la falta de concreción de espacios para sopesar, promover y potenciar los balances y propuestas de conservación y restauración de la biodiversidad, tan afectada por prácticas contaminantes en las dinámicas de urbanismo, producción y consumo, para lo cual deberíamos estar abriendo mucho más los preparativos y plataformas académicas, de movimientos sociales, de instituciones ambientales y gremios, insistiendo en encontrar alternativas compartidas. El tercer elemento es de carácter climático: acaba de iniciar el primer período de lluvias, se sabe que en el segundo semestre hay altas probabilidades de que se radicalice por efectos de La Niña, cuando estaremos en plena COP16; pues bien, solo dos aguaceros en estos días han evidenciado grandes vulnerabilidades de Cali respecto a la continuidad de los servicios públicos domiciliarios, presentándose altas probabilidades de desastres por efectos de movimientos de masas de tierra en las laderas urbanas y rurales, y de inundaciones en el área urbana y las zonas bajas. Paradójicamente, si no se toman medidas ambientales de mayor relevancia y pertinencia frente a evidentes riesgos vitales, la realización de la COP16 de biodiversidad biológica tendría grandes dificultades para realizarse.
Desde múltiples sectores hemos venido insistiendo sobre este asunto; mientras el chubasco que apenas empieza a mojarnos avanza, vale la pena volver a llamar la atención de los gobiernos Distrital, Departamental y Nacional al respecto. Hay que actuar ya con mayor comprensión de la situación en la que estamos.
Del mismo autor: Adaptarnos, estamos avisados