Nuestra brújula individual marca constantemente a Caicedonia como norte y no hay de otra que empacar dos o tres “mudas” y emprender el viaje hacia la tierra amada.
Llegar a nuestro pueblo en época de fiestas es darse de narices contra la música que brota de todas las esquinas, es percibir los olores que salen de los ventorrillos que ofrecen todo tipo de alimentos, es ver cómo la gente se desplaza por las calles estrenando sonrisa en sus rostros, es ver el desfile de chicas ataviadas con sus mejores atuendos fiesteros, es toparse con un borrachito que aún no sabe qué celebra pero saluda a diestra y siniestra como reina en carroza, es encontrar a los amigos que se nos habían extraviado por esas exigencias que nos impone la vida.
En cada aniversario la ciudad se pone sus mejores galas para decirle a propios y visitantes que está de cumpleaños, que está jubilosa rindiendo tributo a aquellos hombres y mujeres que dieron comienzo a esta realidad que hoy es Caicedonia: un municipio pujante, de gente trabajadora y un pueblo que todos definen como “amañador”.
Por eso, los hijos que andamos desperdigados por cualquier lugar viajamos al terruño añorado para buscar, entre el bullicio de la celebración, los recuerdos que un día dejamos atrás. Llegamos hasta el pueblo para festejar el orgullo de ser hijos de esta tierra que tanto queremos.
Hay ruido, hay bulla, el pueblo en general es un gigante moscardón que tiene ritmo propio, que no descansa de arrojar sonidos de todo tipo para mantener dinámica y vital, en una rumba que termina diariamente, a altas horas de la madrugada.
Recorrimos sus calles en bullicio buscando al amigo, saludando de lado a lado y buscando la foto para dejar testimonio de la celebración. Y en esta ocasión repito lo que alguna otra vez dije sobre las fiestas de mi pueblo: “Caminar por las calles de Caicedonia en fiestas es encontrar caballeros a caballo, caballeros sin caballo y otros no tan caballeros pero con caballo, amazonas de a pie, minutos de celular a 200, parejas que caneca en mano brindan “por el mejor vividero del mundo”, otra venta de minutos de celular a 200 el minuto. Es sentir la mezcla de olores que ofrece la ciudad en carnaval: huele a chuzo, a mazorca de maíz asado, a sexo, a papas fritas, a crispetas a manteca quemada. Minutos de celular a 200”.
“Caminar las calles de Caicedonia en fiestas es ver hermosas mujeres en yines, en minifalda, en tenis, en tacones, mujeres de botas y otras que no creen en nada, chicas enrumbadas y otras sin rumbo. Caicedonia en fiestas es una delicia, con hotelería colmada y motelería ídem. En las calles en fiesta de mi pueblo uno puede encontrar jugadores de dados, de ruleta, de perinola, gente que juega a ser felices, otros que juegan al amor, uno también encuentra algunos jugando a ser ricos y los ricos…divirtiéndose”.
“El sombrero se exhibe en muchas cabezas para recordar el pasado campesino de los fundadores, el poncho complementa el atuendo y el aguardiente generoso aligera los pies para el baile y la lengua para el reencuentro añoso con los amigos que la vida ha echado a rodar por el mundo”.
“En Caicedonia en fiestas uno encuentra los amigos que había olvidado a los, amigos de infancia, a los amigos con los que estudió, a los amigos que la vida le ha regalado y ese reencuentro nos confirma que somos parte de un grupo humano que nos llena de orgullo, que formamos parte del inventario de los amorosos de un pueblo que no se olvida porque un caicedonense vaya a donde vaya en el equipaje de su alma siempre llevará ese nombre amado: Caicedonia”.
Fuimos a Caicedonia a reafirmar nuestra atadura de amor con este pueblo que va siempre en nuestros afectos, fuimos a confirmar que por todas las esquinas siguen vivos los recuerdos que testimonian nuestra vida en ese pedazo de suelo que nos sigue haciendo señas para el regreso. Fuimos a celebrar a saludar a decir presente, a testimoniar como la ciudad cada día se hace más grande, mejor, más amañadora…
Por eso pienso que el tango que le hice a Caicedonia tendrá vigencia siempre pues en su letra dice:
Caicedonia montañera
Te traigo este tango amigo
Porque vos sos la testigo
De mi vida pasajera
Tus esquinas y tus calles
Guardan todos los recuerdos
Buenos, amargos o tiernos
Que de pibe me acompañan
Sos la nostalgia que guardo
Por todo lo que he vivido
Sos la piba que no olvido
Sos el amigo que añoro
Sos, Caicedonia, el tesoro
Que en mi alma está escondido.
Y así me vaya muy lejos
O el mundo me eche a rodar
Siempre te he de recordar
Mi Caicedonia querida
Porque sos más que mi pueblo
Ciudad que quiero y que añoro
Sos, Caicedonia, el tesoro
Que guardo siempre conmigo.