Caimán no come caimán
Opinión

Caimán no come caimán

Noticias de la otra orilla

Por:
julio 06, 2013
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Ya es casi un lugar común en la historiografía del arte colombiano, afirmar, como obligada referencia, que el Caribe colombiano introdujo la modernidad en el arte nacional. Y aunque hay revisiones muy juiciosas que consideran este aserto como una probable sobrevaloración de un momento ciertamente notable, también es cierto que figuras como las de Alejandro Obregón, Enrique Grau y Cecilia Porras están considerados como artistas definitivos en lo que podríamos llamar el proceso de renovación artística en Colombia.

Es ese momento especial de los años cincuentas en los que Alejandro Obregón y José Antonio Gómez Sicre, cubano nacido en Matanzas, abogado y gran promotor de las artes plásticas latinoamericanas, descubrieron por casualidad en Barranquilla al pintor primitivista Noé León, y lo visibilizaron y  celebraron y llevaron sus obras a importantes galerías nacionales e internacionales. Después, en compañía del escritor Álvaro Cepeda Samudio sentarían las bases para lo que sería la futura colección de un Museo de Arte Moderno en Barranquilla adquiriendo importantes obras de artistas nacionales e internacionales. Son hechos que constituyen sin duda un hito cultural en el Caribe colombiano y un momento fundacional del arte en Colombia.

Así, pues, nombres como los de Alejandro Obregón, Enrique Grau, Cecilia Porras, Noé León, Hernando Lemaitre, Orlando Rivera, Angel Lockhart, Alvaro Barrios, Darío Morales, Heriberto Cogollo, El Sindicato, Norman Mejía, Eduardo Celis, Momo del Villar, Roberto Angulo, Cristo Hoyos, Alfonso Suárez, Bibiana Vélez o Marco Mojica, por nombrar solo algunos, dejan en su conjunto una amplia estela que marca el paisaje del arte colombiano de forma indeleble y plantean a la región el desafío permanente de crear momentos excepcionales en la plástica nacional.

Ahorame encuentro en Santiago de Cuba,  la cabeza del caimán, “la hospitalaria hoy, heroica siempre’’, como dicen Los Dan Den, haciendo parte de la delegación del Caribe colombiano que participa en la edición número 33 de la Fiesta el Fuego, el festival de cultura popular que se realiza en esta antigua ciudad cubana, y que este año rinde homenaje al Caribe colombiano. Estoy invitado como poeta y también como curador de la muestra pictórica que bajo el  título de Caimán no come Caimán se inauguró ayer en la galería del teatro Heredia de esta ciudad, como parte del coloquio el Caribe que nos une.

Los artistas que conforman la nómina de esta propuesta curatorial pertenecen a diferentes generaciones y procesos y viven y trabajan en diferentes lugares de nuestra región asumiendo muy diversos riesgos y desafíos en el oficio creativo de las artes plásticas. En algunos casos son nombres que siendo ya destacados o reconocidos no han contado con las suficientes oportunidades institucionales de representarnos en eventos importantes. Sus trabajos, en términos generales, hacen parte ya hoy de nuevos referentes de lo que se está trabajando en la pintura del Caribe colombiano.

Me refiero a nombres como Aura María Mercado, Pedro Díaz Leones, Nithto Cecilio, Ángel Almendrales, José Luis Quessep, Jorge Martínez, Omar Alonso, Nubia Medina, Fernando Castillejo, Mario Zabaleta, Francisco Echeverri y Bibiana Vanegas. Grupo en el que se lamenta la ausencia de Walbert Pérez, Marco Mojica, Mauricio Zequeda, Roberto Rodríguez y César Bertel, quienes estaban inicialmente concertados pero que no pudieron finalmente hacer llegar sus obras a tiempo.

Caimán no come Caimán conforma entonces una muestra representativa de nuevos nombres de las artes plásticas del Caribe colombiano, en esta ocasión circunscrita solamente a la pintura, asumida a través de diferentes medios técnicos, y con ello se propone un discurso simbólico con el que, sin duda, haremos parte importante del diálogo que el Caribe colombiano espera entablar en Santiago de Cuba con interpelaciones desde la música, el Carnaval, la literatura, la danza y la historia, para continuar un necesario diálogo intercultural entre Cuba y el Caribe colombiano.

La razón del título se encuentra en el juego dialogal de los iguales teniendo como paradigmas de representación el caimán cubano, que es la isla misma, la morfología de su territorio y el caimán como mito y leyenda vinculado a la poderosa cultura anfibia del Caribe colombiano, en la que el hombre-caimán es referente indispensable no solo en el imaginario festivo popular de nuestra cultura, sino también en importantes producciones de nuestras expresiones artísticas. De esa forma entonces el caimán en este diálogo simbólico es, en ambos casos, anfitrión y huésped a su turno en esta fiesta.

Y mientras cierro esta columna en el centro de prensa del festival, en el Parque Serrano, un pequeño parquecito contiguo, la Banda Sinfónica de Holguin hace una retreta extraordinaria con motivos cubanos que se suman a esta avasallante banda sonora que envuelve en estos días a esta ciudad cubana en la que a veces nos parece estar en el centro de Sincelejo, en el barrio El Prado de Barranquilla, en una esquina de Getsemaní en Cartagena o en una calle de Santa Marta. Es el Caribe que nos une.

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