Cajamarca, Líbano y el Tolima, presos entre peajes

Cajamarca, Líbano y el Tolima, presos entre peajes

"Las extorsiones no cesaron en Colombia, se renovaron: a los perpetradores ahora no hay quien los detenga, y, por el contrario, sí quien los encubra"

Por: anderson vargas
febrero 02, 2021
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Cajamarca, Líbano y el Tolima, presos entre peajes

"¡Otro peaje!" diría alguien escandalizado. "Uno más" tranquilizaría la prensa tradicional, si acaso menciona. Los unos, los otros, todos, callan las malas noticias y solo parecen tener voz para las pésimas, que son pésimas según el sano arbitrio de los redactores de prensa, esos oscuros señores que nadie conoce, pero que a todos inducen e informan. Callan y ocultan, dicen y se retractan.

Silencio, silencio que abunda como en Cajamarca, Tolima. Y es que las protestas en torno al nuevo peaje aprobado y a instaurarse en ese municipio han sido tan parcas como la actitud de la prensa y tan tímida como las de su alcalde, que al parecer considera que al violador no hay que condenarlo, sino negociarlo. Que no hay que reprobar el abuso, sino regularlo.

Postura cuestionable la suya, aunque no recibe mejores ejemplos en demás instancias políticas tolimenses: el gobernador guarda sospechosa cautela, que algún suspicaz podría acusar de cómplice, al tiempo que los diputados omiten, o si al caso admiten, pero serenamente, el tema; mientras que los secretarios responden, si responden, silbando los cuestionamientos. Pero la mudez, enfermedad contagiosa, que ha pegado con saña en nuestros gobernantes, también ha penetrado en sus gobernados.

En el municipio del Líbano, hace un mes, ¡tan solo un mes!, ¡un ínfimo mes!, se vivió una situación semejante. Un pueblo que, de pronto, no solo se descubrió agredido sino huérfano, sin autoridades locales ni regionales que los apoyaran, y con un peaje o puñal entre las costillas. Protestaron.

Protestaron y la ANI (Agencia Nacional de Infraestructura), experta en la diplomacia y la demagogia, especialista en fingir interés, escuchó sus quejas. Entonces cuadraron una reunión: rutilantes administrativos a un lado, corbatas y trajes, y gordos camioneros al otro, camisas y pantalón. En smoking, mostrando enrevesados números, con toda la formalidad del caso, les informaron que todo seguiría completamente igual y que el peaje, apostado casi en el cruce de Cambao, no habría de cobrarse al instante sino dentro de 15 días que, por alguna inexplicable razón, les pareció un tiempo alentador. O sea, el 1° de febrero. Olvidaron explicar por qué cobran por una carretera atravesable que no existe ni en Macondo, pues ¡ni siquiera la han construido!

Así que, reuniones más, reuniones menos, el dichoso peaje se mantiene, como un símbolo a la democracia que no fue y no es, y como burla a la traicionada voluntad popular. Suerte que probablemente compartirán los moradores de Coello y Cajamarca, a menos que cambien sus ánimos displicentes hasta el momento mostrados.

El alcalde de Cajamarca, Julio Roberto Vargas, llamó la atención ante los medios sobre el grave resentimiento que el retén provocaría sobre la denominada “despensa agrícola de Colombia”; pero los paperos de Murillo también, así como algún diputado y diversos transportadores, que ni gritando dejaron de pasar por mudos, por lo que no se puede esperar algo diferente en este caso salvo que exista mayor énfasis y coordinación en la protesta.

Énfasis, en el entorno político que debería hablar así no se vislumbren elecciones a la vista, y coordinación popular, porque los cajamarcunos deben entender que ningún Mesías los librará de ese odioso leviatán, vigilante monstruo que tiene talanqueras por piernas, primero porque es la fuerza multiplicada la que suma, y segundo porque aquí de los Mesías políticos solo se puede esperar que se salven a sí mismos cada 4 años.

Es difícil suponer que la despensa no quede de la miseria a expensas, debido a que, salvo raros casos, los retenes no bajan de los 11000 pesos, cuota que les parece barata a los engominados tecnócratas, pero una fortuna a los desafortunados de botas. Más si hay otro paradero, al mismo módico costo, a escasos 100 kilómetros. ¡Y hay quienes dicen que las extorsiones cesaron en Colombia! No desaparecieron: se renovaron; y a los perpetradores ahora no hay quien los detenga, y, por el contrario, sí quien los encubra.

La excusa en el caso del Líbano es “incentivar el turismo”, según Héctor Vera, abogado de la concesionaria alternativas viales, que sabe dios qué entiende por alternativas cuando la única vía que les deja a esos pobladores es la de resignarse a ser reos en su propia casa. ¿Qué argumentarán en el caso de un municipio cuya una única vocación es la agraria?, ¿agradecerán los campesinos la caridad estatal?, la concesionaria en Cajamarca promete reducir a la mitad el tiempo de los viajes, ¿aumentará al doble la pobreza campesina? Son cálculos que seguramente nadie ha hecho.

Por último, queda en evidencia la pusilanimidad y la incompetencia gubernamental, incapaces de proporcionar una obra que no contenga una cara hipoteca de por medio, semejante al generoso gota a gota, que salva la vida de su deudor, pero luego lo desangra. Los peajes son, como todo karma, deudas impagables. Este sería el séptimo del departamento ubicado en el corazón del país. Con las arterias así de taponadas, se entiende que este sea un país de infarto, gemebundo y colapsado. Pues no hay colombiano que no se sienta acorralado en una inmensa cárcel, cuyos guardias, francotiradores que no descansan, vigilan desde esas implacables garitas dónde cobran, formalmente, soborno con tarifa.

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